32. Una segunda oportunidad

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"El amanecer es siempre una esperanza para los hombres."

"Diecisiete"

Capítulo XXXII: Una segunda oportunidad

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La expectación era enorme. El grupo al completo se había reunido en el campo de tiro de la Central de los Rangers, donde aquel día comenzaba la instrucción práctica del curso.

Los alumnos eran un total de veinticinco. Eran todos jóvenes, con una media de edad que debía rondar los veinte años. Todos se hallaban ante mesas altas y encima de cada una de ellas había una escopeta reglamentaria básica.

Mantenían un tono de conversación bajo pero guardaron silencio cuando unos fuertes pasos se oyeron en el terreno de grava que rodeaba el edificio de la Central. Y al mirar en la dirección de la que procedía el sonido todos reconocieron a quien se acercaba.

Su aspecto era exactamente el mismo que en la fotografía del dossier, incluso llevaba el cabello con la misma longitud. Junto a él trotaba alegremente un enorme lobo gris que al llegar a la zona de práctica buscó la sombra tumbándose bajo el porche de madera, como si supiera que iba a pasar allí un buen rato y buscara un lugar en el que echarse una buena siesta.

Diecisiete, por su parte, caminó hasta el centro de la zona segura de la línea de tiro. Allí se detuvo y los miró a todos con expresión de hastío. Ojos entornados y ceño fruncido con gesto de disgusto. Estaba claro que aquel no era el lugar en el que más deseaba estar. En sus manos tintineaban las llaves de su 4x4, con las que no cesaba de juguetear.

Los alumnos estaban impacientes, Diecisiete era el oficial más reconocido de todos los miembros del Cuerpo de Rangers. ¡Iban a tener de Instructor al mejor tirador de todas las Fuerzas de Seguridad de los últimos cinco años!

Aunque, a decir verdad, no le esperaban así: de estatura media, tan delgado y con aquellas facciones tan... bonitas. Visto en persona tenía unos rasgos casi femeninos.

Diecisiete se cruzó de brazos y tomó aire.

—Soy el nuevo instructor de Tiro. Mi nombre es Diecisiete, pero vosotros os dirigiréis a mí como "señor" —hablaba con voz aterciopelada pero amenazadora.

Algo en su actitud y su tono les puso sobre aviso. Casi todos tuvieron el presentimiento de que aquellas clases no iban a ser tan divertidas y amenas como ellos habían esperado. Para colmo, el nuevo instructor tenía la mirada más gélida e inexpresiva que habían visto, suficiente para acabar de desmotivarles del todo.

—Trabajaréis bajo mis reglas y si a alguien se le ocurre infringirlas no será necesario que asista a la siguiente clase: quedará automáticamente suspendido. Recordad esto bien porque sólo lo diré una vez: el procedimiento será el que yo marcaré. Olvidaos del jodido manual...

Diecisiete comenzó a ir y venir paralelamente a la línea de formación de los cadetes en prácticas y enumeró una por una sus severas normas.

Al oírle, los alumnos que aún sonreían dejaron de hacerlo.

Por su parte, Ruby se encontraba aparcando su coche en aquel momento cerca de la puerta de la oficina. Tenían que hacer algo con la cobertura de datos que había en el refugio. Ni tan sólo podían enviar correos electrónicos desde allí. Por eso había estado pensando que la siguiente petición que harían al Departamento sería la mejora de las infraestructuras de comunicación del Observatorio, quizá un amplificador de señal...

—Mierda... —gruñó, al salir del coche.

En el exterior la luz aún era más molesta. Se metió torpemente en el habitáculo de nuevo y revolvió la guantera, en busca de sus lentes de sol.

Diecisiete (Dragon Ball Z/Z-Awards 2017 - Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora