Caminé a paso lento mientras me dirigía a casa pensando en todo lo que estaba pasando con Camila, con nosotras. No estaba segura de qué éramos realmente, porque simples amigas era claro que no.Con cada paso que daba me acercaba más a ese inseguro barrio, donde te asaltan si no te cuidas, donde te pueden hacer daño si no aprendes a defenderte, ese lugar en donde vivía. No me tomó mucho tiempo visualizar la casa vieja y azul así que aceleré mis pasos para llegar más rápido. Cuando llegué la puerta estaba abierta lo cual era algo extraño ya que la señora Miller siempre dejaba la puerta cerrada, a menos de que estuviera sentada afuera en el porche ella nunca dejaba abierto. Algo andaba mal.
Caminé hacia el interior de la casa con cuidado sin saber que podría encontrar adentro. Revisé la cocina y el comedor pero allí no había nada fuera de lugar. Todo en la primera planta estaba en orden excepto por el televisor en la sala que estaba encendido. La señora Miller no veía televisión, por lo general se sentaba en su viejo sillón a escuchar la radio. Otro indicio de que algo no estaba bien.
El sonido del piso de madera crujiendo en la segunda planta hizo que me acercará a las escaleras. Subí lentamente sin poder evitar que los escalones crujieran con cada paso que daba. Estando en el segundo piso una pequeña mesa tirada y un florero roto hicieron que me alarmara.
–¡Señora Miller! ¡Señora Miller!–gritaba entrando a cada habitación del piso.
No había señales de algún forcejeo en esas habitaciones, sólo me faltaba el baño. Nuevamente la madera volvió a crujir. Corrí sin perder más tiempo pero al girar el pomo de la puerta me dí cuenta de que estaba cerrado.
–No puede ser–frustrada pasé mis manos por mi cara y luego golpeé la puerta.
Escuché ruidos provenir del baño y eso me desesperó más.
–Señora Miller, ¿está ahí? ¿se encuentra bien?, Señora Miller–no podía dejar de golpear la puerta. Los ruidos cada vez se podían escuchar con más frecuencia.
Me separé de la puerta y una de mis manos viajó hasta mi cabeza para echar mi pelo hacia atrás. No tenía ni idea de que hacer o qué pensar. Probablemente algo le había sucedido a la señora Miller estando ahí adentro. Si ese era el caso entonces, ¿por qué carajos su puerta estaba abierta, su televisor encendido, el desorden que encontré al subir?, y lo más importante ¡¿por qué diablos cerraría la puerta del baño con seguro viviendo sola?!.
Todo estaba muy mal y averiguaría que estaba pasando pero primero tenía que abrir la maldita puerta.
Comencé a golpear la puerta con mi cuerpo pero no estaba funcionando como esperaba, además mi hombro empezaba a doler. Maldije una vez más para después comenzar a dar fuertes patadas a la cerradura.
–Estúpida...puerta...–no dejaba de golpear la puerta y la verdad ya me estaba cansando pero tenía que sacar a la señora Miller de ahí.
Unas cuantas patadas más y la puerta se abrió de golpe estrellándose con la pared del interior. Entré inmediatamente al baño y lo que ví me destrozó el alma. Ella estaba tirada en el suelo amarrada de pies y manos con un trapo en la boca.
–Por Dios, Susan–corrí a desatarla.
Marcas quedaron en sus muñecas y tobillos. Le quité lo que tenía en su boca y la miré preocupada. Se veía muy débil y asustada con lágrimas cayendo por su mejillas. Una lágrima cayó en mi mano, no sabía si era de ella o una de las mías pero eso no importaba ahora porque ya estaba con la señora Miller.–La-Lauren...–susurró la anciana levantando su mano temblorosa sólo para acariciar mi mejilla.
Sollocé.
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