Capítulo cincuenta y nueve.

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Narra Louis

Para evitarme encuentros innecesarios con fans cotillas y preguntas del tipo “¿Qué haces aquí cuando deberías estar en otra parte del mundo?”, decidí llamar a un taxi y esperarlo en una calle que me quedaba cerca y por la que no pasaba apenas gente.

Justo antes de que llegara el taxi mi móvil pitó en señal  de que se estaba agotando la batería, tendría que ponerlo a cargar en cuanto llegara a casa.

Durante el trayecto en taxi el móvil seguía pitando, era irritante y, por las miradas intermitentes que me echaba el taxista a través del espejo retrovisor, éste podría pensar que lo que pitaba era un bomba y en segundos los dos saldríamos por los aires. Era eso o simplemente era que me había reconocido. Aunque me causaba más gracia la primera opción.

Le pedí al taxista que me dejara delante de un pequeño supermercado, el cual se encontraba a dos calles escasas de donde vivía. Después de un mes fuera necesitaba comprar algunas cosas y, por otro lado, Diane pasaría el día conmigo, con suerte también la noche, me gustaría sorprenderla con una buena comida.

Quien te oiga pensará que quieres prepararle la típica cenita romántica. Ya puestos ¿por qué no te pasas por una floristería y le compras un ramo de rosas? Maldito crío enamorado…

¡No estaba enamorado! Solamente iba a devolverle el favor, ella había cocinado para mí el día anterior.

Sí, devolverle el favor, seguro… ¿Quieres que vaya encargando un ramo? ¿Bombones tal vez?

Exasperante, esa diminuta voz interior era exasperante.

No tenía claro qué era lo que iba preparar para Diane, también desconocía cuales eran sus gustos así que terminé comprado de todo y más, de modo que acabé saliendo de la tienda cargado de bolsas llenas de productos varios. A menos de veinte metros de distancia de aquel supermercado mis ojos vagaron por la vidriera de una tienda, me paré, miré hacia arriba, topándome con el nombre de aquella floristería escrito en grandes letras azules y verdes sobre la puerta. Ladeé la cabeza, pensativo. Quizá… No. Definitivamente no. Menudas cursilerías se me ocurren.

Eché a andar, pero no logré dar ni siete pasos cuando gemí frustrado. No podía creerme que fuera a hacer eso. Pero lo hice. Volví sobre mis pasos hasta quedar frente la misma puerta de cristal que segundos antes. La empujé suavemente con el antebrazo. La señora que estaba al otro lado del mostrador me sonrió al instante.

Qué pena que tú y yo no hagamos apuestas serias, Louis, porque yo las ganaría todas.

Cuando por fin llegué a casa lo primero que hice fue dejar las bolsas de la compra, mi mochila y el estúpido ramo sobre la mesa de la cocina. Guardé todo lo que había comprado, luego abrí la mochila y busqué el cargador de mi móvil en ella, tenía que enviarle a Ane un mensaje con mi dirección. Enchufé el cargador en uno de los enchufes que había en la cocina, lo conecté al móvil y encendí el aparato. Nada más encenderse me llegaron varios avisos de llamadas perdidas: cinco eran de Paul, otras dos de Liam y una de Eleanor. Pulsé sobre el nombre de Paul y le di a llamar. Conecté el manos libres.

Al segundo pitido escuché su voz profunda:

-¡Louis! –berreó.

-Hola, Paul.

-¿¡Dónde narices estabas!? ¿¡Por qué tenías el teléfono desconectado!?  -mientras me gritaba yo admiraba las rosas que componían el ramo, eran preciosas, estaba seguro de que a Diane le gustarían-. ¡Louis!

Secrets. {Louis Tomlinson Fan Ficción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora