Ansiosa.
Así era como estaba, ansiosa porque llegara la noche. Por fin era sábado lo que significaba sólo una cosa, me iría de este lugar y dejaría atrás las reglas de mi madre. También dejaría atrás a personas maravillosas pero era para buscar mi felicidad, junto a Lauren.
Había despertado más temprano de lo normal. No pude dormir casi nada por estar pensando en el plan de escapar, me tenía muy emocionada. Aunque me resultó raro que Lauren no contestara las llamadas que hice ayer. Quería saber si vendría a casa a verme como lo había estado haciendo toda esa semana pero lo único que recibí fue un mensaje diciendo que no podía venir y un nos vemos mañana.
Eso me dejó muy confundida ya que al salir de clases me afirmó que me vería, hasta me envió un mensaje al salir de casa y después sale con eso. Supongo que no la podía culpar tal vez tenía que arreglar unas cosas antes de irnos. Me propuse, para mi bien, dejar de pensar en lo de esta noche. No quería que alguien sospechara, después de todo se supone que debería andar triste por que me habían separado de mi novia. Al menos todos en esta casa pensaban así.
Para distraerme comencé a leer un libro que ya lo llevaba por la mitad y así pasé mi tiempo, leyendo. Cuando me dio hambre decidí bajar a la cocina por algo. Ahí estaba, como siempre, la señora Irina. La saludé amablemente y luego me dirigí al refrigerador.
–¿Quiere que le prepare algo?–preguntó la mujer mientras movía un cucharon en la olla que tenía sobre la cocina.
–No te preocupes, puedo hacerme un sándwich o algo–le dije sonriendo para después continuar mirando el interior del refrigerador
–¿Segura? Después de todo es para eso que me pagan.
–Sí, además creo que deberías seguir con lo que haces. Huele muy bien y no quisiera interrumpir tu tarea, pero muchas gracias–contesté sacando la leche.
Al final opté por comer cereal, era fácil y rápido. Me senté en unos de los bancos e inicié una conversación, como venía siendo costumbre, con la rusa. Ella era mi única amiga en esta casa y la única que me escuchaba. La conversación se volvió más animada y ahora las dos reíamos de cosas absurdas que decíamos. Unos minutos después nosotras dejamos de reír cuando alguien se aclaró la garganta. El rostro de Irina perdió color, rápidamente siguió con lo que estaba haciendo. Giré para mirar quien había sido pero con la reacción de Vólkov no tenía dudas.
Era ella.
En la entrada de la cocina, con sus brazos cruzados nos miró a ambas de una forma fría. Estaba segura de que a pesar que la rusa se encontraba de espaldas podía sentir su mirada. Me limité a fruncir el ceño mientras esperaba que mi madre dijera lo que tenía que decir. Pero me cansé de esperar.
–¿Qué hacen los Dioses mezclándose con los mortales?–hablé con sarcasmo.
–No me hables así, Karla–respondió apretando la mandíbula–Necesito que vengas conmigo a la empresa, además tenemos que ver los preparativos para la boda como el vestido y las invitaciones–miró su reloj.
–No quiero ir y no me importa esa estúpida boda. Puedes hacer con ella lo que quieras–dije molesta.
–El chófer está esperando afuera, por favor no pierdas el tiempo hablando con los empleados–dicho eso se marchó, ignorando mis palabras.
Suspiré.
Dejé caer la cuchara en el plato todavía con cereal, levantándome de mi asiento.
–Señorita Camila...–escuché a Irina cuando ya estaba por salir de la habitación.
–No diga nada, por favor–dije sin mirarla–Y gracias por la compañía siempre disfruto conversar con usted.
