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En manos del destino quedó, bajo la profecía unida, entre cuerpos aclamados y almas perdidas se encontraron.

DERIAN

El calor de su cuerpo, junto al aroma de vainilla, se fue perdiendo entre las gotas de lluvia que caían en su rostro; deslizándose como las lágrimas que seguramente habían dejado de salir de sus ojos, hace mucho tiempo. En tanto apretaba su propia herida con fuerza, pese a tener los ojos cerrados y estar, completa e inconscientemente, agonizando, desaté la oscuridad a mi alrededor, fundiéndonos en un campo sombrío en el que nadie nos vería, no notarían ni mi presencia y, mucho menos la suya.

Las sombras fueron viajando entre la oscuridad, con la lluvia, creando un ambiente más tétrico, dejando que las tinieblas se apoderasen, alejándonos dimensionalmente del caos que, supuse, ella misma había provocado. No obstante, aquel desastre que la rubia entre mis brazos había creado, se fue desvaneciendo en segundos, como un acto común en los reflejos al no querer mostrarse como lo que eran, mucho menos, exponerse ante un acontecimiento como ese.

Los aromas, la sangre, la muerte... estaba por todas partes, incluyendo mi camisa que, mojada, era un caso perdido en cuanto sostenía a Ayla entre mis brazos. Su cuerpo estaba adormecido y, su corazón palpitante, perdía fuerza como cada extremidad que demostraba el poco tiempo que le quedaba.

No había tiempo que perder, mucho menos cuando ella se encontraba flotando en un limbo; una parte de su ser exigiendo vida y la otra, ahogándola en la infinita muerte.

—Vas a vivir—susurré en su oído, parpadeando varias veces, caminando bajo la pronunciada lluvia que había decidido arrasar con el ambiente aquella noche—. Ya sobreviviste...esto es lo más fácil.

Pasaron unos segundos y, supe sin dudarlo hacia dónde debía llevarla. La seguridad era lo primordial, principalmente siendo consciente de lo que Ayla había hecho, sabiendo que tras eso, habrían miles problemas rondando a su alrededor.

Por alguna razón el mundo nos había ofrecido la oportunidad de encontrarnos, no en las más amenas circunstancias, pero sí en el momento indicado. Una parte de mí vibró, en mi interior, llamándome hacia ella.

Y no la dejaría, ni a su alma, ni a su cuerpo.

La llevé al lugar más hogareño y seguro que conocía. Aquella enorme estructura, rodeada por murales de piedra, un inmenso y extenso bosque escondido las aguas cristalinas del lago, protegida por la magia de driagna y diversas ramas de cristal a su alrededor. La gran fachada con piedras antiguas en su interior, inmensos ventanales y coloridos jardines, entre las aguas de Ousville, ese...era el lugar donde mi madre había permanecido los últimos años. Nuestro hogar.

Él no había dudado en darle todo, aunque no podía permanecer siempre en casa—fuese por su naturaleza o trabajo—buscó darnos una vida normal, en lo que cabía la definición de normal.

Ser un reflejo, ya te hacía diferente, pero ser la clase de reflejo que yo era; entre el poder que rugía dentro de mí, la rareza de mi propia especie y naturaleza, me hizo ser diverso entre los mismos reflejos. Así que, era importante que, fuese en mi nacimiento, tanto como en mi crecimiento, que estuviese en un lugar seguro.

Incluyendo a mi madre.

Ella había sobrevivido a algo catalogado como imposible. Seguía viva, no tan sentimental y emotiva como antes—eso decía papá—pero seguía siendo ella. Se enamoró de quien no podía sentir. Aunque, lo gracioso es que, de alguna manera, lo hizo sentir. Y así llegué yo—bueno, no exactamente de ese modo, pero si a través de ello—. Muchos explicaban mi existencia gracias al efecto que tuvieron las piedras de los reflejos en mi madre; eso la salvó y eso me hizo diferente.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora