Capítulo sesenta y seis.

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Narra Diane

Cuando me largué de casa de Louis no era capaz de dejar de llorar, sus palabras me habían perforado el corazón. “Me das asco” “Eres una puta”. Dolía más eso que cualquier golpe.

Al llegar a casa vi a Sam y ella, preocupada por mi aspecto, no dudó en correr a abrazarme. Me preguntó qué me pasaba y, como siempre, le conté la verdad levemente distorsionada. Las dos nos pasamos horas recostadas en mi cama; yo llorando y ella abrazándome, acariciándome el pelo y diciéndome que no me preocupara, que todo iba a ir bien. Si sólo supiera lo que realmente ocurría no diría eso…

Finalmente, tras hablar con Sam y acabar con todas las reservas de agua de mi organismo, me quedé dormida.

Esta mañana al despertar y mirar la hora en el móvil, vi que tenía ocho llamadas perdidas de Louis, todas hechas en un intervalo comprendido entre las dos y media y las cuatro de la madrugada. Como había tenido el teléfono en silencio no escuché las llamadas, pero aunque las hubiera podido atender, no lo habría hecho.

Di vueltas en la cama, intentando encontrar la postura perfecta para seguir durmiendo. Misión imposible. Una vez despierta el dolor de cabeza por haber estado llorando se pronunció, y con las jaquecas llegaron los recuerdos del día anterior. Otra vez esa presión en el pecho.

Bufé rendida por no conseguir dormir. Salí de la cama, dejé el móvil cargando sobre la mesita, abrí la ventana para airear la habitación y bajé a la cocina a tomar algo.

Era muy temprano, las seis y media de la mañana, ni Sam se había levantado aún para prepararse para ir a clase.

Cogí una taza, la llené de agua y la metí en el microondas. Busqué en uno de los armarios de la cocina la cajita de té, saqué de ésta una de las bolsitas individuales. La señal acústica del micro me avisó de que aquello estaba listo. Tomé la taza en una mano y me senté a la mesa.

El agua caliente se tiñó del color del té al bañar la bolsita en ella.

Me quedé embobada mirando cómo se fusionaban el agua y la infusión y cómo el vapor se escapaba de la taza. Fue tal mi concentración que los minutos fueron pasando y cuando volví en mí el líquido se había enfriado por completo.

Di un sorbo. Jugueteé con mis dedos en la estructura del pequeño recipiente. Volví a beber y, ésta vez, al posar la taza sobre la mesa, me paré a mirar mi borroso reflejo. Incluso a través del amarillento líquido podían notarse mis ojeras. Mis ojos hinchados. Mi cara con gesto decaído.

Daba pena.

La voz de Louis seguía atormentándome, el eco de sus gritos rebotaba en mi cabeza, la piel me dolía pensando en sus dedos apretando mis brazos.

¿Por qué de un momento a otro pasamos de estar abrazados a estar soltándonos mierda? Iba todo bien, íbamos a pasar la noche juntos, me había comprado flores…

Llevé la mano al bolsillo trasero de mi pantalón. Llevaba la misma ropa de ayer. Ni me molesté en cambiarme al llegar a casa. Mis dedos se encontraron con lo que buscaba. Saqué el papel del bolsillo y lo puse encima de la mesa.

“Tú siempre serás mi secreto, y yo seré el tuyo”. Eso podía leerse en la tarjetita que venía con las rosas. Había guardado el papel en el bolsillo porque lo que estaba escrito en él me había parecido una promesa sincera y preciosa.

Claro que con las rosas no fui tan ágil, las dejé en su casa. Tonta de mí.

Me aguanté las lágrimas y terminé de beberme el té. Dejé la taza en el fregadero. Me tomé una aspirina para el dolor de cabeza y subí de nuevo a mi cuarto.

Secrets. {Louis Tomlinson Fan Ficción}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora