Capítulo 49: Érase una vez un niño maldito.

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Cuando al fin me creo capaz de hablar, escucho la voz de la persona con la que fantaseo matar. Y es cuando la ira toma control de mis acciones. Para este momento todo se vuelve cámara lenta, sin poder controlarme agarro la primera cosa que podría usar como un arma y para puntos a mi favor es un sarten bastante pesado. Al notar las dos personas mis planes, intentan detenerme, pero soy más rápida que ellos. Me doy la vuelta y al empujar la puerta hacia atrás, golpeo a la persona que estaba por entrar en la cocina. Fue tan fuerte mi empuje y la fuerza usada que escucho como un cuerpo colapsa contra el suelo. Al mirar a la persona, siento que lo que deseo se cumple sin esfuerzo alguno. Sebastián se cubre la nariz y la expresión de dolor me alegra. Me aproximo a él y cuando me ve sus ojos se abren asustados. La expresión de asesina en mi rostro le debe estar dando una idea de lo que tengo pensado hacerle. La verdad que no me importa en lo más mínimo lo psicópata que luzco y luciré. La ira que siento es más grande que el sentido de consciencia. Es el enojo más intenso que alguna vez tuve la oportunidad de sentir. Y el hecho de que la palabra traición se repita como una puta grabadora en mi mente no ayuda para nada.

"Voto a la duda, a la mierda el voto de la duda."

Pongo en alto la mano que aguanta el arma que utilizaré y es cuando Sebastián reacciona. Se pone en pie con tal rapidez que por un momento me desconcentra. Pero solo es eso, un momento un insignificante segundo que no me descarrila de las miles de maneras en las que me veo golpeándolo hasta la inconciencia. Se comienza a alejar con rapidez y muevo mis pies hasta alcanzarlo lo suficiente. Mira para atrás y cuando vuelve a aparecer la expresión de miedo en su rostro, es cuando le doy mi primer golpe. Lo esquiva al bajarse, salvando a su cabeza de ser decapitada. Sus movimientos son rápidos y cuando estoy por volver a lanzar otro golpe no veo cuando soy tacleada por el sin demasiada fuerza, pero si la suficiente para que por la impresión deje caer el arma entre mis manos. No me aguardo ningún segundo y al estar levantada en el aire impulso mi rodilla contra su anatomía. Recibe el golpe y escucho como expulsa el aire fuera de su sistema. Cuando mis pies vuelven a tocar el suelo y él está de rodillas a te mí no me controlo al tenerlo a tal merced y mi rodilla vuelve a impactar, esta vez yendo directo a su rostro. Cuando creo que caerá por completo en el suelo soy yo la que lo hace. Una de sus manos agarro mi tobillo y al jalar perdí el balance. Mi espalda sin remedio alguno al igual que mi cabeza recibe un golpe contra el duro suelo. Al encontrarme aturdida, le doy el momento para atacarme y es cuando lo siento colocarse sobre mí. Sus manos aprisionan las mías sobre mi cabeza, intento con todo lo que puedo soltarme de su agarre, pero su fuerza, es más. 

- ¡Detente maldita sea! – grita frustrado al sentir mis piernas golpearlo. Ahora no tiene ninguna pizca de miedo en sí, solo frustración. Pura y aviva e irritante frustración. Dejo de moverme al no obtener resultados de los intentos que hago para quitarlo de mí. Cuando pasan varios segundos en los que el ruido de nuestras respiraciones agitadas es lo único que se escucha, me suelta y pone en pie.  - ¿¡Estas malditamente loca!? ¡Me has intentado matar con un sartén! – Me pongo en pie y sin darle importancia al dolor que siento sonrio, dándole más énfasis a mi locura.

- Bienvenido a la realidad, tu un maniático asesino y yo una puta loca. Somos el puto desmadre de la década. – su entre ceja se frunce más y parece querer contenerse. – Solo pensé que como habías jugado al muertito antes lo podríamos repetir. Pero esta vez la muerte viene por ti o yo te llevo a ella. – Sigo con la máscara de sonrisa en mi rostro y la frustración en él va cediendo. Pasa sus manos por su rostro limpiando la sangre que corre por su nariz.

- Adara sé que estas más que molesta y con razón, pero estas embarazada y he hecho que te calleras y golpearas. Necesito que todo el enojo que sientes por mí lo reprima...

- Me investigaste a mis espaldas. – Detengo su discurso y mis palabras causan un cambio en su rostro. - ¿Quién eres?

- ¿Qué? – Carraspea como si se le hubiese hecho difícil hablar. 

Sebastián (1.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora