Cap 25

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Bajé rápidamente del taxi luego de entregarle el dinero al conductor, no quería demorar mucho. Necesitaba ver a esa ojiverde que había estado todo el día en mi cabeza. Saqué mis llaves y abrí la puerta principal, en el camino me encontré con varias chicas del servicio de limpieza, preguntaron algunas veces si necesitaba algo pero siempre negaba a cada una de ellas. Sólo quería llegar al jardín lo más pronto posible.

Estando cerca de la cocina comencé a oír voces. Una conversación muy animada por lo que podía escuchar. Una nueva risa hizo que me percatara de quien era una de las personas que se encontraba hablando en la cocina. Aceleré mis pasos hacia el lugar y cuando entré la escena me sorprendió. Lauren estaba sentada en uno de los bancos altos del lugar con un gran plato de comida al frente, tenía las mejillas llenas y en su mano se podía ver la cuchara con más comida lista para llevársela a la boca. La cocinera que hace unos momentos parecía muy risueña se quedó estática en su lugar. Lauren se percató de eso e inmediatamente se giró y nuestros ojos se encontraron.

Sonreí.

Seguramente sonreía desde antes de verla, tal vez cuando escuché su risa, no lo sé. Era lo que ella provocaba.

–Camz–susurró luego de tragar.

–Señorita Camila, lo siento. No sabía que regresaría tan temprano así que no hice demasiada comida. Pero si quiere ahora mismo me pongo a trabajar en ello–la cocinera se apresuró a sacar sartenes y ollas

Tenía una idea de que tipo de comidas prepararía. Era probable que estuviera planeando hacer comida suficiente como para veinte personas, justo como mi madre se lo ordenaba.

–No es necesario, no tengo hambre–me apresuré a hablar. No quería que la pobre mujer trabajara de más.

–¿Segura que no quiere nada?. Yo pued...

–Ya le dije que no, puede estar tranquila–le dije sonriendo.

–¡Camz!–llamó Lauren atrayendo mi atención y también la de la cocinera, que veía curiosa la forma de interactuar de la ojiverde conmigo–¡me dieron el trabajo, Camz!–soltó feliz levantando sus brazos al aire.

Reí por lo adorable que se veía.

No lo había notado al entrar, pero su cara estaba un poco roja seguramente por el sol, también tenía algunas manchas de tierra. Su cabello seguía desordenado como siempre, el traje de jardinero que traía puesto le quedaba fabuloso. Toda ella estaba perfecta, un poco sucia y quizás sudorosa, pero perfecta al fin y al cabo.

–Estoy muy feliz por ti, Lolo–me acerqué a abrazarla.

–Camila estoy toda sudada–rió pero no me soltó.

–No me importa–dije riendo también.

Lentamente acerqué mi boca a su oído terminando por morder su lóbulo.

–¡Camila!–exclamó apartándome de ella.

Su rostro estaba completamente rojo e intentaba ocultarlo. Solté una carcajada y luego me senté a su lado. Ahora que había visto que no tenía donde esconderse mantenía su vista en su plato que todavía tenía algo de comida. Miré a la cocinera que nos miraba con los ojos bien abiertos, sorprendida de lo que yo había hecho. No la culpaba, también me sorprendí de mi acción, se sintió bien hacerlo. Además, me gustaba ver a Lauren sonrojada.

La cocinera fingió limpiar una mancha en la mesa cuando notó que la miraba. Agradecí que no dijera nada, no quería tener que responder por qué hice lo que hice.

–¿De qué estaban hablando antes de que llegara?–pregunté realmente interesada.

–Yo creo que mejor me retiro–dijo la cocinera. Tenía que preguntar su nombre para dejar de llamarla así. No podía creer que no supiera su nombre si trabajaba con nosotros hace ya varios años.

–Quédate por favor–dijo Lauren rápidamente.

La señora volteó a verme desde la entrada de la cocina. Parecía nerviosa con la invitación que la ojiverde le estaba haciendo.

–Puede quedarse–dije regalándole una sonrisa para calmarla.

–No creo que sea buena idea, señorita Camila.

–Vamos siéntese con nosotras–señalé uno de los bancos–Y por favor llámame sólo Camila–quería dejar a un lado las formalidades y conocer mejor a la mujer que trabajaba en la casa.




Irina Vólkov, así se llama la mujer que me prepara la comida todos los días. La mujer no era tan seria como pensé, ella era una de esas personas con la que podías hablar de cualquier cosa fácilmente. Estuvimos hablando las tres durante un largo tiempo, en el cual descubrí que Irina era rusa y cumpliría cincuenta y ocho años el mes que venía. Sus padres se mudaron al país cuando ella tenía dos años. Tuvo dos hijos que ahora vivían en Rusia y se divorció hace cinco años atrás. Era increíble como se podía conocer a alguien en tan poco tiempo con una buena conversación.

Terminamos de conversar cuando una de las empleadas llegó avisando que mi padre quería un café y algo para acompañarlo. La dejamos hacer su trabajo, además Lauren tenía que terminar el suyo.

Me quedé mirando como hacía las cosas, se veía que sabía lo que estaba haciendo. 

–¿Dónde aprendiste a hacer todo esto?–pregunté después de un rato mirándola.

Lauren se encargaba de sembrar algunas plantas cortando la maleza a la vez.

–La señora Miller, ella me enseñó para que cuidara de sus plantas–contestó sin dejar su labor.

–¿Qué estás sembrando ahora?–Lauren sólo rió por mi curiosidad.

–A veces preguntas mucho. Son geranios, florecen en muchos climas y también hay de distintos colores–terminó de sembrar el que tenía en sus manos y me miró–¿Te gustan?–preguntó después.

–Son flores muy lindas, me gustan–dije mirando las que había plantado.

Había intercalado las plantas de modo que iban siguiendo un patrón. Primero los geranios amarillos, seguidos de los blancos y por último los azules, que eran mis favoritos hasta el momento. 

Lauren siguió trabajando hasta las tres de la tarde, no quiso irse más temprano por que según ella  necesitaba dejar todo en orden. Claramente le recordé que ahora tenía los próximos sábados para hacerlo, aunque eso no le importó.

Mi mamá no se apareció en la casa así que supuse que tendría algunas reuniones importantes de la empresa. Mi padre había aparecido a las dos y media para entregarle a Lauren la paga por el día y luego se marchó al aeropuerto, tenía un caso en New York.

–Creo que ya es hora de que me vaya–dijo Lauren cuando ya estaba en la puerta principal.

–¿No puedes quedarte?–pregunté algo ilusionada.

–No creo que sea buena idea, Camz. ¿Qué diría tu mamá si me ve por aquí o los demás empleados?.

–Lolo–me abracé a ella, noté como sus manos se situaban en mi cintura–Mi mamá vendrá tarde y ella se irá directo a la cama, lo sé. Los empleados no dirán nada, no creo que quieran tener problemas. ¿Por favor, te quedas a dormir?–mordí mi labio consiente del efecto que haría en ella.

Sus ojos bajaron hasta mis labios y como un acto reflejo pasó su lengua por los suyos. Apartó la vista de mi boca sólo cuando liberé mi labio. Se aclaró la garganta para hablar.

–Está bien–sonrió volviendo a conectar sus ojos con los míos.

–Genial–di un rápido beso en sus labios para luego tomar su mano y comenzar a caminar en dirección hacia mi habitación.

Esa sería la primera vez que Lauren se quedaría a dormir en mi casa y esperaba que no fuera la última.


La Dama y Jauregui (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora