4. A oscuras

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"El amanecer es siempre una esperanza para los hombres."

"Diecisiete"

Capítulo IV: A oscuras

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Un ave bastante grande sobrevoló el camino y ella se echó hacia delante, con la nariz casi pegada al parabrisas.

El gesto tan súbito llamó la atención de Diecisiete. La miró de reojo. Ruby tenía los ojos entornados y parecía estar murmurando algo en voz baja.

—¿Lo has visto? —preguntó, maravillada.

Él sonrió de medio lado y fijó la vista de nuevo al camino.

Ella se recostó de nuevo en el firme asiento del coche y resopló.

—¡Bueno! ¿Contigo va a ser siempre así?

—¿Así?

Ruby alzó las cejas, sorprendida por escuchar la primera palabra de su boca desde que se encontró con él.

Tenía una voz varonil, aterciopelada, y hablaba con un tono tranquilo... demasiado tranquilo. Casi amenazador.

Miró su perfil sonriente, con esa mueca burlona presente la mayor parte del tiempo. Rodó los ojos y regresó la vista al exterior de su ventanilla. Si no quería hablar era su problema, ella no iba a permitir que le afectara lo más mínimo el comportamiento de aquel imbécil.

De todas formas no contactaría con él salvo en caso necesario.

La pista se volvió más difícil y comenzó a elevarse en pendiente. Diecisiete detuvo el coche, puso la posición P y accionó la reductora.

En segunda y con la reductora puesta, el coche comenzó a ascender por la pista sin perder rueda, y a medida que ganaban en altura, el paisaje dejaba a Ruby sin aliento. Se podía apreciar el valle del lago desde otra perspectiva, y cuando el camino retomó una pendiente más regular, Diecisiete la sobresaltó con un comentario inesperado.

—Al final de este camino está la casita de chocolate...

Ella le miró. Diecisiete sonreía con mofa. Definitivamente no entendía sus bromas, y no fue hasta que el refugio del Observatorio apareció, al fin, en el último recodo del camino, que se percató del sarcasmo del Ranger.

El refugio tenía pinta de estar abandonado. Desde que se suspendieron los trabajos de investigación no había ido nadie allí.

Una de las contraventanas de madera estaba descolgada, seguramente se había roto una bisagra.

Diecisiete detuvo el motor del coche y ambos se quedaron en silencio, contemplando el desolador aspecto del refugio. Desde allí podía verse claramente que la puerta estaba bloqueada por una mala hierba que había crecido en forma de arbusto de gruesas ramas y que había decidido enraizar justo en la esquina inferior del vano.

—Creo que vas a estar muy ocupada, así que me iré ya.

Ruby le miró de nuevo. Aún no había podido reponerse de la impresión que le había provocado el aspecto del lugar donde debía residir en un futuro indefinido. Abrió la puerta y salió del coche, la vista recorriendo el espacio abierto que rodeaba el Observatorio.

Al menos, las vistas desde allí eran preciosas.

Cerró la puerta y subió la cremallera de su anorak hasta arriba.

Suspiró y comenzó a soltar los pulpos que sujetaban su mochila. Luego la bajó del portaequipajes... Más bien la dejó caer al suelo.

—No te olvides esto —dijo Diecisiete. Desde su asiento le tendía un walkie talkie y un mapa del parque. Ella lo tomó desde el exterior de la ventanilla.

Diecisiete (Dragon Ball Z/Z-Awards 2017 - Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora