Capítulo 16: "El aniversario de Mayra y Adán" -Cuarta Parte-

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—Zia, mi amor, ¿qué haces aquí? ¿Y Fernando?

—Es que me cansé de bailar y fui al tocador —le da un beso—. Fernando dijo que iría por un trago.

—¿Viste la sorpresa que le dio el licenciado a su esposa?

—¿Sorpresa? No sé de qué me hablas.

—Fue algo muy tierno. Es una verdadera pena que te lo hayas perdido.

—Seguro que fue hermoso —responde con ironía—. Me lo dices con tanta emoción, que hasta me haces sentir mal —añade, a la vez que un gesto de fastidio se dibuja en su rostro.

—No, mi amor, no es mi intención —le besa una mano—. Lo que sucede es que, viendo lo que ocurrió, se me ocurrió una idea.

—¿Idea? ¿De qué hablas? —el gesto de fastidio se esfumó de su rostro. Ella sabe perfectamente que, cuando a su marido se le ocurre alguna idea, ella siempre es la principal beneficiaria.

—Nos iremos de crucero a recorrer el mundo. Ya tengo todo preparado. Zarpamos mañana mismo. Zia, este viaje será como una segunda luna de miel para nosotros —los ojos del anciano brillan de emoción.

Zia se queda callada. No responde. Su rostro se torna con una mueca extraña, que confunde a Eduardo. Él, al ver que su esposa no responde, también cambia la expresión en su rostro. Se le ve desconcertado. Pasan algunos segundos hasta que, preocupado, Eduardo le pregunta:

—Mi amor, ¿te ocurre algo? ¿Por qué no me dices nada? ¿Acaso no quieres irte de viaje conmigo?

—¡Claro que sí, bobito! Solamente estaba jugando —lo abraza con mucha emoción por el cuello.

—¡Ay, amor, no juegues así conmigo!

—Perdón, amor —le responde fingiendo una voz infantil—. «Hubiera preferido que la sorpresa fuera que me mandarías de viaje a mí sola. Pasar tanto tiempo a tu lado, fingiéndote un amor que no siento, será un verdadero tormento para mí. Mi único consuelo es pensar en todas las cosas que haré que me compres, maldito viejo asqueroso»

—Te amo, Zia. Y no tienes una idea lo feliz que me hace el verte tan feliz.

—Yo soy feliz porque tengo la dicha de tenerte a mi lado, Eduardo —una sonrisa falsa se asoma en sus labios. Una sonrisa que, tristemente, como siempre, engaña a Eduardo.

Los festejados han permanecido en la pista, bailando, muy juntos el uno del otro. La fiesta está resultado un éxito, muy por encima de sus expectativas, y eso los tiene más que satisfechos. Junto a ellos, contagiados por el amor que se respira en el lugar, otras parejas también decidieron bailar.

—Mayra, Te amo. No tienes idea lo feliz que me hace el verte tan feliz.

—Mayra, ¿eres feliz?

—Claro que soy feliz. Y soy feliz porque tengo la dicha de tenerte a mi lado, Adán —una sonrisa asoma en sus labios, una sonrisa franca y sincera. Y, de manera inevitable, como si aquella sonrisa lo invitará a hacerlo, Adán besa a su esposa.

—Mayra, mi amor, ¿te importa si te dejo sola por un rato?

—No, para nada. ¿A dónde vas?

—Creo que bebí de más. Necesito ir al baño. Voy y vengo rápido, lo prometo.

—Tranquilo. Tómate tu tiempo.

—¿Por qué no vas con Emiliano y Lucia mientras vuelvo?

—No, cielo. Prefiero quedarme sola. Suficiente tienen los muchachos con ser, además de Azul, los únicos jóvenes en toda la fiesta. Es mejor dejarlos para que se diviertan a su modo.

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora