Octubre 1981

3.9K 246 133
                                    


Capitulo 30: Octubre 1981

Dos meses y medio habían pasado desde que Molly Weasley había entrado en coma y nada había cambiado en su estado. Los medimagos comenzaban a darse por vencidos, nunca habían tenido un caso así, normalmente sus pociones y hechizos sanaban las heridas en menos tiempo, aún más rápido desde que Severus había creado su poción sanadora instantánea durante la guerra.

Arthur apenas comía y no se despegaba de su esposa, sus ojos vivían llenos de lágrimas y el único momento en el que sonreía era cuando sus cuñados, que se estaban encargando de los pequeños, los llevaban al hospital a visitarlo. Bill, Charlie y Percy eran los únicos que podían entrar a la habitación a ver a su madre, y cada vez que lo hacían les contaban cómo estaba creciendo su hermanita, a la que ellos habían llamado Ginnevra, como la esposa del Rey Arturo. La pequeña pelirroja se había ganado el corazón de todos, sobretodo de su padrino Gideon y de su madrina Amelia, quienes eran los que se encargaban de que nada le faltara.

Con la preocupación por el estado de Molly y lo que sucedería con los pequeños Weasley, llegó el día de Halloween.

Lily y los Merodeadores se habían despertado con una rara sensación de angustia esa mañana, sus pechos se oprimían de preocupación y a cada hora se acercaban a sus ventanas a ver el exterior, teniendo la sensación de que algo sucedería. Pero no eran los únicos, Petunia se había despertado llorando, había tenido una horrible pesadilla en la que tanto su hermana como su cuñado morían dejando huérfano a su sobrino y lo primero que hizo fue llamar a la pelirroja para asegurarse de que estuviera bien.

Eran tan fuerte ese horrible sentimiento que se habían reunido en la Madriguera, queriendo juntarse con toda su familia, tratando de encontrar contención en ellos. Pero fueron los niños los que encontraron la solución.

Dora se había acercado tímidamente a Remus, la pequeña de ocho años le había tomado tanto cariño al amigo de su tío que era a él a quien acudía cada vez que necesitaba algo.

-Remus.-Ante el llamado de la niña, el castaño se giró con una sonrisa, estirando sus brazos para subirla a su regazo, como cada vez que ella se acercaba a él.

-¿Qué necesita la niña más hermosa del mundo?-Preguntó con dulzura, haciéndole cosquillas en sus costados.

-Charlie está muy triste.-Susurró mirando a su mejor amigo de nueve años, que había pasado toda la mañana apretando fuertemente el dragón de peluche que su madre le había regalado para su último cumpleaños. Remus frunció el ceño, sintiendo una ira incomprensible al ver la preocupación de la sobrina de su amigo por el segundo de los Weasley. –Quiero hacer algo para animar a mis amigos.-Explicó Dora volviendo sus ojos a los del castaño.- Estaba pensando en ir a pedir dulces, podemos disfrazarnos.- Su emoción era tan grande que Remus se sintió incapaz de negarle su petición.

-Si es lo quieres hacer... ¿Quién soy yo para negarme?-Aceptó levantándose con ella en brazos, Dora sonrió y dio varios aplausos antes de abrazarlo fuertemente.

-Me voy a disfrazar de loba.-Exclamó soltándose de su agarre para bajar al suelo y correr hacia sus amigos. Audrey la recibió, saltando con ella al escuchar que Remus había aceptado.

-Esa niña te tiene comiendo de su mano.-Dijo Severus colocándose junto al castaño.- Yo que Ted comenzaría a preocuparme.-Bromeó dándole un golpe divertido en el costado.

-Es una niña Severus.-

-Si, una niña que crecerá y se convertirá en una hermosa muchacha...-Sugirió alzando las cejas, la sola idea hizo que el corazón de Remus latiera velozmente y una sonrisa tonta creciera en su rostro.- Yo solo digo.- Severus alzó las manos y sonrió con las cejas alzadas.- ¿Vamos a buscar un buen disfraz?- Le preguntó para sacarlo de su ensoñación, Remus asintió y juntos fueron a buscar el mejor disfraz para acompañar a los pequeños a buscar dulces.

Tiempo HechizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora