Capítulo 34: Felicitaciones olvidadas.

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POV SEBASTIÁN
22/febrero/2017
5:34 am

Ver la lápida de mi padre por primera vez es algo...irreal. Nunca pensé estar en esta posición. Siempre creí en el dicho que dice "hierba mala nunca muere" pensé que él estaría siendo una carga sobre mis hombros por mucho tiempo. Palabras duras y no muy lindas para pensar de él, pero no importa cómo suenen, el punto es lo que significan. Y significan que él estaría vivo, estaría conmigo.

Estar aquí parado mirando la lápida, me hace sentir una ira descontrolada. La conozco bien, es la misma que me protegió en la cárcel, pero más conocida por la que me ayudó en el momento que estaban por hacerle daño a mi hermana y Ellie. Cierro los ojos, respiro profundo y trato de tranquilizarme. Intentó hallar paz interna, pero mis deseos y cuerpo no van de la mano en estos días. Me dejo llevar por los impulsos y para cuando vuelvo a la realidad, me encuentro destruyendo losa con una pala o, mejor dicho, me encuentro destruyendo la lápida en la que se encontraba el nombre de mi padre.

Lentamente abro los ojos, los músculos de mi cuerpo se sienten pesados y el respirar duele. No sé distinguir si la humedad de mi rostro es sudor o son lágrimas. Ambas. Las pesadillas me dejan derrotado, son lastimosas y mi dolor interno es más que el físico. Siempre he pensado que la mente es lo más poderoso que tenemos, si nos dejamos dominar por ella, perderíamos la batalla.

Me levanto de la cama lo más lento que se me es posible y sin pensarlo me dirijo al baño. Prendo la luz y como siempre en estos casos me dirijo a la tina. Dejo el agua caliente salir y me despojo de mi bóxer, la única prenda de ropa que tenía puesta.

Al entrar en la tina puedo sentir como me relajo, no sólo físicamente, sino también mentalmente. Con mis manos me mojo el rostro y es como si volviera a respirar. Pero por más que trato de dejar los recuerdos en el pasado, imágenes del rostro de Laria asustada por mi comportamiento me atormentan. No la culpo, de seguro lucía como un maniaco destruyendo la lápida de su padre y que cuando intentaron detenerlo solo se volvió más agresivo. Robert intentó quitarme la pala y lo logró, pero mi ira desbordaba de mí. Tampoco creo haber estado en mis cinco sentidos para ese entonces, por qué al final de ese día, termine con un brazo roto al intentar seguir destruyendo los trozos sobrantes.

Sentía que, si esa lápida no estaba, lo demás no sería real. En mi mente revoltosa y retorcida pensé que hacía un cambio haciendo eso, pero solo asustaba con mi comportamiento.

Recuerdo que el día en el que salí de ese infierno llamado cárcel; Laria, Jake, Robert y Ellie me estaban esperando afuera, listos para recibirme. Ellos parecían felices, extasiados por verme. Yo por otro lado, los quería los más alejados posible. No por qué no los extrañara, todo lo contrario. Pero mis manos estaban tan sucias que prefería no contaminar a nadie con lo que fui capaz de hacer. Las miles de veces en las que Laria intentaba acercarse a mí, pero tenía pánico de lastimarla, así que solo la alejaba lo más posible.

-    Sebastián- abro los ojos al escuchar a mi lado la voz de Adara.

La miro y está envuelta en una sábana, tiene el cabello revuelto y se frota uno de sus ojos. Parece cansada, pero no es nada nuevo ya que estos días ha estado más cansada de lo común.

-    ¿Qué sucede?
-    Solo tuve una pesadilla. – le digo quitándole importancia.
-    ¿Me puedo unir a ti?

Se a lo que se refiere y en repuesta solo le tiendo mi mano. Deja caer la sabana y ella al contrario a mí está completamente desnuda. Coloca su mano sobre la mía y desde mi posición la ayudo, colocándola sobre mí. Ella al instante se acomoda como si fuera su cama personal y esconde su rostro en mi cuello.

Sebastián (1.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora