15/abril/2017
- Adara despierta. – Un leve toque en mi mejilla me molesta con insistencia. - ¡No! – Al escuchar el grito desesperado abro los ojos y la imagen desfigurada me confunde.
Cierro y abro los ojos e intento aclarar mi vista. Sigo escuchando gritos, más no distingo de quién provienen. Cuando veo un poco mejor, desesperada por lo que sucede ante mí, me muevo como se me es posible hacia el hombre encima de Rachel. Él está bastante concentrado en golpearla e intentar no ser golpeado por los puños que ella suelta. Me pongo en pie al estar cerca y es cuando me nota. Sin dar tiempo a nada y sin pensarlo, lanzó un puño a su rostro lo bastante débil para causarle algo. Eso parece molestarlo más y dejando a Rachel en el suelo se pone en pie ante mí. Se comienza a aproximar con pasos lentos y amenazantes. Así como se acerca, me alejo. Observandolo mejor noto una cicatriz en su mejilla derecha. Corre desde su oreja y recorre todo el pómulo hasta la esquina de sus labios. Es alto, demasiado para ser normal. Tiene el cabello largo y su ropas están sucias y en muy mal estado.
Mis pasos son detenidos al sentir una fría pared a mi espalda, la mirada que me da el hombre es sin emoción alguna. Y cuando está tan cerca que puedo percibir su mal olor, levanta con rapidez su mano en un puño y cuando creo que recibiré mi golpe, subo mis manos en protección pero algo peor que un golpe hace presencia.
- ¡Détente! – Y la voz que opaca mí alrededor, me asusta más que él hombre a poco de tocarme. Me asusta y me hace temblar. Volviendo a recordar lo último antes de haber recibido un golpe noqueador. – A ella no la puedes tocar. – una mano se coloca en el hombro del hombre ante mí y el rostro del dueño de esta hace presencia. – Te dije que debías esperar. Después te podrás divertir con la rubia. Pero no ahora, después. – Le da una palmada al hombre en el hombro y este sin decir nada se separa de mí.
Mi vista se queda aprisionada por la del Diablo en persona. Mi cuerpo solo es conocedor de una sola acción ahora. Temblar, temblar es el único conocimiento que me ha quedado. Temor desbordado ante el enemigo. Error irremediable, puedo ver que es jubilo para él. Su sonrisa habla por sí sola. Ni siquiera cuando se aproxima a mí invadiendo mi espacio personal puedo moverme. No puedo alejarme de las garras que comienzan a tocar mi rostro. Un reflejo detrás de él, en donde se encuentra mi amiga, es lo que me quita del hechizo de control en el que él ha podido ponerme. Al ver cómo el hombre que la ha golpeado la coloca sobre su hombro y se da la vuelta para dirigirse a la puerta, que ahora noto en la esquina a la derecha. Es cuando reaccionó. Doy un rodillazo en las partes bajas al intruso que me toca, cuando cae al suelo doy otro rodillazo en su rostro, cuando creo tener la vía libre paso de él y voy por mi amiga. El hombre que la sostiene se ha dado la vuelta al escuchar mis golpes. Cuando estoy por acercarme más para intentar quitarle a Rachel de sus abrazos un jalón en mi cuero cabelludo me niega la oportunidad. Soy empotrada contra una pared. Mi rostro recibe el impacto de un golpe que me atonta por un segundo.
- Adara, Adara. ¿No aprendes de las primeras veces? Lo que haces tú lo paga tu amiga...o la pequeña niña. – Estaba por comenzar a forcejear, pero la mención de mi Scarlett me convierte en piedra. – Sabes que me gustan las niñas. – Dice sus repulsivas palabras directo a mi oído haciendo que me achique en un intento de separme. – Ella tiene algo que me recuerda a mi Lízbeth. Tú me la quitaste así qué tal vez me quede con ella.
- ¡Yo no maté a Lízbeth! Tú la violabas. Eras su padre, debías protegerla...tú la mataste. – Mi voz cada vez se acorta más al sentir como el aprieta mi rostro contra la pared.
- Yo la amaba, las cosas estaban bien entre nosotros antes de que tú llegaras. Tú hiciste que la camioneta se volcara y me quitaste a mi bebé. – Sus palabras salen con ira y el agarre en mi cuero cabelludo, lo acompañan al apretarse.
- Amor, tú no sabes lo que es eso. Me...violaste con su cuerpo al lado. Tú... - Separa mi rostro de la pared y con rapidez vuelve a incrustarla en ella con fuerza.
- Con cada palabra, alguien más sufrirá. Mejor cierra esa boca. Cuando escucho una puerta ser cerrada me alarmó y el miedo de que le suceda algo a Rachel me desespera.
- ¡No las Toques! ¡Haré lo que quieras Donovan! - Con todo y dolor intentó quitármelo de encima.
- Oh, años sin escuchar mi nombre en tus gritos. Repítelo. – Tan volátil su cambio de humor que ahora suena excitado. Pasa su nariz por mi cuello y su agarre en mi cabello disminuye. Mala movida hago cuando intentó moverme y vuelve a estampar mi rostro contra la pared. El dolor de cabeza y en mi pómulo derecho se vuelven insoportables. – Repítelo. – Jala mi cabello otra vez y hago lo que pide.
Grito su nombre más de una vez. Cuando sus manos ya han dejado mi pelo, es cuando comienzan a pasearse por mi cuerpo. No lo resisto más y la repulsión en mi viene con intensidad. La primera arcada dice hola y la dejo hacer su trabajo. Al haber tenido la cabeza suelta y no haber tenido el cuerpo aprisionado del todo, lo empujó para atrás y caigo de rodillas en el mugriento suelo de madera. Vomito sin control. Mi garganta arde y mi abdomen duele por el impulso. En desespero por agarrar algo araño la madera y aunque es una acción que duele, no puedo dejar de hacerlo, las arcadas impulsan mi cuerpo de al frente hacia atrás. Dejo de vomitar e intentó obtener oxígeno. Otras arcadas más me atraviesan, pero las hago a un lado y respiro profundo.
Una caricia en mi cuero cabelludo se vuelve un jalón, atrayendo mi cabeza hacia atrás. El dolor punzante de mi cabeza se incrementa. Con ferocidad un paño comienza a limpiar mi rostro. Después de al parecer estar lo adecuadamente limpia para el gusto de Donovan, soy levantada por el agarre de cabello. Grito al sentir un ardor en mi cabeza. De seguro algunos mechones de cabello me ha arrancado. Mis piernas por alguna razón se han quedado sin fuerzas y aunque deseo movilizarlas para dejar de sentir como hebras de mi cabeza son arrancadas, mi cuerpo me traiciona. Lágrimas salen de mí sin notarlo y aunque pido a chillidos que me suelte no recibo respuestas. Soy lanzada a un colchón y antes de poder hablar o hacer algo se coloca sobre mí. Aprisiona mis manos sujetándolas por las muñecas con una de las suyas. Se quita su cinturón y sujeta mis muñecas con el. El muy maldito sonríe al ver mi intentó de desamarrarme y cuando me cansó al no tener resultado lo miro con asco. Como si eso hiciera algo al respecto. Sonríe mostrando toda su dentadura, su vista va debajo de mi rostro a mi cuerpo y con solo eso recuerdo en el atuendo en el que me encuentro. Ropa interior, como si mi situación no pudiera ser peor. Cierro los ojos con fuerza cuando comienza a pasar sus manos por mi pecho e intentó no pensar en cómo se siente o sé que volveré a vomitar. Sus manos no demoran mucho en esa área y bajan a mi estómago. Sus manos comienzan a tocar cada cicatriz con detenimiento y el nombre de Sebastián viene a mí. Tal vez él fue un completo engaño, pero bien que sus manos no se sintieron como dos cuchillas afiladas traspasando mi piel al tocar cada cicatriz.
- Lo encontré gratificante y excitante cuando lo probé en tu cuerpo.
No le hago caso y sigo con los ojos cerrados. Cuando lo siento salirse de encima de mi es cuando vuelvo abrirlos. Sale de la habitación y no espero nada para darle otro intento a mi poca fuerza para soltar mis manos. No pasa mucho para cuando regresa y cuando se queda mirándome, sin moverse, sin decir nada un nerviosismo crece en mí. Saca una de sus manos de su espalda y al ver la navaja comienzo a rodar por la cama, caigo en el suelo dándome duramente en el rostro. Al escuchar sus pasos intentó ponerme en pie cuando estoy por lograrlo agarra uno de mis tobillos y vuelvo a caer, golpeándome la boca. Me da la vuelta y al tener la oportunidad pateo su rostro con el pie que intenta controlar. Le doy varios golpes hasta que me suelta. Se cubre el rostro que he dejado sangrando y sin esperar que me vuelva a atacar, me levanto como puedo. Al lograrlo intentó pasarle por al lado con rapidez para no darle la oportunidad de volver a tocarme. Estoy por lograrlo pero una de sus manos vuelve al ataque contra mi pelo y vuelvo a ser enviada hacia la cama. Ningún respiro obtengo y me encuentro siendo volteada de espalda hacia él.
- ¡Détente! – Grito a todo pulmón cuando siento la navaja cortar el broche de mi sujetador y en el proceso rasgar mi piel.
- Tranquila, está es sola la primera de muchas. Para cuando termine contigo serás irreconocible...eso es, si aún estás aquí para verlo. – Y con eso último comienza mi tortura.
Intentar batallar con él, volvía todo peor. El filo se incrustaba con más intensidad. Insoportable el picor de mi garganta al gritar y mis muñecas dolían uniéndose al conjunto de molestia. Detengo todo intento cuando no le veo caso y más cuando noto que le es gratificante mis gritos y súplicas. Entierro mi rostro en el colchón, acalló mis gritos, suprimo mis lamentos y me sumerjo en el dolor, intentando adormecer su tacto por mi piel lastimada y los nuevos cortes que en ella crea. Ignorando los toques de navaja. Me está venciendo o yo me estoy rindiendo...no importa cuál de las dos. Porque esto solo es el comienzo.
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- Adarita – siento mi cuerpo ser movido, leves golpes en mi mejilla me levantan. – Vamos quiero que aprecies el resultado final.
Al mirar ante mí un espejo deja ver a Donovan estar cubierto de sangre. Me agarra como una muñeca de trapo, una de sus manos rodean mis hombros y otra pasa por mi estómago. Sonríe y comienza a darle la vuelta a mi cuerpo, mientras hace que de alguna forma mire aún al espejo. Lo que veo es rojo, lo que alguna vez fue mi espalda ahora ha sido sustituido por una versión demacrada. Ha vuelto a hacerlo, intento no ver y todo mi peso se lo dejo a él. Vuelve a ponerme derecha, una de sus manos acaricia mi abdomen y aunque intentó separarlo comienzo a notar que mis fuerzas son inexistente.
- Te hubiera vuelto a decorar aquí, pero no quiero lastimar al bebé. – Dejo de llorar y lo miro pasmada. – Vamos a ver cuento tiempo dura antes de que colapses y lo pierdas por ti misma. Te aconsejaría limpiar las heridas u obtendrás una infección. – Pasa una mano por mi espalda sin delicadeza alguna y muerdo mis labios e intentó no gritar. Se detiene y suelta una carcajada. - No eres nada, recuérdalo. Eres solo una mísera partícula de lo que alguna vez fuiste. – Me besa la mejilla y me sonríe desde el reflejo. – Admito que fui un pequeño acosador, ¿Creíste que podías olvidarme?... ¿Creíste que él podría recomponerte? – Me abraza más fuerte y pasa su nariz por mi cabello respirando con fuerza. – Es gracioso como en estos años fuiste paranoica mirando a cada persona que te pasara por el lado, velabas hasta al viento que te tocaba. Pero llega Sebastián Johnson y te olvidaste de lo que te rodeaba, de que el cazador nunca descansa hasta obtener a su presa. Tanto fue tu despiste que ni cuenta notaste en el cambio de tus cámaras de seguridad. – Suelta una carcajada y muerde el lóbulo de mi oreja. – Y ni siquiera conocías al psicópata al que le abrías las piernas. Ni siquiera notaste las cámaras en tu habitación...y en el baño. – Acaricia mi cuello con sus labios y siento el reconocido sentimiento de vomito venir a mí. – O tal vez si las viste y solo querías darme un espectáculo. – No digo nada, ni hago ningún movimiento. Estoy consumida por el miedo que me alberga. – No eres nada más que pedazos descompuestos. Eres tan...débil. – una de sus manos pasa por mi pómulo derecho en el que tengo un creciente hematoma. Aprieta he intentó separarme de él, del dolor que crea.
Me sigue apretando el rostro y tanto es mi intentó de separación, que termino en el suelo con él encima de mí. Sus manos se trasladan a mi cuello y sin espera alguna, comienza a acortar el oxígeno que entra en mí. Por impulso mis piernas patalean descontroladas y mis manos van a las suyas. Rasguño, golpeó y batalló. Sin importar los intentos de golpes que doy, él sigue asfixiándome y se aproxima a mi rostro.
- Estás tan rota y desfigurada como una vasija de cristal. ¿Y él?...era un buen espejismo. Lástima que intentaste que él te volviera a reconstruir, por qué no sabes ni la mitad de persona que era. Magnífica fue la noticia de su muerte.
Mis manos, piernas y todas mis fuerzas se han extinguido. Mi desespero por sacarlo de encima fue lo peor para mi poco oxígeno. Y con cada palabra que dice, las cosas comienzan a volverse borrosas. Cuando ya no soy capaz de escucharlo bien y solo se me es posible escuchar el insistente tintineo de mi pulso ser lento, deja su agarre he inconsciente toso y busco el aire que me fue negado. No es mucho el respiro que obtengo, cuando noto como un puño se aproxima. El viene a mí, nada puedo hacer más que recibirlo atontada. Y quedo postrada en el suelo. Respiro con dificultad y veo cómo el peso sobre mí se va, mis ojos se van cerrando solos y antes de volver a ir a la conocida oscuridad, veo su sonrisa maliciosa y de júbilo.
"Rota y desfigurada como una vasija de cristal". Tiene razón. Craqueada he estado durante años e inconscientemente le di a Sebastián el trabajo de que debía recomponerme, pero eso no debía dejárselo a él. O a alguien más que no fuera yo. Creo que sin pensar vi la salida, los beneficios. Si él me dejaba caer el dolor estaría, con un corazón roto me encontraría. Pero ahora sé que no existe nada más doloroso que el daño que uno mismo se es capaz de crear sin piedad. Así que posiblemente estaba huyendo de mí, de mi yo autodestructiva. De esa que aunque...
- ¿Por qué le crees? El Diablo es persuasivo, engañoso. Y tú vas creyendo en su palabra de mala leña. – abro los ojos y al ver a mi alrededor todo es oscuridad. - ¿Por qué no me quieres? – una voz a mi espalda me hace voltearme con rapidez.
- ¿Que? – una chica sentada en el suelo me da la espalda. Se encuentra dándole la cara a un televisor que está encendido, pero sin transmitir nada. Me aproximo y cuando veo su rostro me da el sentimiento de una película de terror.
- ¿Por qué no me quieres a la vista de los demás, a la vista de ti? – Mi yo de años atrás deja de ver a la pantalla frente a ella y me mira herida.
Su rostro está golpeado. Pómulos y ojos inflamados. Labios y nariz rotos. Sangre cubre la mitad de su rostro. Y esta desnuda...hematomas por todas partes, desde los muslos hasta el recorrido del cuello. El abdomen...sangre escurre de el. En definitiva mi yo del día en que todo fue a peor.
- Te miras al espejo y me haces a un lado. ¿Es por qué crees que soy débil? ¿Por qué estoy herida, marcada? ¿Sabes? Yo fui violada, perdí un hijo, perdí muchas cosas. Y vivo el constate recuerdo.
El televisor me asusta al comenzar a emitir algo y reconozco lo que es al solo escuchar mis gritos. Mi yo de años atrás se aproxima más a él y al poner una mano en la pantalla veo una cadena aprisionando su muñeca. Mira la escena que se reproduce por varios segundos. Yo solo la miro a ella. Tan real, cada golpe, corte. Todo es exactamente a lo sucedido. Y más real lo vuelve el sonido de mi voz implorando piedad, gritando por ayuda. Pidiendo la muerte antes de más.
- A veces cuando tú te vas por completo, la única luz viene de los recuerdos, de las pesadillas. Y ambos vuelven y me tocan. Y tú los dejas. – Deja de mirar la pantalla y me mira. - Por eso mis heridas son frescas, nuevas. Mi sangre nunca se ha detenido de escurrir, mis gritos nunca se han acallado por completo. – Pasa su mano sobrante por su rostro manchando su rostro con más sangre. - No soy tu enemigo, pero intentaste extinguirme, eliminarme de la imagen. No quería drogas, no quería alcohol. Pero tú querías olvidarme. - Loca en definitiva me he vuelto, pero eso es lo menos que me preocupa. Sus palabras...mis palabras. Deberían ser un reproche, más siento que no lo son. Si no más bien es un lamento. Y bien que lo comienzo a comprender. ¿Qué me he hecho? - Solitario es el olvido y consumidor el dolor. No me dejes por más tiempo en el olvido y no dejes que el dolor me consuma más. – Tiende una de sus manos hacia mí y no me puedo contener en no tomarla. Me siento frente a mí misma en el suelo y al sentir lágrimas silenciosas bajar por mis mejillas mi yo del pasado las limpia con rapidez. - Yo he estado para ti, y lo seguiré estando. Así que...- Recibo una cachetada, la cual no duele para nada. Solo un cosquilleo como resultado. – Tienes que perdonarme, perdonarte. O de aquí no saldremos.
- No creo verle salida al infierno. – Mi voz, escucharme es diferente a la suya de alguna manera. Ella lastimada, pero tranquila, segura sin ninguna lagrima derramada. Yo lo contrario. Ella me sonríe y parece que su lastima se va de apoco.
- Todo tiene salida, pero si mueres tú infierno será eterno. – Sus manos me sostienen por las mejillas y me aproximo más a ella. - El mirar hacia atrás a veces no están malo, no al menos si vas en busca de los pedazos que has dejado en el transcurso del intentó de seguir sin ti misma. Pero la verdad es que...esas partes que menos te gustan de mí, esas que lastiman, nos hacen quienes somos. Y me necesitas, yo te necesito...nos necesitamos. – deja mi rostro y me agarra por los hombros. - No estamos rotas, él no tiene razón. Solo estamos perdidas. Y no necesitas a nadie más que a ti para salir de esta. ¿Caballero con brillante armadura? ¿Quién dice que son solo hombres? – Nos abrazamos y por alguna razón siento un tipo de energía despertarme. - Es momento de pelear con o sin fuerzas y es tiempo de ponerte la armadura, dura de coraza e intraspasable de hierro reforzado. – La abrazo con fuerza y una seguridad me abarca. – Ahora es momento de que despiertes.
- ¿Que? – Asustada me separo de ella.
- Momento de despertar e ir a la guerra. Y recuerda "rota nunca, descompuesta tampoco, pérdida pero ya has sido encontrada". Ahora, despierta.
Y como un resorte abro los ojos al sentir agua caer sobre mí. Me siento de inmediato al notar que me encuentro recostada en el suelo de una ducha. El agua que cae sobre mí rostro me ciega y mi cabello viene a unirse. Lo apartó y miro a mí alrededor. Todo está sucio, es un baño pequeño, la ducha no tiene cortina y puedo ver un gabinete estar a punto de colapsar. Cuando estoy por cuestionarme que hago aquí la puerta de madera se abre y al ver el rostro de Mike me arrastró a la pared más cercana. El agua sigue cayendo sobre mí y lastima mis heridas más de lo que están.
- Oh cariño ¿Qué te ha hecho? – Él se comienza a aproximarse y temerosa de que el continúe el trabajo de Donovan le imploro que se detenga. – No te haré daño pequeña flor. – Se apega a mí aunque con mis manos intento apartarlo. – Te voy a limpiar o las heridas se infectaran. Donovan me negó acercarme a ti pero, se puede ir al demonio. Tú eres mía. Y ni él o tu noviecito volviendo de los muertos, me detendrá de cuidar a mi chica. – Me atrae a su cuerpo y es cuando noto que estoy completamente desnuda.
Comienza a pasar una esponja por mi cuerpo y batalló con él para que me deje. Sus manos comienzan a volverse más insistentes y yo comienzo a poner más fuerza.
- Como he extrañado tú cuerpo.
- No Mike, déjame. – Sus manos tocan mis pechos con agresividad y sin demora golpeó su rostro. Mi golpe no parece hacerle nada y me mira molesto.
- ¿Es por él?
Quito sus manos y me separo lo más que puedo, pero vuelve atraerme a su cuerpo y me pega contra la pared. Comienza a elevarme del suelo mientras una de sus manos aprieta mi cuello con fuerza máxima. Ni siquiera intentó respirar pues sé que nada obtendré. Y como si Donovan y él pensaran igual hace golpear mi cabeza contra la pared. ¿La diferencia? Un golpe en el rostro lo hubiera soportado más, algo que mi cabeza parece no estar dispuesta a repetir.
- ¿Por qué me haces actuar así? Intento ser bueno contigo y tú simplemente me menos precias. – Me suelta de sorpresa y caigo de bruces contra el frío y mojado suelo. - Oh nena lo lamento. Perdóname ¿Sí? – Él se coloca a mi nivel y coloca sus manos en mis lastimadas mejillas, sosteniéndome la mirada. Parece esperar por mi respuesta y como no creo poder soportar otro golpe más, asiento. - Ahora dame un beso.
No me da la oportunidad de negarme y colapsa sus labios sobre los míos. Muerde mi labio inferior y usa la oportunidad de mi quejido de dolor para adentrar su lengua en mi boca. Aprieto mis ojos he intentó pensar que esto no está sucediendo, que esto es una pesadilla y no la repetición de un día en el infierno. Deja de maltratar mi boca y aunque quiero vomitar me contengo, él me pega a su pecho y me abraza. La repulsión está en mí y las ganas de gritar más aún, pero solo dejo caer lágrimas silenciosas que se combinan con el agua que cae sobre mis mejillas.
- Estoy tan Feliz de volver a tenerte. Más feliz que el momento en que maté al bastardo de Sebastián Johnson. – Y es con esas palabras que el contenerme no lo soporto.
Quejidos salen de mí y cubro mi rostro con mis manos. El llorar no puede ser mi única solución y las palabras de mi sueño vienen frescas en mi cabeza, como un recordatorio. "Tiempo de ponerte la armadura. Dura de coraza e intraspasable de hierro reforzado." Mis últimas lágrimas caen, pero pronto se detendrán porque de alguna manera saldré de aquí. No importa que tenga que hacer para lograrlo.
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Sebastián (1.1)
RomanceSinopsis: Él un abogado y ella una detective de Nueva York, ambos con el ego por las nubes, son muy parecidos en muchos aspectos. Un homicidio los une, ambos tratarán de aclarar los hechos. Él para limpiar su nombre y ella para buscar la verdad...