Me acercaba cada vez a mi barrio, caminaba más rápido con cada paso. No quería terminar asaltada o golpeada, o cualquier otra cosa. A lo lejos pude observar un auto grande de color negro que parecía ser muy costoso, estacionado en frente de la casa de la señora Miller. Luego mis ojos se fueron a la gran casa dándome cuenta de que las luces estaban encendidas. Fruncí el ceño, ella siempre dormía temprano.
¿Habría olvidado apagarlas? Si era así entonces, ¿qué pasaba con el auto?.
Caminé tan rápido como pude y rodeé el auto, encontrándome con Susan en su porche. Estaba apoyada en la baranda mirando distraídamente hacia otro lugar.
–¿Qué hace aquí afuera?. Podría enfermarse–hablé llegando hasta ella.
Pasé mi brazo por encima de su hombro guiándola a la puerta.
–Lauren, cariño, hay una señora que quiere hablar contigo. Antes tengo que decirte que no es alguien muy agradable que digamos–dijo en voz baja, como si estuviera contándome un secreto.
¿Quién querría verme?
–No espero a nadie–contesté parando para abrir la puerta.
–Bueno pues esa mujer dijo que no se iría hasta hablar contigo, creo que es algo importante.
Entramos y caminamos en silencio a la sala, donde me dijo que estaba la señora que quería hablar conmigo. Contuve un pequeño grito que quería salir de mi boca al verla sentada en el sillón. Tenía una taza de té en sus manos, tomando sorbos tranquilamente.
–¿Usted qué hace aquí, señora Cabello?–dije aparentando calma, algo que me sorprendió ya que seguí sorprendida.
No esperaba que una mujer como ella estuviera en lugares como estos de noche y menos esperaba a que viniera a buscarme. Me costaba creerlo. Vi como se levantaba elegantemente y dejaba la taza sobre la pequeña mesa de madera que estaba junto al sillón.
–Uhm creo que me retiraré para que puedan hablar–dijo Susan acercándose a mí, acariciando mi brazo–Iré a dormir, Lauren, pero si necesitas algo puedes subir y decirme. Cuando terminen asegúrate de cerrar bien la puerta.
Asentí besando su frente.
–Que descanse señora Miller.
–Descansa tú también, linda–respondió sonriendo luego se dirigió a la madre de Camila–Que tenga buena noche.
La mujer sé alejó para ir a su habitación, escuchando la madera del piso crujir me aseguré de que ya había llegado. Volví a mirar a Sinuhe, esta vez seriamente. No me gustaba su presencia en esta casa y en ningún otro lado.
–Le he hecho una pregunta–dije con voz dura.
Sin prestarme atención caminó por los alrededores de la estancia con un aire arrogante. Analizó cada rincón del lugar haciendo muecas de desagrado por lo que veía.
–Ahora sé por qué eres como eres. Sólo hace falta ver este asqueroso lugar–habló con desprecio mirándome altiva.
–No me interesan sus comentarios, ahora si podría decirme a qué vino se lo agradecería–le regalé una sonrisa fingida.
Ella riendo bajo, como si le hubiera dicho algo divertido, negó con la cabeza. Se acercó para quedar justo frente a mí. Su mirada era desafiante, sabía lo que quería hacer. Intentaba intimidarme pero no lo conseguiría, no conmigo.
–Muy bien seré clara–comenzó–Quiero que te olvides de mi hija, déjala en paz–sus palabras fueron contundentes.
Mi respiración se detuvo por un momento. Lo que había dicho fue como una bofetada o un balde de agua fría. Entonces era para eso que había venido, sólo quería asegurarse de mantenerme lejos. Fuera del camino de sus planes que incluían a mi Camila.
Respiré profundo.
–Mire...
–No, escúchame. Te quiero lejos de mi familia, lejos de la vida de Karla–interrumpió enojada–Dime, ¿cuánto quieres?–dijo después.
Sacó de su bolso lo que parecía ser una chequera junto con un bolígrafo. Luego me miró esperando mi respuesta.
–¿Perdón?–alcancé a contestar algo desconcertada.
–¿Cuánto dinero necesitas para que te alejes?–preguntó obviamente irritada.
–No quiero su dinero–dije sin dudar.
Aunque tentadora la oferta jamás aceptaría algo como eso. Ni siquiera se me cruzó por la cabeza aceptar.
–¿Entonces que es lo que quieres?, pídelo y lo tendrás–en su calmada voz se podía notar la molestia.
–No quiero nada, si sólo venía para eso le pido que se retire. No quiero hacerla perder más su tiempo–contesté tan calmada como pude.
Caminé acompañándola hasta la puerta pero antes de salir se giró para enfrentarme con el ceño fruncido.
–¿De verdad piensas que puedes hacerla feliz?. Sé que vives en esa pocilga de ahí atrás.
Me sorprendí cuando dijo eso, no lo esperaba. Ella había estado en mi casa.
–No tienes el dinero suficiente para darle todo lo que se merece. Ella es una dama y tú no eres más que una triste pobretona–dijo eso mirándome de arriba abajo–¿Crees que ella aguantará todo eso?. ¿Acaso crees que una desviada como tú podría darle una familia?–continuó hablando.
Entonces mi mente comenzó a trabajar en pensamientos sobre el futuro.
¿Y si ella tenía razón?
Alguien sin dinero como yo no podría darle las cosas que quisiera. No podría comprar ropa costosa para ella, que estaba acostumbrada a esos lujos. En el futuro no podría darle una familia, necesitaría mucho dinero para tratamientos o en caso de adoptar nada me aseguraba que tendría el dinero suficiente para mantener un niño. Si ahora a duras penas podía mantenerme cómo diablos cuidaría de Camila. No quería que sufriera por mi culpa.
–Piénsalo muy bien–dicho eso salió de la casa, caminado hacia el auto donde la esperaba un hombre con traje.
Él abrió la puerta para ella, quien se subió rápidamente. El tipo rodeó el auto subiéndose en la parte del conductor, segundos después el auto se estaba alejando de la casa.
Suspiré, pasando una mano por mi pelo que sacudí con frustración.
Maldición, por qué todo tenía que ser tan difícil.
Esa mujer sólo había dejado ideas confusas que ahora daban vueltas en mi cabeza. Apagué todo en la casa de Susan asegurándome de que estuviera todo bien cerrado y me dirigí a mi casa.
–¡Noo!–dije cuando vi que la puerta estaba partida a la mitad en el suelo.
Seguro que esa señora y ese tipo habían entrado por la fuerza. Rápidamente me metí encontrando todo totalmente desordenado. Contuve mis ganas de gritar, maldiciendo por lo bajo. Como pude arreglé la puerta, que costó algo más de tiempo del que pensaba. Recogí las cosas tiradas, acomodándolas en su lugar. Mientras hacía todo eso lloraba en silencio porque todo era una mierda.
Había pensado que todo estaba bien pero al parecer el destino, la vida o lo que fuera no le gustaba verme feliz. Terminé de ordenar todo muy tarde lo que me dejó cansada así que apenas toqué la almohada me dormí profundamente. A mitad de la madrugada desperté por una pesadilla que había tenido. En ella aparecía Sinuhe apartando a Camila de mi lado. No pude dormir más así que sólo me quedé mirando el techo en la oscuridad. Le daba vueltas a la conversación, queriendo decidir la mejor opción para ambas.
