Donde menos lo pensé

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Londres, Inglaterra. 

El hogar del duque de Sengoku, Inu no Taisho, rebosaba felicidad, la hermana del duque estaba por dar a luz, su esposo, lord Naraku Shikon, esperaba junto a su cuñado y los hijos de éste impasible. Habían muchas cosas que podrían salir mal, terriblemente mal. La partera se acercó al preocupado caballero, con una sonrisa le avisó del nacimiento de su primera hija. Naraku no se lo pensó, en segundos ya estaba escaleras arriba para ver a su esposa y su pequeña hija, ¿Podría un hombre ser más feliz en ése momento?
Seguramente no. Él había esperado ése mágico momento por años, dentro de su personalidad sombría y reservada él siempre albergó la idea de ser esposo, ser padre. Agradecía infinitamente a Midoriko por ser la mujer obstinada que era, si no fuera así, ella seguramente se hubiera casado con otro y él, él seguiría confinado en su solitaria casa, pero no era así, hoy el sol brillaba incluso si afuera llovía a cántaros, para él estaba indudablemente soleado. Abrió la puerta lentamente cuidando de no hacer mucho ruido, no deseaba incomodar a su esposa. Cuando estuvo dentro de la habitación la vio, con sus cabellos oscuros desparramados sobre la almohada, estaba pálida y respiraba lentamente. Se acercó a ella y tomo su mano con cuidado temiendo se pudiera romper.

-Querida- se daba el lujo de llamarla así nada más cuando estaban ellos, sólo en la intimidad la ternura y pasión de aquel hombre se daba a conocer ante aquella criatura que le robaba el aliento.

-Querido- sonríe levemente, seguía muy cansada, el cabello se le pegaba a la frente por el sudor -Es una niña...- dijo temiendo lo peor, que su esposo la rechazara por ser fémina.

Él se acercó a la cuna donde permanecía la bebé, sus ojos castaños le miraron y fue todo. Naraku cayó rendido a los pies de aquella pequeña criatura, tan bonita y tan frágil y era suya y de Midoriko, ¡Dios!, qué bien se sentía, aquel pedacito de humanidad era de ambos. Suspiro, acarició con miedo la rosada y regordeta mejilla, las manos le temblaban. Sonrió como idiota, un idiota completo e infinitamente feliz. Volteó a ver a su mujer que trataba de reponerse y sentarse, corrió en su ayuda.

-Naraku...- baja la mirada escondiendo su rostro entre aquellos rebeldes cabellos negros.

-Es perfecta querida- le interrumpe, sonrió -Justo como tú

Ella se sonrojo, era tonto que siguiera sonrojandose por cosas como esas, las atractivas sonrisas de su atractivo esposo.

-Sabes...- el caballero alzó las manos contento -Daremos una fiesta por su nacimiento, porque soy el noble más feliz del mundo, ¡Será una gran fiesta!- exclamó lo último tan fuerte que la recién nacida comenzó a llorar, corrió hasta ella preocupado.

-Eres un bobo- dice la mujer conteniendo las lagrimas de alegría.

Abajo, Inu no y sus dos hijos esperaban el momento adecuado para subir y darle las felicitaciones al lord y la lady.

Sesshomaru Taisho, hijo mayor y por tanto futuro heredero permanecía frugal, más por dentro, había felicidad. Sesshomaru nunca fue hombre muy expresivo, jamás lo fue y su padre estaba seguro en que nunca lo sería, simplemente nació así, serio y sin expresiones además de ésa mordaz mueca de superioridad. Al contrario del mayor, el menor expresaba abiertamente sus sentimientos. Era como si Inuyasha, el segundo hijo del duque, expresara los sentimientos que su hermano no. Polos opuestos pero más sin embargo, obviando algunas peleas entre ambos por niñerías, como las llamaba su padre, ellos tenían una amena relación.

Se escuchan zancadas en la escalera, Naraku bajaba a prisa.

-Midoriko desea presentarles a la pequeña Rin- dice sin poder borrar aquella boba sonrisa de su rostro.

Libro De One-shots  (Sesshome Y Otras Parejas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora