Caminaba tranquilamente por las grandes calles de la ciudad. Me gustaba caminar cuando el clima era agradable. El cielo estaba despejado, hacía un poco de calor pero con la brisa que soplaba refrescaba un poco.
Los últimos días había estado estresada. Tenía constantes peleas con mis padres, ellos pasaban día y noche planeando mi futuro. Mi padre quería que fuera abogada, como él. Según decía era para mantener el prestigio de los Cabello. Y mi madre, ella tenía una empresa de cosméticos. Ella también quería que formara parte de su negocio.
"Tal vez puedas modelar los productos" o "Podrías llegar a ser la segunda al mando en mi empresa" siempre decía cosas como esas. En realidad no tenía pensado que quería estudiar, pero sabía que lo que estudiara no tendría nada que ver con lo que ellos querían.Sin darme cuenta llegué a la playa, solo habían unas cuantas personas pero parecía que todas estaban en su propio mundo. Seguí caminando. Me relajaba el sonido de las olas rompiendo y la brisa que daba directo en mi piel. Me detuve un momento solo para contemplar el paisaje, el atardecer reflejado en el agua era simplemente hermoso.
No se cuánto tiempo estuve ahí de pie observando. Solo me di cuenta de que realmente era tarde hasta que sentí un leve golpe en el brazo derecho. Giré para poder ver que me había golpeado pero solo pude ver la silueta de una chica que corría no muy lejos. Observé que llevaba algo blanco en una de sus manos e inconscientemente mi mano bajó hasta el bolsillo trasero del short blanco qué llevaba ese día.
–Maldita–susurre comenzando a correr tras la chica.
Era rápida, llevaba una sudadera gris con unos jeans y tenía el cabello negro suelto, eso era todo lo que podía ver.
–Devuélveme la cartera–grité como pude, comenzaba a cansarme de correr.
La chica se giró solo un momento, parecía sorprendida de que la estuviera siguiendo pero luego sonrío enormemente.
Escuché su risa a lo lejos, se parecía a la de un bebé y eso me molestó más. Maldita se divertía con la situación.–Atrápame, si la quieres–su voz rasposa llegó hasta mis oídos.
Mis piernas comenzaron a temblar y en un mal movimiento caí al suelo enterrando mi cara en la arena. Levanté mi rostro del suelo solo para ver a la chica alejarse con mi cartera. Definitivamente se estaría riendo de mí.
Estaba cansada, no acostumbraba a correr mucho.
Enterré de nuevo mi cara en la arena.–Hoy no es mi día–dije dándome la vuelta para quedar sobre mi espalda con los brazos y piernas extendidas y los ojos cerrados.