21. Malestar

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"El amanecer es siempre una esperanza para los hombres."

"Diecisiete"

Capítulo XXI: Malestar

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Tras una primavera larga, cuyas frescas temperaturas duraron hasta bien entrado el mes de junio, inició el primer verano de Ruby en el Royal Nature Park. Y con la benevolencia del clima y el sol abrasador del mes de julio, comenzaron a llegar los primeros turistas.

Casi a diario llegaba algún autobús cargado de gente con cámaras fotográficas, preparados para inmortalizar la belleza del Parque, algunos vistiendo ropas de colores chillones, otros acompañados de niños que gritaban y lloraban, parejas que discutían... La tranquilidad de aquel remanso de paz que era la Central para Ruby, desapareció.

Ruby huía de aquellas súbitas aglomeraciones de gente, y Diecisiete, por su parte, volvió a dejar bien claro al Jefe, como cada año, que seguía sin intención alguna de hacer de guía turístico, pese a que el trabajo de los Rangers no era tal, si no el de vigilar el comportamiento de los visitantes y protegerles de las amenazas de la fauna salvaje.

Pero, por suerte, el cuadrante de Diecisiete estaba marcado como zona protegida por el Departamento de Conservación y el acceso a los turistas estaba muy restringido.

Ambos trataban de aparecer lo mínimo por la oficina de los Rangers, aunque a Diecisiete no le quedaba más remedio que hacerlo cuando le llamaban o cuando tenía que dejar en la oficina a algún detenido, ya fuera furtivo o no. Él se encargaba de abastecer de combustible el generador que tenían en casa, y ella, aparecía por la Central una vez por semana, a lo sumo, normalmente coincidiendo con la llegada del camión refrigerado que traía alimentos frescos hasta la taberna de Yunpei.

Aquel día había amanecido caluroso y seco. Ruby había despertado al alba al escuchar el llamado de la Central a todos los efectivos, y a Diecisiete respondiendo casi de inmediato, en voz baja, para no despertarla.

Era increíble que tras la fría fachada de Diecisiete se escondiera tal consideración hacia ella.

Pero él se marchó antes de que Ruby se desperezara apenas. Y ella escuchó el lamento de Tristan segundos más tarde de que Diecisiete abandonara la casa.

Los párpados le pesaban muchísimo y tardó como veinte minutos en encontrar fuerzas y valor para salir de entre las sábanas. Y, al hacerlo, el enorme cachorro irrumpió en la habitación, moviendo la cola.

—Hola... —murmuró ella, apartando la cara para evitar que Tristan la lamiera, sin éxito.

Acarició sus enormes y suaves orejas y le besó en la cabeza.

El lobo, de seis meses de edad, pesaba ahora alrededor de 35 kilos. El crecimiento de los lobos grises era muy rápido y a esa edad su altura ya era casi la que tendría de adulto.

Tristan era afable y algo tontorrón, tenía un carácter muy parecido al de un perro. Sorprendentemente, no le había costado adoptar a Diecisiete como el jefe de la manada. Su temperamento se inhibió al cambiar de hogar. Ya no estaba en su territorio, si no en el de Diecisiete, y el androide no tardó en enseñarle quién mandaba allí. Tanto era así, que Tristan obedecía cada orden que Diecisiete le daba y, además, le acompañaba casi siempre a patrullar el parque. Además Diecisiete tenía el aliciente de disfrutar viendo el miedo que congelaba a los cazadores furtivos cuando Tristan les gruñía y les enseñaba los dientes siguiendo órdenes suyas.

Diecisiete (Dragon Ball Z/Z-Awards 2017 - Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora