Diciembre 1980

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Capitulo 23: Diciembre 1980

Justo cuando todos los embarazos habían concluido con la llegada de los hermosos bebés que iluminaban las vidas de las familias que habían llevado al mundo mágico a la derrota de Voldemort, Amelia Lovegood invitó a sus amigos a una reunión en su casa el tres de agosto para comunicarles que llevaba tres meses de gestación, lo que concluyó con una enorme cantidad de bromas de parte de Sirius sobre cómo los Lovegood habían festejado la caída de Riddle.

Y mientras los bebés crecían y las madres se ahogaban en babas observándolos, los preparativos de la boda Black-Mckinon avanzaban con rapidez. Lo que al principio había sido planeado como una boda simple solo con sus amigos presentes, comenzó a tomar otras dimensiones al darse cuenta que su lista de amigos y familiares llegaba a setenta personas pensándolo solo un minuto. Y aún no estaban sumando a todos los parientes Black y Mckinon, solo a los más cercanos.

Jennifer Mckinon y Walburga Black se habían obsesionado en hacer de la boda de sus hijos un evento único e irrepetible, no reparaban en gastos a la hora de ultimar detalles, aunque Sirius y Marlene las bajaban a cada rato de su novena nube para simplificar aunque sea un poco la abundancia y elegancia que ellas imaginaban.

Habían alquilado un gran salón en las afueras de Londres que contaba con un bello jardín lleno de rosas de todos los colores. El interior estaba decorado con telas que colgaban del centro del techo hasta las paredes, adornadas con hileras de luces blancas, largas lámparas colgaban en el centro y las mesas con manteles blancos llevaban en el centro pequeñas velas.

La boda se oficiaría al atardecer en el jardín, donde habían armado un pequeño altar en el centro de las rosas, logrando un ambiente sumamente romántico al combinarlo con las velas que adornaban el pasillo por donde la novia caminaría.

Todo estaba listo, solo faltaba que el gran día llegara.

Entonces, el 24 de diciembre llegó.

Bill, Charlie, Dora, Percy, Audrey y los gemelos Fred y George repartían pétalos de lirios de agua azules a través del pasillo, seguidos de las damas de honor: Andrómeda, Narcissa, Molly, Lily, Alice, Amelia, Petunia, Jeanine Mckinon y Minerva, todas enfundadas en túnicas azules. Una vez que todas se hubieron acomodado en sus respectivos lugares a los lados del altar, desesperando a Sirius por la lentitud de sus movimientos, Marlene apareció del brazo de su padre.

Su vestido blanco corte sirena con piedras brillantes encandiló al pelinegro. Sus ojos la recorrieron de arriba a abajo, sin perderse ningún detalle. Observó cómo su cabello caía sobre sus hombros, suelto, así como le gustaba a él, notando las pequeñas flores azules que lo adornaban. No se detuvo hasta encontrar sus ojos, resaltados por el maquillaje, brillantes por la emoción. Sonrió como nunca antes había sonreído al notar el amor con el que ella lo miraba y ansió sentir sus labios con desesperación.

Al tenerla junto a él, tomó su mano con delicadeza y la acarició sin perder de vista sus ojos, girándose hacia el altar, donde James, Severus y Remus los esperaban para oficiar la boda. Tan absortos estaban el uno en el otro, que no se dieron cuenta de que la ceremonia había avanzado hasta que Severus les llamó la atención.

-Sus votos.-Les repitió al ver que no entendían lo que sucedía. Marlene fue la primera en hablar, tomando el anillo de James le ofrecía mientras su mano agarraba la de Sirius.

-Desde el momento en el que te conocí, sentí que había algo especial en ti, sentí que no importara lo que hiciera, no podría quitarte de mi mente.-Comenzó perdida en su mirada.- Y así fue. Aunque quisiera evitarlo, siempre pensaba en ti.-Le sonrió como tonta enamorada sin poder evitarlo.- Pero yo no corría detrás del amor sin importarme más que eso, yo soy complicada, terca, negadora.-Ambos rieron al igual que sus invitados, pero ellos no lo notaban, porque solo ellos dos existían en ese momento.- Y no pude ocultarlo más, porque no podía vivir una guerra más sin ti a mi lado, sin decirte lo mucho que te amo.-Sus ojos se cristalizaron al recordar la batalla.- Estoy completa e irrevocablemente enamorada de ti, de todo lo que eres y todo lo que serás. Te amo, desde siempre y para siempre, a pesar de todo y todos.-La promesa clara y su voz era segura al hablar.- Por eso hoy, frente a nuestra gran y única familia, te pido que me hagas el honor de luchar a mi lado, de destruir juntos todos los obstáculos que se crucen en nuestro camino y construir una gran familia feliz. Juntos e igual de enamorados que ahora. Te tomo como mi esposo, en la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. Más allá de la muerte. –Deslizó el anillo en el dedo de Sirius, aún sin quitar sus ojos de los de él. Remus le ofreció el otro anillo a su amigo, quien lo tomó emocionado.

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