Capítulo 26: Un tiro a la cabeza, caso perdido, almas heridas. Segunda parte.

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POV ADARA.

Caso perdido:

Febrero/5/2015

Todo a mi alrededor parece ir en cámara lenta, como si el mundo se hubiera detenido. Lo único que escucho es mi respiración, el compás de mi pulso, el duro ruido que hace mi corazón contra mi pecho. Así lo siento todo mientras subo cada escalón. Solo quiero llegar a ella, quiero pensar que estoy a tiempo de que no vuelva a suceder.

Nunca creí que fuera él, en ningún momento me paso por la cabeza. Esto es mi culpa, le falle. Todo este tiempo creí haber hecho un avance, pero todas esas veces, en las que las señales estuvieron ahí, no las note.

Todos piensan que a esa edad le tememos a los monstruos que se ocultan debajo de la cama, ¿Pero que sucede cuando esos monstruos se hacen realidad y cuando en la persona en la que confías para que los ahuyente, es en realidad la bestia? Lo que sucede es que tu mundo se desmorona, se convierte en partículas de lo que un día fue inocencia, las cuales no sabes cómo recomponer. Te sientes indefenso en un mundo en el que no sabes si lo que esa persona te hace está mal o está bien. Nunca piensas que esa persona llegaría hacer algo así, pero en este mundo lleno de bestias ya nada debería sorprenderme. Pero él lo hizo, él logro confundirme con su sonrisa, con su carisma, con el amor que simulaba tener por ella. En ningún momento espere encontrar detrás de todo ese espejismo, algo tan retorcido, enfermo y siniestro como lo que de verdad era él. 

Un padre debe estar ahí para ahuyentar tus pesadillas, para cubrirte con sus brazos y quitarte todas las preocupaciones, todos tus temores. Pero él no, él solo la rompió, la destruyó. Lo hizo las veces que la visitaba, estando bajo mi mismo techo. Él solo necesito un despiste mío y ya la tenía bajo su merced.

Como el titiritero controlaba a su títere. Todo este tiempo solo movía los hilos a su conveniencia. Lo tuve en frente de mi, me duele pensar en las veces que con solo una mirada tal vez ella me lo dijo y yo solo no las vi, no vi las malditas señales.

Me concentro en el camino al que se dirigen mis pasos y salgo de mis pensamientos. Trato de sacar de mi mente el escenario que se crea una y otra vez, oro y le imploro a Dios que no sea demasiado de tarde.

Cuando entro por el área de las escaleras estoy fatigada, sudorosa y cansada, pero nada me detendrá hasta tenerla conmigo. Miro mi entorno y me encuentro en la cocina, saco mi arma y verifico que esté completamente cargada. Si tengo la oportunidad de vaciar mi arma en él, lo haré.

Antes de salir de la cocina me cercioró que tenga el camino despejado. No hay nadie en toda la estancia, ninguno de los policías que yo misma me asegure de ordenar, para que ella se sintiera más segura.

Me aproximo a las escaleras y las subo lo más rápido que puedo, no me detengo y sigo mi camino a la habitación de él. Antes de abrir la puerta tomo un profundo respiro y vuelo a lanzar una plegaria para que ella no se encuentre en esta habitación.

Pensé que nunca podría ver algo tan horrible, algo que hiciera que mi respiración se hiciera nula y que el tiempo se detuviera. Estaba más que equivocada, verla en la orilla de esa cama, mientras soltaba quejidos de dolor, con su vista perdida, su cuerpo descubierto y maltratado, fue lo peor.

Corrí los pasos que nos separaban y me arrodillé frente de ella. No me miro, es como si no me notara. Al tratar de colocar mis manos en sus mejillas dio un brinco en su lugar. No volví a intentar tocarla, pero si la inspeccione con la vista. Sus pequeños y delgados brazos estaban marcados, rastros de dedos por todas partes. Y lo peor, fueron sus muslos, ella apretaba y mantenía muy cerradas sus piernas pero entre ellas se veía un rastro de sangre y lo supe...llegue demasiado de tarde.

Sebastián (1.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora