Donde menos lo pensé 4

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Naomi camina de un lado a otro. Ya la noche había arrullado la inmensidad respladeciendo con las conchitas brillantes en el cielo. No importaba que tan bonito fuera el espectáculo nocturno, Naomi no lo veía, estaba preocupada. Pensaba en lo que debía hacer, el futuro duque le había pedido que regresara, le ofreció un trabajo, para ella y para sus queridas hijas.

-Acepta- dice el abuelo frunciendo el ceño.

-¿Cómo?- se detiene para ver a su padre. Pensó estaba dormido ya.

-Acepta, Kagome y Kikyo estarán seguras, tendrán trabajo y... podrán vivir una vida tranquila, éste lugar no es el mejor y lo sabes- calla unos segundos. Los vecinos gritaban obcenidades mientras tenían coito -Lo ves...

La mujer se sonrojo por aquello. Afirmó con la cabeza.

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Kagome camina por las polvosas calles del pueblo perdida en sus pensamientos, los pies se le arrastraban pesados por aquella tierra seca. Había salido tarde de la tienda de la anciana Kaede. El karma es grande, la joven se había mojado con el contenido de un cubo que le cayó encima. Era un brebaje de esos que Kaede vendía sin receta, era un secreto.

"Es algo que mi abuela me enseñó, era gitana" dijo la anciana con dulzura tratando que Kagome no se sintiera tonta por su torpeza "Es una poción de amor cariño"

En cuanto la joven escuchó aquello, sus cabellos se erizaron. Ella no se quería enamorar y... no deseaba nadie se enamorara de ella, si eso ocurría, muchas cosas podrían salir mal.

Caminó así hasta llegar a la entrada de su hogar, vio a Kagura en la ventana con la mirada perdida, se puso de pie y... cayó al suelo. Higurashi se asustó. Corrió a la casa de la mujer.

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Sesshomaru caminaba de un lado a otro estresado, el despido de Byakuya no fue tan sencillo, sabía que algunos otros empleados debían estar implicados, pero... ¡Se fue hasta la cocinera!, todos aquellos eran una bola de sinvergüenzas ladrones, no había más que despedirles. Sólo quedaron Miroku, el encargado de las caballerizas y Koga, uno de los mozos.
Esperaba realmente que la señora Higurashi se decidiera rápido o estaría en apuros. Se aflojó el pañuelo, suspiró. ¿Hace cuánto que no estaba con una mujer?

Recordó algo sucedido en la mañana, se había equivocado de lugar y terminó en la puerta de una mujer pelinegra llamada Kagura, la mujer sin pudor le ofreció su cuerpo en bandeja de plata. No estaría mal tomarle la palabra. Sin pensarlo dos veces se marchó en su caballo en dirección al pueblo.

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Kagome encontró la puerta abierta y entró, la decoración de aquella casa era pesada y sin mucho gusto. La joven caminó con cautela hasta llegar a la que creyó era la habitación de su vecina, tocó, nada, decidió abrir.

Kagura estaba en el suelo con un hilo de sangre en su boca.

La chica corrió en su auxilio asustada, la tomó en sus brazos, palmeo sus mejillas para que despertara, estaba al borde de sus nervios cuando escuchó una puerta ser cerrada con fuerza. Varios pasos pesados por la escalera hasta llegar a la habitación, entonces los ojos azules se encontraron con el enorme cuerpo de Rikotsuzei, apestaba a alcohol. Kagome sintió miedo, terror.

-Está desmayada, ayúdeme señor- pidió.

El sujeto se acercó, ella pensó ayudaría, pero no, Rikotsuzei la tomó del brazo, le sarandeo tan fuerte que su gorro calló y dejó sus cabellos al descubierto.

-Que tenemos aquí...- menciona con la voz atropellada -Una linda muchachita...

-Señor...- su corazón se achicó, sentía un miedo jamás experimentado.

El sujeto la jaloneo y sarandeo hasta lanzarla contra la pared, Kagome se golpeó fuerte, el bruto tenia fuerza. Buscó con su vista algo con qué defenderse, vio un alfiler grande, de esos que usan las mujeres en el cabello, se lo clavó en el hombro al tipo cuando se acercó. Enfurecido, Rikotsuzei se abalanzó sobre ella luego de sacar el objeto. Quizás era la borrachera, quizás era la ira, pero no sentía dolor, sólo su sangre caliente salir de la pequeña herida. Tumbó en el suelo a la fierecilla, comenzó a romperle las ropas y a besarle el cuello dejando atrás su asquerosa saliva. Ella se retorcía buscando la libertad, no podía, él era más grande y fuerte. Las lágrimas ya se asomaban por aquellos ojos azules.

-¡Quédate quieta perra!- ordena abriendo el corsé -Encontré el tesoro- se pasó la lengua por sus agrietados labios. Quitó lo que faltaba de ropa y al fin la tenía desnuda bajo él.

Kagome cerró los ojos. Nunca deseó casarse pero... tampoco quería perder la honra así, violada por un cerdo. Las manos ásperas del cavernicola le recorrieron la cintura, ella sentía que moriría por el asco, él se apartó un poco para bajarse los pantalones. La peli negra aprovecho ése instante, le golpeó en la entrepierna y corrió, ni siquiera se acordó de su desnudez, simplemente corrió afuera, a la libertad. Abrió la puerta, chocó con algo. Alzó la vista y miró a un hombre, las lágrimas salieron sin control de sus ojos mientras su pecho sube y baja.

-¡Ven acá maldita puta!- gritó Rikotsuzei bajando los escalones como el demonio.

Paró al ver que alguien más estaba allí. El recién llegado apartó a la joven con delicadeza y sin mediar palabra alguna lo derrumbó de un puñetazo a la nariz. En el suelo, aturdido, Rikotsuzei recibía puñetazos, uno tras otro. Se desmayó, tenia el rostro molido a golpes y lleno de sangre. El recién llegado se quitó el abrigo, lo colocó sobre Kagome para tapar su desnudez.

-Hay una mujer desmayada arriba señor- por la oscuridad no sabía quién era, sólo sabía que era un hombre con un olor exquisito. Trataba de calmar el nervioso temblor en todo el cuerpo y controlar su respiración.

Él subió los escalones para bajar en un momento con Kagura en brazos.

-Llevemosla a mi casa- sugiere Kagome tapándose bien con el abrigo -Necesita un médico- salió del hogar seguida del hombre.

Entraron al cuarto donde Naomi, el abuelo y Kikyo conversaban. Los tres se sobresaltaron ante la escena. El futuro duque Sesshomaru Taisho entraba con una mujer en brazos tras una Kagome más despeinada de lo normal y pálida cubierta con un abrigo a simple vista, de hombre.

Dejaron a Kagura en el catre, Sesshomaru, para ése momento la menor Higurashi ya lo había reconocido, anunció que buscaría al médico. Mientras él llegaba, Kagome relató lo sucedido, sus familiares no podían creerlo, madre y hermana abrazaron a la joven.

Luego de un rato Taisho entró seguido de un anciano doctor, revisó a Kagura que comenzaba a recobrar la conciencia. Estaba enferma, tuberculosis, no había nada que hacer. La dejaron descansar. Kagura antes de quedar dormida les agradeció.

Sesshomaru se quedó en los escalones de aquella miserable pensión, nunca se había detenido a pensar en las dificultades de los demás, qué equivocado había vivido en su pequeña burbuja. Su cuerpo entero se removió en el instante en que vio los ojos suplicantes y llorosos de Kagome, ella indefensa, desnuda. La ira lo dominó y por eso casi mata a golpes al maldito. Por suerte ya estaría en la cárcel, había pasado por la pefectura de policía y hecho la denuncia. Kagome salió del cuarto ya cambiada, le entregó su abrigo sin mirarle a los ojos. Una ternura nunca antes experimentada lo agobio, deseaba abrazarle y decirle que no temiera, que no se avergonzara, pero sólo tomó su abrigo asegurando regresaría mañana a primera hora para llevarlas al hogar Taisho.

Ella soltó un apagado Sí.

Taisho se marchó. Mañana en cuanto el sol saliera iría por ella, por toda la familia Higurashi. Los ayudaría ya no por honor, si no porque su corazón se lo gritaba, por primera vez veía el mundo de los demás, se percatara de su sufrimiento, se daba cuenta de la vida dura. Nunca más los cerraría, sería el mejor arrendatario y patrón que pudiera ser.

Continuará...

Aquí el capitulo puntualito
^-^

Espero que les gustara

Serían cinco... pero...

Por los comentarios de ayer, decidí alargarla un poco más y agregar éste y otros cap más :)

Well, me despido, bye ♡

Libro De One-shots  (Sesshome Y Otras Parejas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora