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La verdad de los reflejos antigua es, oculta entre páginas que ignoradas fueron, en un pasado oscuro.

DERIAN

No había nada.

Solo un vacío.

Un pozo que no tenía fin. Podías ver la infinita oscuridad rondando entre la misma sombra que se había apoderado, sofocándola en el interior de una burbuja donde nadie podía acercarse, donde nada ni nadie podía tocar aquella preciada rosa que pronto se estaba desvaneciendo entre la fría brisa invernal donde nos encontrábamos.

Ayla, en ese instante, pudo ser la mejor ejemplificación de un reflejo poderoso, que no sentía absolutamente nada. Entre sus ojos miel ya no se hallaba la luz que una vez creí ver, la piel pálida solo era el significado de cuán trasparente era su ser en ese momento, dejando a la vista que en su interior, ya no quedaba nada.

"¿Qué hice...? ¿Qué hice...?" me reproché, a una distancia prudente.

Aún la veía ensangrentada e inmóvil cuando caminé a su alrededor. No quería asustarla, no deseaba que el monstruo feroz en su interior me atacase porque, ciertamente, no sabía lo que había pasado. Pudo haber vivido cosas inimaginables, el Espejo pudo haberla llevado hasta el mismísimo infierno y no supe sí estaba preparado para enfrentarla.

Lo que vio, lo que vivió, era simple y seguramente; desconocido y peligroso. De eso estuve seguro en cuanto vi cómo se quitó parte de la armadura que llevaba, con una mirada circunspecta.

Bajé la mirada hacia ésta, cubierta de sangre, manchada de restos de tierra, deshecha en la nieve pura que aún cubría su cabello y cuerpo casi desnudo.

Lo importante, más que nada, era que estaba viva. Ayla aún seguía viva, dentro del espejo y eso, me permitió respirar profundamente. La había encontrado después de todo, finalmente sabía que estaba unido a ella por razones del pasado que solo los libros me explicarían.

—Ayla, ¿cómo te sientes?

Con una escueta mirada, me dio a entender que, por un segundo, no me reconoció.

Por un instante, quise acercarme y alzar su delicado rostro, diciéndole que mi interior estaba conectado a ella, que su cuerpo estaba unido al mío y que cada pensamiento y acto, sería solo realizado por ella, por su bien y existencia, pero, sabiendo perfectamente en el limbo en el que se encontraba, me negué.

No podía actuar como un humano sentimental cuando aún no habíamos salido del Espejo de la Verdad, cuando existía la mínima posibilidad de que, pese a que había pasado la prueba, se quedara para siempre dentro, esfumada en el tiempo y espacio entre las tinieblas.

Debía ser cuidadoso, como cuando papá hacía sentir demasiado a mi madre.

Rápido como Kayne cuando robaba comida y silencioso como Diuk a la hora de atacar a su presa.

—Yo no siento—musitó, apretando su pecho.

Contuve el aire.

Seguía siendo su voz, seguía siendo ella, en el retorcido entorno, oscuro, estaba completamente vacía, sin sentimiento alguno volando en su interior o siquiera sobre ella. Las lágrimas que antes había presenciado, desaparecieron antes de que yo mismo pudiese secarlas con mis labios y el terror dentro de sí, se esfumó antes de que pudiera abrazarla para susurrarle que estaba bien.

— ¿Qué fue lo que sucedió?—pregunté, indeciso sí debía acercarme o no. Nunca me había quedado en medio del Espejo de la Verdad, siempre había salido enseguida pero, esa vez, seguíamos ahí, en el juego de las tinieblas—. ¿Qué enfrentaste, Ayla?

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora