Después de tanto caminar, siguiendo a la ojiverde llegamos a un lugar que conocía muy bien. Al parecer la casa de la ojiverde quedaba cerca de donde vivía Dinah. Caminamos un poco más hasta llegar a una calle sin salida y al fondo una gran casa de madera de color azul, a los lados dos casas pequeñas iguales a el resto de ese barrio. Se notaba que la casa era vieja y estaba en malas condiciones. Pero eso no detenía a la persona que vivía allí para cuidar las hermosas flores que tenía en la baranda del porche. Parecía ser lo único que tenía vida en ese lugar.
Me escondí detrás de un viejo auto para observar atentamente lo que haría Lauren. Ella se detuvo frente a la puerta de esa vieja casa y buscó algo en su mochila.
¿Viviría ahí? pensé sin dejar de mirar.
Sacó algo que no pude ver ya que estaba de espalda y luego tocó la puerta. Después de varios minutos la puerta se abrió dejándome ver a una señora un poco mayor, con unos grandes lentes y un suéter tejido. Conversaron brevemente, luego le entregó lo que había sacado de su mochila. Al parecer Lauren se estaba despidiendo de la adorable anciana de esa casa ya que se dieron un abrazo. No hacía falta decir que se veían adorables, Lauren y abuelitas eran las cosas más tierna que había visto.
Lauren comenzó a bajar los escalones del porche lo cual hizo que me encogiera un poco más detrás del auto, no quería que
me descubriera siguiéndola. Regresé mi vista a la señora que seguía en la puerta, en sus manos tenía dinero.¿Por qué Lauren le estaría dando dinero?
Rápidamente busqué a la ojiverde con la mirada. Ella entró a una especie de callejón que estaba a un lado de la casa. Antes de seguirla me aseguré que la señora estuviera dentro de la casa para que no me viera. Caminé con rapidez hasta el callejón, al llegar pude ver basura acumulada en ese lugar. Cajas, botellas de vidrio y plástico vacías, bolsas de basura, un televisor viejo y otras cosas desagradables. El lugar tenía un pequeño espacio entre la basura para poder pasar. Junté valor y comencé a caminar por ahí ignorando las ratas que salían de las bolsas y cajas.
Cuando llegué al final del callejón pude ver que en el fondo se encontraba lo que parecía ser una pequeña casa. Esta estaba en peores condiciones que la gran casa azul. Observé el vidrio roto de las ventanas, paredes sin pintar, la puerta igualmente en mal estado. Todo en mal estado.
Una sensación se apoderó de mi pecho, el sólo pensar que Lauren vivía ahí se me encogía el corazón.Me acerqué a lo que era la puerta y toqué débilmente. Nadie me abrió. Volví a tocar pero más fuerte esperando que esta vez me abrieran. Unos minutos más tarde Lauren abrió, solté el aire que ni sabía que estaba conteniendo al verla. Ella me miró sorprendida, sus ojos se ensancharon, su boca se abrió pero no dijo nada y todo eso para después cerrar la puerta.
Vaya, no esperaba eso.
En realidad esperaba de todo menos eso. No sé por qué estaba justo frente a su casa, como tampoco sabía lo que haría después.
¿Debería seguir insistiendo? ¿Debería seguir tocando su puerta? Y si me abría ¿luego que? Estaba claro que quería saber quien era esa señora, quería saber por qué le daba dinero y sobre todo quería saber por que robaba. Pero....¿Al estar aquí no la estaría presionando?
Un crujido proveniente de la puerta hizo que abandonara las miles de preguntas que tenía en la cabeza. Mis ojos se posaron en la puerta que había sido abierta sólo uno poco dejando una rendija pequeña donde unos hermosos ojos verdes se asomaron. Desafortunadamente cerró de inmediato la puerta al verme.
–Lauren–la llamé–Lauren sé que estás ahí–llamé otra vez.
–Vete–gritó ella.
–Lauren abre por favor.
–No ¡ahora vete!–volvió a gritar.
Lo siguiente que escuché fueron sus pasos alejarse de la puerta. Suspiré. No pensé que iba a ser tan difícil saber un poco más de ella. No sé cuánto tiempo estuve apoyada en esa puerta pero supongo que fue bastante. Ya estaba oscuro y se estaba poniendo algo frío.
Escuché de nuevo pasos seguido de algo cayendo y de nuevo los pasos, pero esta vez se escuchaban como si estuvieran caminando con mucho cuidado para no ser escuchado. Y hubiera dado resultado de no ser por que todo alrededor era un campo minado de basura y la persona tropezaba en todo momento con ella. Todavía con la cabeza apoyada en la puerta pude ver por el rabillo de mi ojo una sombra pasar con lentitud. Moví mi cabeza en esa dirección.
–¿Lauren?–susurré.
La sombra que vi era ella. Se suponía que tenía que estar adentro. ¿Pero que estaba haciendo aquí?. Miré con atención su rostro, estaba igual de sorprendida a como cuando abrió la puerta y me vio allí. Aunque podía decir que se veía más nerviosa, incluso hasta más pálida y eso ya era mucho.
–Camila....y-yo...s-sólo....uhm...–se veía tan adorable cuando estaba nerviosa. Pero de un momento a otro mi visión adorable de ella se fue por el desagüe. Ella había salido corriendo dejándome totalmente confundida.
Maldición ella estaba huyendo.
Corrí. Corrí para intentar alcanzarla pero era rápida. Habíamos corrido una cuadra y yo ya estaba cansada. En la tercer cuadra, por que si, no me había rendido, ella parecía estar jadeando un poco. Al parecer robarle a ese hombre la había cansado. Y Seguimos corriendo.
Llegamos a la playa. No tenía idea de por que siempre terminábamos en ese lugar, quizás por que quedaba cerca, no lo sabía. Pero ahí estábamos
Paré un momento para coger aire, inclinándome un poco apoyando mis manos en mis piernas. Cuando levanté la cabeza Lauren venía corriendo en mi dirección. Se veía igual de sorprendida que las veces anteriores. Estando cerca tomó mi mano suavemente y luego tiró de mí para que corriera con ella.
–Vamos Camila–habló Lauren–tenemos que irnos–su expresión era tensa y estaba nerviosa mirando por encima de mi hombro. Volteé para mirar lo que ella estaba viendo y entonces lo supe. Ella estaba así por él tipo al que le robó, que venía con un oficial a su lado. Ellos miraban por todos lados probablemente buscándola.
Ella me llevó al lugar más apartado de esa playa, donde nadie más caminaba por ahí. El mismo lugar donde habíamos hablado una vez. Lauren se había sentado detrás de una gran piedra y yo imité su acción. Pero ella no pasaba sentada más de dos minutos. Ella se asomaba para ver si nos habían seguido o no. Seguía luciendo nerviosa.
–Lauren ya cálmate, nadie nos siguió–dije poniendo una mano en su pierna cuando se sentó, además quería que se quedara quieta.
Ella me miró, suspiró y luego dijo:
–Te contaré todo.