Al día siguiente, tras una agitada tarde de preparativos de última hora, la gran noche de la fiesta de aniversario, llegó. Adán, en compañía de su esposa e hija, fueron los primeros en llegar al salón de fiesta, para cerciorarse que todo esté en orden, y esperar que comiencen a llegar sus invitados.
—¡Qué hermoso te quedó todo papá! —exclama Lucía, fascinada con lo hermoso del decorado del salón.
—Es verdad, mi cielo —acota Mayra—. Creo que te debo una disculpa por haber dudado de ti. Esto es tan impresionante, tan bello, más hermoso de lo que me había imaginado —le da un beso en los labios a su marido.
—Sí, bueno, aunque no todo el crédito es mío.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Lucía.
—Esteban me ayudó un poco, con algunos detalles de último momento. Esto, en gran medida, es gracias a él.
—Esteban está resultando ser una persona muy eficiente —dice Mayra—. A todo esto, Adán, ¿invitaste a Esteban a venir a la fiesta?
—Claro que lo hice, no debe de tardar en llegar.
—Eso espero, porque después de ver esta maravilla, y que dices que él ayudó, hubiera sido una grosería que no lo hubieras invitado...
Mientras esto sucedía, en casa de Esteban, Esteban se encuentra parado frente a su espejo, dándose los últimos retoques para salir a la fiesta. El reflejo que muestra el espejo no es de una persona feliz por salir a celebrar, sino todo lo contrario. Por la cabeza del muchacho pasan infinidad de pensamientos, todos contradictorios entre sí, y todos lo atormentan. El principal cuestionamiento que se hace es sobre si es correcto o no que asista a la mentada fiesta. Se acomoda la corbata al cuello, de manera que quede muy prolija, se peina el cabello muy bien y, una vez que termina de hacerlo, se deja caer de espaldas sobre su cama. Tal cual como si se tratara de una película, empiezan a pasar por su cabeza imágenes de todo lo que le ha sucedido junto a Adán hasta ese día. Un suspiro se escapa de su pecho, un suspiro de anhelo y de una tristeza muy profunda...
De regreso a la fiesta, los padres de Azul por fin llegaron al salón, y junto a ellos llegó Emiliano.
—Adán, Mayra —los saluda Ulises, el padre de Azul.
—¡Bienvenidos! ¡qué gusto tenerlos aquí! —responde Mayra.
—¡Qué hermosa te ves, Mayra! —le dice Azalia, la madre de Azul— Me tienes que dar la receta para mantenerte así de joven.
—La receta es simplemente tener una vida plena, llena de amor y al lado de mi familia.
—Adán —Ulises y Adán estrechan sus manos—, quiero felicitarte, bueno, a los dos, porque cumplir veinticinco años de matrimonio se dice fácil, pero claramente no lo es.
Permítanme felicitarlos —les dice Ulises, el padre de Azul, mientras los abraza —. Cumplir veinticinco años de matrimonio se dice fácil, pero claramente no lo es.
—Muchas gracias, por favor, pasen adelante. Emiliano, hijo, lleva a tus suegros y a tu novia a la mesa principal.
—Sí, papá.
—Ulises, Azalia, en cuanto terminemos de recibir a todos los invitados, estamos con ustedes —añade Mayra.
—Emiliano, ¿y Esteban? —Lucía se acerca, y le pregunta a su hermano.
—¿Aún no ha llegado?
—No, para nada.
—Por la mañana hablé con él y me dijo que vendría. No debe de tardar en llegar. Pero a ti, ¿qué pasa? ¿acaso te gusta? —Emiliano comienza a fastidiar a Lucía— ¡Te gusta, eh!
ESTÁS LEYENDO
Adán y Esteban
RomanceEstán por cumplirse veinticinco años desde que Adán y Mayra unieron sus vidas en matrimonio. Durante ese tiempo ellos dos han sido completamente felices: nunca han discutido por nada que no pueda arreglarse con hablar calmadamente y darse un beso. S...