Lo primero que hicimos al llegar a mi casa fue ir a la cocina donde ya estaba la mujer rusa lista con todo lo que llevaría. Nos quedaríamos en la cabaña hasta el domingo por la noche pero aún así ella llevaba una maleta mediana, asegurando que no salía sin su juego de ollas. Algo extraño, debía decir.
–¿A dónde va, Irina?–preguntó Lauren curiosa, mirando fijamente la maleta de la señora.
La mujer me dio una mirada rápida para luego volver con la ojiverde.
–Me voy de viaje–contestó cautelosamente.
No quería arruinarle la sorpresa.
–Oh, que se divierta entonces–le dijo Lauren sentándose en uno de los bancos.
–Iré un momento a mi habitación–informé–en seguida vuelvo.
Dicho eso subí las escaleras y corrí a mi habitación para recoger el bolso que tenía listo para el viaje. Bajé con él una vez lo tomé y regresé a la cocina. Las dos mujeres estaban hablando cuando llegué. Los ojos de mi novia se posaron de inmediato en mi bolso, mirándome con una expresión curiosa.
–¿Qué tienes ahí?–preguntó sin apartar la mirada.
–Ropa–me encogí de hombros.
–¿También te vas?–sus ojos ahora se veían tristes y un puchero adornaba sus labios.
No pude evitarlo y sin importarme que la señora Vólkov estuviera viendo me acerqué a ella y besé sus labios. Lauren rápidamente miró a la cocinera para luego mirarme a mí, sus mejillas teñidas de rojo.
Estaba apunto de contestarle cuando una de las empleadas llegó a la cocina.
–Señorita Camila, la señorita Jane ha llegado, ¿quiere que la haga pasar?.
–No, ya vamos a salir–contesté con una sonrisa a lo que la chica asintió y se marchó.
Ya era hora.
Le pedí a Dinah que nos recogieran después de la escuela, iríamos en el auto de su mamá que era uno grande. De lo poco que conocía sobre autos sabía que el suyo era un mitsubishi de color rojo, eso era todo. En él estaríamos perfectamente las cinco además las cosas las podríamos guardar en la parte de atrás.
No perdí más el tiempo y tomé la mano de Lauren haciendo que bajara del bando donde estaba sentada. Comencé a caminar hacia la puerta principal con la rusa detrás de nosotras.
–¿Camz, a dónde vamos?–escuché que preguntó Lauren.
–Ya lo verás–respondí simplemente.
Salimos de la casa, el auto rojo ya estaba esperando por nosotras con una de las puertas traseras abiertas. Dinah estaba de pie junto a este con unos lentes de sol puestos.
–¿Listas?–preguntó una vez llegamos hasta ella.
–Todo está listo–dije segura, manteniendo siempre mi sonrisa.
–¿A dónde vamos?–volvió a preguntar la ojiverde.
–Tú cállate y sube al auto–le respondió la rubia.
La fulminé con la mirada y luego le dí un golpe en el brazo, negando con mi cabeza. Nadie se metería con mi ojiverde.
–Auch, bien, bien. Tranquila latina culona–dijo sobándose el brazo golpeado–Auch–volvió a decir luego.
Solté una risita por eso.
Lauren había golpeado su otro brazo y ahora la miraba con el ceño fruncido.