El adiós

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Capitulo 39: El adiós.

Cuando la familia Black se bajó del avión en el aeropuerto internacional de Londres, toda su familia estaba esperándolos, vestidos de luto y con sus miradas llenas de compasión. Lily y James corrieron hacia sus mejores amigos, abrazándolos fuertemente y dándoles su pésame, al igual que hicieron los gemelos Prewett con Regulus. Severus caminó hacia Narcissa y Lucius y colocó su mano derecha sobre el hombro de su mejor amigo, acariciando el cabello de su amiga con cariño y sonriéndole a la pequeña en sus brazos. Remus, quien había retirado a Dora del colegio, se acercó a los padres de la pequeña junto a ella y los abrazaron con fuerza. Héctor se acercó a Druella y Cygnus, asegurándoles que podían contar con él para lo que necesitaran, ya que sabía en carne propia lo que era la pérdida de un hijo.

-Todo está listo. Dumbledore oficiará la ceremonia y lo haremos en las Seven Sisters, aún recuerdo que me dijiste que fue el último lugar en donde estuvieron todos juntos y lo bien que lo pasaron ese día.-Dijo Petunia con una pequeña sonrisa mirando a Narcissa, quien asintió devolviéndole una mirada agradecida.

-Además, entre todas nos tomamos el atrevimiento de decorar la habitación para la pequeña. Está ambientada en tonos verdes y tiene la constelación de Orión con la estrella de su madre brillando en el techo.-Andrómeda y Narcissa tuvieron que hacer un gran esfuerzo para no llorar.

-Gracias.-Susurró Regulus realmente agradecido por los buenos amigos que los rodeaban. Ninguno de ellos dudó en acompañarlos y ayudarlos en ese momento tan duro que estaban transitando, haciéndolo más ameno.

El viaje en los autos voladores fue largo y silencioso, uno tras otro volaban en fila con el auto de la familia Black en la cabeza y Ted como conductor. Aterrizaron en las costas del Canal de la Mancha, junto a los acantilados. Sirius bajó la urna de su prima mientras Regulus llevaba el de Franco.

Dumbledore los esperaba junto a McGonagall, ambos vestidos con túnicas negras, en un pequeño altar hecho con telas blancas y una pequeña mesa con un cuenco lleno de líquido. Narcissa apretó fuertemente el frasco que el medimago le había dado en Ushuaia, temiendo ver lo que había en su interior.

Ágata, en los brazos de Andrómeda, dormía plácidamente, sin saber que estaban a punto de despedir a sus padres por última vez.

Todos se sentaron en las sillas doradas que se habían colocado frente al altar y los hermanos Black caminaron por el pequeño pasillo entre ellas con las urnas en mano, colocándolas suavemente junto al cuenco.

-Por amor llegaron a éste mundo y con amor se van, tomen de nosotros nuestros buenos deseos en este viaje que emprenden e iluminen los días que nos quedan. Vuelven con el viento, fúndanse en uno solo y encuentren el descanso eterno. Nosotros cuidaremos del fruto de su amor hasta que volvamos a encontrarnos.-Dumbledore hablaba con los ojos cerrados con sus manos sobre ambas urnas y su voz llenando los oídos de los presentes con dulzura. – Vuelvan a la tierra que los vio nacer.-Levantó las tapas de ambas y abrió los ojos, mirando a las hermanas. Drómeda dejó a su sobrina con Ted y caminó hacia el altar junto a Cissy, tomando un puñado de cenizas y lanzándolas hacia el acantilado y viéndolas flotar en el viento. Druella y Cygnus la siguieron y más tarde Walburga y Orión para luego darle lugar a Sirius y Regulus. Poco a poco todos se levantaron y tiraron un puñado de cenizas al viento, hasta que las urnas estuvieron vacías.

-Sus almas han sido liberadas, su cuerpo ya no es un impedimento para ellos. Sus presencias nos acompañan siempre.- Dijo Minerva estirando su mano hacia Narcissa.- Sus últimos recuerdos perdurarán en nuestros corazones.- La rubia le entregó el frasco con los recuerdos y la profesora los vertió en el cuenco, haciéndolo crecer hasta que todos los Black, excepto los niños, pudieron adentrarse en él.

Tiempo HechizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora