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El reflejo sin darse cuenta lo aceptaba, dentro de sí algo más poderoso que su ser, luchaba.

Clamaba, peleaba y gritaba, porque saliendo, sería más fuerte que nada.

Gracias a Derian Kuznetzov y al espejo, supe que el no sentir, era parte de mí, pero que el rechazar los sentimientos, era una habilidad, al igual que ser capaz de formarlos y crearlos, como si pudiese moldearlos para que yo misma, en el momento en el que quisiese, los sintiera.

Solo yo.

Los antiguos nunca dijeron el por qué, recordé, solo avisaron que debía ser cuidadosa en el instante en el que decidiera sentir y con quién ya que, todo reflejo desearía probar aquel sentimiento. ¿Por qué querrían probar específicamente lo que yo crearía en mi interior? ¿Era acaso diferente a los sentimientos de los demás humanos? Me propuse a encontrar la respuesta, cuando el niño reflejo despertara.

Derian llevaba casi una semana dormido y seguía sin despertar, sin dar señales de querer parlotear con su conocida picardía.

Sí bien Diuk le dio la gema para que su herida sanase, no le proporcionó todo un té de ello, sino que fue poco y de ese mismo modo, como yo anteriormente, fue sanando lentamente. De eso me di cuenta al verlo cada noche, revisando con detalle aquella zona vendada.

-No sanará rápido sí no le das toda la gema-fruncí el ceño, viendo cómo le daba el té. Derian cabeceaba en ese momento entre sus brazos pero no se inmutó.

Diuk, sin mover un solo músculo delante de mí, aplastó los labios.

-Hay que saber racionar la cantidad de gema que le doy-explicó, observando la taza entre sus manos. La piel pálida que lograba divisar, parecía brillar bajo la tenue luz de la luna, salpicándole en puntos específicos de su atractivo rostro-. Nunca se puede exagerar con el poder de una de las gemas, porque puede ocasionar efectos negativos en su cuerpo y ya está lo suficientemente débil como para hacerlo sufrir más. Su inmortalidad y la gema lo hacen sanar, a su tiempo. La parte humana que hay en él ya está bien, pero su parte, como reflejo, debe mejorar aún, por eso dormirá un largo periodo de tiempo.

Esas habían sido sus palabras y así mismo fue.

No salí de la habitación de Derian ni un solo segundo. Tenía ropa y un baño, así que no necesitaba salir. Diuk me llevaba comida, supervisaba el estado del niño reflejo y yo me quedaba todo el tiempo rondando por su habitación y el balcón; leyendo, escuchando música y acostándome a su lado, esperando que despertara.

-Detesto esa canción-dije más para mí misma uno de esos días, observando cómo sus mejillas enrojecidas eran lo único, aparentemente, vivo y alerta en él-. Parece que tuvieras frambuesas pegadas a los cachetes, Derian. Como golpes al trasero de un bebé...

Negando ante mis comentarios que obviamente chocaban contra el viento, me giré hacia el balcón. El despejado cielo solo era una diminuta señal de calma que solo en un lugar como ese, podía percibir.

Sin embargo, dentro de aquel ambiente, en esas noches solitarias observando cómo las tinieblas se escurrían entre los árboles, algo cambió. Lo supe cuando mi cuerpo percibió-gracias, seguramente, a la gota-que algo diverso a lo que conocía, estaba en la casa del lago.

El calor en mi rostro era como una especie de beso del sol que volaba alrededor de la casa y que se detenía por segundos ante la presencia de alguien más, y pese a eso, estuve todo el tiempo sola.

Con Derian dormido, prácticamente me encontraba sola.

Eila no apareció ni una sola vez, por lo que deduje que aún no sabía la condición en la que estaba su hijo, así que lo más conveniente era que tampoco saliera, para evitar comentarios y preguntas que seguramente ocasionarían un completo caos.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora