Capítulo 36: ¿Amor y no la guerra?

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22/febrero/2017
9:00pm

Respiro profundo y cierro los ojos buscando paz interna. Despejó los pensamientos asesinos que fluyen en mí y le imploro a Dios que me de fuerzas, para no matar a Sebastián.

- Deja que te ex...
- Vístete, baja rápido y más vale que parezcas sobrio o juro que conocerás al tacón más filoso de toda tu vida- señalo mi tacón para ser más específica y después le tiro la ropa en la cara.

Lo dejo con la palabra en la boca y salgo de la habitación. Antes de bajar las escaleras, respiro profundo despejando mi enojo. Ya en la segunda planta veo a todos desde mi posición, al final de las escaleras. Veo como un molesto James, ignora a un Jake con expresión de cachorrito perdido, mientras por otro lado Luke desde su posición mira a Rachel con nerviosismo, está por su lado se mantiene ignorante a su mirada mientras dibuja con Casandra y Scarlett. Sigo el recorrido de mi mirada por la habitación encontrando a Robert, Ellie, Naiomy, Vincent y Laria hablando. Al que no veo por ningún lado es a Kai así que creo que se ha ido. Sin llamar la atención de nadie me aproximo a la cocina dispuesta hacer lo que llevo mucho rato pensando. 

Al entrar no miro nada más excepto a mi objetivo. Las fresas que están cubiertas de chocolate. He sacado toda la comida y la he acomodado en la sala menos las fresas. Sé que está mal, pero las quiero solo para mí y cuando me indicaron que Sebastián estaba por subir estaba a punto de devorar una de estas delicias. Fui interrumpida, pero ahora que estoy sola podré deleitarme. El solo hecho de pensar que comeré, me baja el enojo.

No sé qué es lo que sucede conmigo. Mis emociones estaban por todos lados estos días. A veces estoy muy alegre y en el mismo segundo puedo estar triste o enojada. Exactamente como hace unos segundos. Solo espero que sí es la regla baje ya o mataré a alguien.

Emocionada hago mi pequeño baile de felicidad, al estar a punto de comerlas. Abro la nevera saco las fresas y con sumo cuidado como si fueran lo más preciado de este mundo, las coloco en la encimera. Cojo una, internamente le doy gracias a dios por esta delicia, pero alguien me vuelve a detener.

- Siento que estoy presenciando un crimen- dejo la fresa en el aire y miro al frente en donde está la mesa de comer. Encuentro a Kai sentado, con una botella de agua en la mano. 
- No estoy haciendo nada malo.
- ¿Entonces porque te estas escondiendo en la cocina? – pienso en Casandra, Scarlett y la peor de todas...Rachel, si esa mujer se llega a enterar que me estoy comiendo esto sin ella es capaz de matarme.
- Bien, si te quedas callado de te doy una.
- La verdad es que solo existe una forma en la que me gusta el chocolate y prefiero no dar detalles al respecto. – ignoro sus palabras con doble sentido y me encojo de hombros dispuesta a comerme al fin la fresa.
- Pues si no quieres es cosa tuya, consté que te ofrecí y no soy de compartir. – digo con la boca llena, sin importarme mis modales.
- Tranquila mujer, no se van a acabar- dejo de masticar y lentamente dirijo mi vista a Kai.

Creo que mi mirada le deja ver que sus palabras no me agradan para nada, y se disculpa de inmediato. Le vuelvo a dar mi atención a las fresas que por alguna razón saben mejor que ningún otro día. La verdad es que no solo las fresas me han sabido mejor que otros días, toda comida hasta las cosas que no suelo comer me saben gloriosas. Solo por esa razón estoy ansiosa que me baje la regla, si sigo comiendo así engordare más de lo que debo y tendré a Sam detrás de mí culo maltratándome hasta que vuelva al peso en el que estaba.              

- Lo lamento mucho- salgo de mis pensamientos y veo como Kia se levanta de su asiento y se detiene al frente de mí, al otro lado de la encimera. -  No fue su culpa, cuando fuimos a visitar a su padre aprovechamos y visitamos la tumba de mi hermano. Murió en la guerra- dice y su mirada flaquea por un segundo al igual que su voz. Pero se recompone de inmediato- Tengo la costumbre de beber algo al ir a verlo. Cuando Sebastián noto el alcohol se me unió, lo trate de detener, pero el hombre es terco cuando quiere. Una cosa llevó a la otra y para cuando me quise dar cuenta, nos encontrábamos bailando en la tarima de un bar, con un montón de mujeres gritonas, ávidas por el espectáculo, y muchos hombres molestos. También unos que otros gritaban alegres por lo que hacíamos. – ríe al decir lo último.
- ¿Sabes? Literal hiciste lo que te he pedido y era que se divirtiera. Así que gracias por eso, pero... ¿Cómo sabes que me dijo lo del bar?
- Digamos que conozco a Sebastián lo suficiente como para saber que unas copas de más y soltara palabras sin pensarlo. El punto de mi disculpa es que espero que puedas perdonarlo- me da una sonrisa y achica sus ojos esperando por mi respuesta.
- Hagamos algo tu sal de esta cocina, me dejas comer como una vaca tranquila y yo pensaré si tengo ganas de perdonar a mi novio por bailarle a una larga lista de mujeres y hombres que seguro debieron pensar como se ve desnudo. – ahora que me escucho a mí misma creo que aún tengo un poco de enojo.
- De acuerdo creo que esa es mi señal para largarme. – asiento sin mirarlo y vuelvo a comer otra fresa.

Sebastián (1.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora