Las clases ya habían terminado y todos los estudiantes salían del enorme y lujoso edifico. No tenía prisa en salir, de todos modos no tenía a nadie esperándome en casa, ni si quiera tenía casa. En el lugar donde actualmente estaba quedándome no se le podía considerar hogar. Terminé de recoger las pocas cosas que tenía y las guarde en mi vieja mochila. Caminé por los ahora solitarios pasillos de la escuela esperando no encontrarme con algunos de los tipos que me molestaban. No era que les tenía miedo o algo parecido simplemente no podía tener algún tipo de problema, era eso o perdería mi beca.
Cuando llegué a la salida vi pocos estudiantes alrededor, la mayoría probablemente se habría ido a casa o a gastar todo su dinero en ostentosos lugares. Continúe mi camino esperando que ninguno de los idiotas de la escuela que dejaba atrás me siguiera. No quería que supieran que no tenía dinero, ni familia, mucho menos quería que supieran donde estaba viviendo. Si no aguantaba las burlas que hacían ahora no quería imaginar cuando descubrieran mi secreto.
La playa me quedaba de paso así que aproveché para sentarme y relajarme ahí un poco. El paisaje era hermoso sin duda alguna y el poco viento que soplaba hacía el ambiente más relajante. Cerré los ojos por un momento para disfrutar un poco más de la sensación que el viento le daba a mi cuerpo. Escalofríos recorrieron todo mi cuerpo y una imagen vino a mi cabeza.
"Camila" Sonreí.
Ella junto con su amiga eran las únicas personas que se habían atrevido a tratarme bien en lo que llevaba estudiando en ese lugar. Dos años eran mucho tiempo para mí y que después de esos dos años sin contar con nadie me llegarán a hablar me hacía sentir feliz. Una parte de mí me decía que tuviera cuidado que tal vez ellas sólo querían jugar conmigo y burlarse de mí, pero al ver a Camila todas esas dudas desaparecían. Ella extrañamente me inspiraba confianza y su amiga Dinah parecía ser una buena chica. Tal vez solo tenía que arriesgarme y conocerlas más.
Luego de un tiempo en la playa decidí ir a mi "hogar" no sin antes traer una cartera conmigo, no es que me gustaba hacerlo pero si no lo hacía no podría pagarle a la señora que me había dado un lugar para vivir.
Lo primero que hice cuando llegué fue entregarle el dinero a la señora Miller. Luego de eso caminé al pequeño cuarto que estaba ubicado detrás de la casa de la señora. El cuarto estaba algo descuidado, la pintura se estaba cayendo, una de las ventanas tenía el vidrio quebrado y el espacio era algo reducido. En el interior había una cama, una pequeña mesa y un banco, la cocina, el refrigerador y un pequeño cuarto de baño. Con eso me conformaba. Tampoco es que le pagaba mucho a la señora Miller por vivir ahí, pero con lo que robaba apenas me alcanzaba para comprar comida.La señora Miller era una señora como de unos sesenta años, su esposo había muerto unos años atrás y tenía un hijo con problemas de drogas. Su casa no estaba mejor que el pequeño cuarto que me prestaba pero era lo único que le quedaba después de que su hijo la dejará en la ruina y eso no era todo, la pobre viejita tenía problemas de salud.
Cuando llegué abrí la maltratada puerta, una vez adentro tiré mi mochila en la cama y dejé la cartera que había robado recientemente en la pequeña mesa. Caminé hasta el refrigerador para ver que me quedaba y como sospechaba no tenía nada. Suspiré. Otra noche que me iba a dormir sin comer algo. Me dirigí hacia mi cama y caí sobre ella. Con una de mis manos agarré mi mochila para dejarla en el suelo. Luego de unos minutos mirando el techo manchado por la humedad recordé la manzana que Camila me había regalado. La había guardado en la mochila justo antes de entrar a clase con Dinah. No era mucho pero por lo menos no me irá a la cama sin comer.
Me senté rápidamente en la cama dispuesta a buscar esa manzana. Agarré la mochila y comencé a buscar lo que sería mi cena. Cuando tenía mi mano allí adentro pude sentir algo extraño así que lo tomé para poder ver lo que era. Me sorprendí al ver la cartera blanca de Camila. Se me había olvidado sacarla. Me quedé un rato observándola olvidándome por completo de mi comida, recordé que no había sacado el dinero, no pude hacerlo. Pero en este momento tenía mucha hambre como para pensar si estaba mal o no tomar el dinero de Camila.
Decidí ir a la tienda para comprar algo de comer, al parecer la cartera tenía lo suficiente para comprar algo decente. Tomé mi sudadera y antes de salir pude ver en el viejo reloj que tenía sobre la mesa que eran las ocho.
Caminé por las oscuras y poco transitadas calles de la cuidad con dirección a la tienda. Iba tan metida en mis pensamientos de que debía comprar que no me di cuenta cuando choqué con alguien.
–Oye–dijo la otra persona recogiendo lo que le había tirado.
–Lo siento–me disculpe y le ayude a levantar sus cosas.
Por lo que vi eran bolsas de papas y dulces y alguna que otra bebida. Con solo ver eso aumentaba mi hambre, y mi mente se inundó con pensamientos de robarle las bolsas y refrescos. Sacudí mi cabeza para quitar esos pensamientos.
–¿Lauren?–levanté la cabeza para mirar a la persona que me llamaba.
–¿Camila?–al parecer ella estaba tan sorprendida como yo.
–Hey que sorpresa–dijo sonriente, terminando de acomodar sus cosas en la bolsa que traía.
–S-sí bueno lo mi-mismo digo–gran momento para tartamudear.
–¿Qué haces por aquí?–preguntó.
–Yo iba a la tienda–le contesté algo nerviosa, de repente sentí como si el dinero en mi bolsillo quemara.
–Oye ¿por qué no vienes a ver una película con nosotras?–preguntó emocionada–Dinah y yo siempre hacemos esto los fines de semana y sería divertido si te unieras, claro si no tienes problemas–aclaró.
–No...yo...bueno–tomé algo de aire, está chica me ponía nerviosa–claro que no tengo problema–sonreí cuando ella también lo hizo.
–Bueno entonces vamos–con eso empezó a caminar pero luego se detuvo–¿No ibas a comprar algo a la tienda?–me miró con duda.
–No era importante–me encogí de hombros.
–Perfecto entonces vamos, Dinah se pondrá muy contenta cuando te vea–comentó Camila alegremente retomando su camino.
Yo solo me dispuse a seguirla y escuchar lo que me decía. En ocasiones cuando me atrapaba mirándola podía apreciar el color en sus mejillas a pesar de la poca iluminación de la calle.
Y así fue como seguí a Camila Cabello hasta la casa de Dinah Jane.
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