Ella me miraba fijamente, con esos ojos que tanto me gustaban. Estaba esperando a que yo le dijera algo pero las palabras parecían no querer salir de mi boca. Hablar ahora se estaba volviendo difícil y con Camila eso nunca me pasaba. Suspiré frustrada por no saber como comenzar.
"Ella se irá cuando se lo digas" gritaba una voz en mi cabeza.
"Ella es toda una dama y tú no eres nada"
Esos y muchos otros pensamientos más giraban en mi cabeza. Tanto que me sentía mareada, abrumada por la sensación de perder a Camila está tarde. Una mano sobre la mía hizo que dejara de pensar por un momento. Miré la delicada mano, sus finos dedos se entrelazaron con los míos encajando a la perfección. Una agradable sensación recorrió todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta mi cabeza. Rápidamente giré mi rostro para mirar a Camila. Ella tenía una sonrisa en su cara y con su dedo pulgar comenzó a acariciar el dorso de mi mano, tranquilizándome por completo.
–Puedes decirme, somos amigas, todo está bien–sonrió mirándome directamente a los ojos.
Amigas. Yo no quería ser su amiga. Desde hace un tiempo ya que no quiero ser sólo su amiga. Y tener este tipo de pensamientos con Camila me asusta por que nunca antes me había sentido así por alguien, menos por una chica.
Suspiré. Esta era la parte en donde le contaba sobre mí, donde realmente dejaría a una persona entrar por completo a mi vida.–Bien–comencé–¿qué quieres que te diga?–pregunté evitando su mirada para no arrepentirme de hablar.
–¿Vives ahí?–su pregunta salió casi de inmediato. Supuse que preguntaría eso, después de todo no creo que esté acostumbrada a visitar lugares como esos.
–Sí–contesté simplemente, esperando su siguiente pregunta.
Ella pareció pensar un poco después de eso. En mi cabeza la misma voz me decía que ella se estaba preparando para irse. Pero me sorprendió cuando escuché su voz.
–¿Quién era esa señora?–giré mi cabeza para mirarla y en su rostro se reflejaba la curiosidad.
–¿Qué?–había entendido su pregunta pero me tomó por sorpresa, no esperaba que conociera a la señora Miller.
–Uhm...b-bueno...yo...–ella apartó su mano de la mía para jugar con sus dedos nerviosa. Extrañé el contacto cuando hizo eso, sin pensar tomé su mano y volví a entrelazar sus dedos con los míos. Agradeciendo en silencio lo bien que se sentía tener nuestras manos así. Sentí su mirada sobre mí y de soslayo pude ver como ahora su rostro tenía un color rojo en sus mejillas. Como el mío. Ella se aclaró un poco la garganta para continuar–te seguí luego de que le robaras a ese hombre, luego estabas frente a esa vieja casa dándole dinero a la adorable señora y déjame decirte que ustedes dos son muy adorables, la señora con su lindo suéter tejido y...–Camila seguía hablando, haciendo gestos extraños mientras sonreía.
–Camila...–la corté, sonriendo al darme cuenta de que ella me había llamado adorable.
–Oh perdón–se sonrojó una vez más al percatarse de que estaba hablando de más–De verdad discúlpame sólo quería saber un poco más de ti, no tenía por que seguirte–dijo algo cabizbaja.
–Hey–apreté su mano–Está bien, en serio–le sonreí cuando ella me miró.
–¿No estás enojada conmigo?–preguntó haciendo un puchero.
–Claro que no Camz, no podría estar enojada contigo–le aclaré, está vez haciendo yo las caricias en su mano.
Después de eso nos quedamos en silencio, sintiendo la fría brisa que golpeaba suavemente nuestra piel hasta que ella decidió retomar la conversación de antes.
–¿Tus padres, ellos...?.
–No sé que pasó con ellos–la corté antes de que terminará de formular su pregunta. Me removí incómoda pero continué hablando–Ellos me dejaron en un orfanato. Las señoras que me cuidaron me dijeron que sólo dejaron un papel con mis apellidos, ellas me pusieron el nombre.
–¿Vives sola?–preguntó con un tono de voz suave.
–Sí, después de que ellas murieran escapé de ese lugar. Luego encontré a la señora Miller, ella me prestó ese cuarto detrás de su casa.
–Por eso le dabas dinero–afirmó para ella pero aún así contesté.
–Bueno ella no me lo pidió, pero es una mujer algo mayor y necesita dinero para sus medicinas–dije algo triste–El único hijo que tiene le roba para comprar drogas, ya sabes, ese tipo de cosas.
–Eso es terrible–llevó su mano libre a su boca–¿Dónde está él ahora?–preguntó luego de unos minutos en silencio.
–En la cárcel, robó una tienda hace unas semanas–contesté simplemente. Pero si me ponía a pensar yo no era muy diferente a él. Los dos robábamos a las personas, con distintos propósitos, pero lo hacíamos.
–¿Por qué lo haces?–preguntó casi en un susurro como si estuviera leyendo mi mente.
–Es lo único que puedo hacer. Tengo una beca que sólo cubre mis estudios. Necesito buscar dinero extra para materiales adicionales y esas cosas, además tengo que buscar para poder comer–suspiré frustrada. Solté su mano y lleve las mías a mis piernas abrazándolas mientras hundía mi cabeza ahí. Una mano en mi espalda me hizo levantar la cabeza y mis ojos se encontraron con los de Camila que como siempre tenía una sonrisa en su cara.
–¿Ya intentaste con buscar algún trabajo?–ella comenzó a mover su mano en mi espalda lentamente, eso provocó que casi me olvidara de lo que estábamos hablando–Lauren–llamó riendo.
–Uhm d-disculpa–sentí que mis mejillas se calentaban– ya intenté eso Camz, dicen que no quieren a alguien tan joven y sin experiencia como yo–susurré triste.
Ella se quedó un tanto pensativa y no quería interrumpir sus pensamientos. Prefería mirar su bello rostro y sus adorables gestos mientras pensaba. Luego de un rato Camila sonrió y me miró con un brillo en los ojos.
–Te ayudaré a conseguir un trabajo–dijo alegremente tomando mis dos manos con las suyas y acercando su rostro al mío, tanto que nuestras narices se rozaban.
En este punto mi miraba se intercalaba entre sus ojos y sus labios. Estaba segura que si seguíamos así de cerca la terminaría besando, por que era lo único que quería hacer en este momento. Sus mejillas estaban sonrojadas y seguramente las mías igual. Cuando al fin me decidí a besarla su celular comenzó a sonar. Maldije en silencio al aparato mientras miraba a Camila contestar la llamada. Se aclaró la garganta antes de hablar.
–Hola, mamá–dijo ella–no, no se me ha olvidado–contestó rodando los ojos–si, adiós–colgó y guardó su teléfono–Me tengo que ir, mi madre quiere que la acompañe en una cena–dijo eso como si fuera la cosa más aburrida–bien, nos vemos mañana Lolo–rápidamente se acercó y dejó un beso cerca de mis labios, lo que me hizo sonreír tontamente.
La vi marcharse a toda prisa y tomar un taxi para que seguramente la llevara a casa. Luego de recomponerme de ese beso, que no era lo que había planeado pero que igual estaba muy bien, comencé a caminar hasta mi "pequeña casa" con una cosa en mente.
Cada día que pasaba más me gustaba Camila.