Cap 28

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Dinah y Camila habían llegado al hospital en el auto de la primera, quien se ofreció a llevarnos a casa luego de arreglar los papeles correspondientes para la salida de la señora Miller.

Las chicas se llevaron muy bien con Susan, en el auto no dejaron de conversar. Dinah se unía a la conversación sin apartar la vista de la carretera, Camila, que iba en el asiento del copiloto, de vez en cuando se giraba sobre el asiento para hablar. Yo por mi parte, que iba en la parte trasera con Susan, las escuchaba conversar alegres. Me parecía increíble que se llevarán tan bien porque la señora Miller era alguien importante en mi vida y las dos chicas que iban en el auto conmigo se estaban convirtiendo en personas especiales para mí.

Justo cuando estábamos por llegar a la vieja casa azul a Camila se le ocurrió ir a comer, Dinah de acuerdo con su decisión giró el auto para regresar al centro de la ciudad.

"¿Señora Miller, se siente bien cómo para ir a comer algo en algún restaurante?"

Había preguntado Camila, a lo que la anciana con una gran sonrisa respondió:

"Niña, nunca me había sentido tan bien como ahora"

Al tener una afirmación como respuesta, Dinah puso en marcha el auto hacia nuestro nuevo destino, el cuál yo desconocía pero Camila y ella sonreían como si estuvieran pensando en lo mismo.

Una sensación de paz se apoderó de mi al ver como la viejita sonreía y reía, ella estaba feliz. Sabía que en algún momento tendríamos que hablar sobre lo ocurrido, el doctor tenía razón, nosotras deberíamos informar a la policía sobre lo que pasó. Pero si en cualquier caso yo conocía al sujeto, lo haría pagar con mis propias manos todo lo que hizo.

–Llegamos–dijo la rubia sonriendo, parqueando el auto en un pequeño estacionamiento.

Dinah se bajó del mini cooper y Camila imitó su acción, no sin antes mover su asiento para que pudiéramos salir de él. Ayudé a la señora Miller a salir del auto para después impresionarme con el lugar en el que comeríamos. No era un restaurante precisamente grande pero se veía acogedor, su fachada era de ladrillos, un gran ventanal al frente y una elegante puerta de vidrio. Desde afuera se podía ver a familias y parejas compartiendo hasta personas sin compañía disfrutando del relajado ambiente.

–Vamos–dijo Camila caminando hacia la puerta.

Con la señora Miller sujetando mi brazo seguimos a la morena que ya había entrado. Ella estaba hablando con un tipo que al parecer trabajaba ahí, él asintió a lo que Camila le decía y luego se fue subiendo por unas escaleras igualmente de elegantes que el restaurante.

–Este lugar es muy bonito–dijo la señora Miller que sin soltarse de mi brazo observaba todo el entorno.

–Y todavía no ha visto todo, abuela–contestó Dinah posando su mano en el hombro de la anciana, quien sólo rió por como la había llamado la chica más alta.

Luego de unos minutos Camila se nos acercó y nos indicó que la siguiéramos. Subimos las mismas escaleras que el chico minutos antes y llegamos a una terraza con mesas que quedaban al aire libre. Pero lo que más sorprendía era la vista. Una hermosa y perfecta vista al mar. Hacia buen clima, el cielo estaba despejado con algunos pájaros volando sobre el mar y eso lo hacía más perfecto. El lugar se encontraba un poco más lejos de la zona a la que solía frecuentar cuando robaba y tal vez por eso no había visto el magnífico restaurante.

El mismo chico que habló con Camila cuando entramos nos atendió y amablemente nos mostró nuestra mesa que se encontraba en una de las esquinas del lugar. Nos entregó el menú y se retiró dándonos tiempo a que eligiéramos. Todo fue muy agradable y la comida deliciosa. Nos quedamos más tiempo del planeado porque cuando nos dimos cuenta ya estaba atardeciendo.

–Esto es hermoso, jamás había visto un atardecer así–habló la señora Miller después de un tiempo contemplando el paisaje.

–Tiene razón, es muy hermoso–concordó Camila que estaba sentada a mi lado, tomando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos por debajo de la mesa, mirándome.

Dinah sólo asintió.

Nadie pareció darse cuenta de las miradas que nos dábamos Camila y yo. Seguían demasiado cautivadas con la vista como para fijarse en como nos mirábamos y en como nuestras manos se encontraba o rozaban disimuladamente por debajo de la mesa.

–Por cierto, no me dijeron exactamente donde viven ustedes dos–dijo Dinah cuando por fin salimos del establecimiento.

–Ehm yo...bueno...–miré a Camila que se encogió de hombros sonriendo.

Sabía que ella me estaba queriendo decir que podía confiar en Dinah. Confiaba en la chica, después de todo se había convertido en una gran amiga, pero siempre quedaba algo de miedo al rechazo. Seguramente si le contará a los otros chicos de la escuela no dudarían en dejarme y comenzarían a burlase por no ser como ellos, por no tener dinero. Suspiré sabiendo lo que tenía que hacer, dejaría de lado el miedo y se lo contaría a Dinah. Ella era buena persona y me lo ha demostrado todo este tiempo.

–Yo...yo vivo unas cuantas calles más allá de tu casa, ¿has visto la casa azul al fondo de la calle?

–Es una gran casa, es imposible no verla–asintió pensativa–algo tétrica pero linda–finalizó.

–Gracias–contestó la señora Miller en voz baja, aunque sólo yo pude escucharla.

–Di, la señora Miller vive ahí–informó Camila.

–Oh...–fue todo lo que contestó la rubia.

Nos subimos todas al auto y a pesar del extraño momento de minutos antes la conversación nunca se detuvo. Siempre había de que hablar, desde historias de juventud de Susan hasta los malos chistes de Camila, en donde yo era la única que los encontraba graciosos, la señora Miller se reía por educación y Dinah sólo giraba los ojos.

El camino a casa fue agradable y en poco tiempo el mini cooper se estaba estacionando frente a la casa azul. Camila se bajó y ayudó a Susan a bajar también. Todas bajamos a excepción de Dinah que se quedó en su auto, Camila se acercó a hablar con ella y cuando se alejó del auto este arrancó alejándose mientras la mano de Dinah salía por la ventada despidiéndose.

–¿Les importa que me quede?–preguntó la morena cuando regresó con nosotras metiéndose las manos en los bolsillos traseros de su pantalón.

–Claro que no, niña, puedes quedarte todo el tiempo que quieras–decía la señora Miller entrando a la casa.

Cuando quedó completamente fuera de nuestras vistas volteé a ver a Camila que sólo me miraba sonriendo. 

–¿De verdad quieres quedarte?–pregunté emocionada por la idea.

–Claro, pienso que puede ser bueno tener algo de compañía después de lo que pasó–encogiéndose de hombros se acercó más a mí hasta quedar a tan sólo unos centímetros de mi cara–además quiero quedarme contigo–terminó mirando mis labios para luego subir a mis ojos.

–Bueno, yo quiero que me beses–dije todavía más cerca, casi sobre su boca. Ella soltó una pequeña risa.

–Tal vez yo quiero que tú lo hagas primero.

Asentí y la besé. Lo hice despacio, sin prisas saboreando sus suaves labios. Nuestras lenguas se unieron intensificando un poco el beso, sólo entonces dejé sus labios llevándome su labio inferior en el proceso. Camila dejó escapar un pequeño gemido que provocó una extraña pero agradable sensación en todo mi cuerpo.

–Creo que deberíamos entrar–dijo ella sonrojada, comenzando a caminar en dirección hacia la casa.

Rápidamente la tomé de la muñeca con cuidado de no lastimarla. Ella se detuvo y giró para mirarme aún avergonzada. Le di un beso rápido y caminé con su mano entrelazada a la mía para entrar a la casa.


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Muchas gracias a quien esté leyendo esto 💜

La Dama y Jauregui (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora