Pasé toda la noche con Lauren en la playa, sólo hablando y en ocasiones nos robábamos besos que nos hacían sonreír como un par de tontas enamoradas. Tomamos algunos refrescos de los que ella había comprado, después de un rato apagamos la fogata y comenzamos a dar un paseo por la playa con nuestras manos entrelazadas. Era la sensación más hermosa que había experimentado en toda mi vida. El sólo estar con ella ya era maravilloso.
Durante el paseo Lauren me habló sobre la conversación que tuvo con Susan Miller. La mujer había sido encerrada por su propio hijo que había ido hasta ella sólo para tomar su dinero. La ojiverde intentaba fingir que no le dolía tanto pero era evidente que lo que pasó la dejó marcada. Pero me encargué de que olvidara todo lo malo. Mi novia tenía que estar sonriendo.
Todavía no lo podía creer... ¡Éramos novias!.
Mis intentos de hacerla reír parecieron funcionar ya que luego de un rato ella estaba sonriendo y riendo conmigo.
Sin duda fue una noche mágica para ambas.Pero todo lo bueno tenía que terminar y nosotras teníamos que vovler porque teníamos clases mañana temprano. Lauren quiso acompañarme hasta casa pero no la dejé, ya era muy tarde y sabía que donde vivía podía ser peligroso. Intenté convencerla de que se fuera en un taxi pero rechazó la oferta, si yo no iba a casa en uno ella tampoco.
Entonces tomamos un taxi juntas.
Pasamos a mi casa primero, ella quería asegurarse de que llegara bien. Su gesto me pareció sumamente adorable así que cuando llegamos sin importarme si el conductor nos miraba me acerqué a darle un beso de despedida.
–Te quiero–dije con una mano en su mejilla.
Lauren sonrió
–Yo también te quiero, Camz–inclinó un poco su cabeza para buscar más contacto.
Una última mirada y me bajé del auto con una gran sonrisa. En mi mano tenía la rosa mientras que con la otra buscaba las llaves de la casa. Cuando conseguí abrir la puerta entré silenciosamente, no quería despertar a mi madre si es que todavía seguía en la casa. Cerré con cuidado y cuando estaba a punto de girarme para subir a mi habitación la luz del lugar se encendió.
–¿Qué son estás horas de llegar?–escuché su voz dura.
Giré para enfrentarla, aunque mis piernas temblaban un poco. Ella seguía mirándome, esperando alguna respuesta.
–¿No piensas contestar, Karla?–preguntó después de varios minutos en silencio.
Tomé una respiración profunda, buscando algo de valor en mi interior para enfrentarme a ella.
–No tengo que darte explicaciones, madre
Su rostro se desfiguró por unos momentos dejando a la vista que mis palabras la habían sorprendido. Tragué, de verdad lo había hecho, ya no había marcha atrás.
–¿Qué dijiste?–dijo con los dientes apretados.
Estaba enfadada, lo sabía y aún así no me retracté.
–Lo que has escuchado, que no te debo explicaciones–dije dando unos pasos hacia adelante con el ceño fruncido.
–Soy tu madre, Karla, tienes que respetarme–continuó molesta.
Reí bajo, ella casi nunca estaba. No podía llamarla de esa manera. Intentando dejar la discusión caminé en dirección hacia las escaleras pero su mano en mi codo me detuvo. Bajé la vista para ver como me sujetaba lo hacía con fuerza, con furia.
–¿A dónde crees que vas?, no hemos terminado–habló sin soltarme.
–Quiero ir a descansar–aparté mi brazo bruscamente haciéndole notar que también estaba molesta.
