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ANTES O DESPUÉS DE LEER EL CAP, ESCUCHEN LA CANCIÓN. SIENTAN CADA PARTECITA, LLOREN CON ELLA, SOLO DEJEN QUE EL REFLEJO MAS CERCANO CONSUMA ESO. 

***

Marchita

Hasta que la flor de este amor haya florecido, este corazón no estará en paz.

Se ha ido...

No hubo un libro, una conversación o señal que me preparara para esto. No nos dimos un momento, para sí quiera meditar, pensar o analizar lo que podría suceder. Jamás nos dimos una lección de cómo sería estar alejados, de no tener su piel rozando la mía, sus palabras deambulando junto a los sentimientos que solo existían entre nosotros. No hubo si quiera una despedida, porque no sabía que debíamos haberlo hecho.

Derian, él... él ya no estaba. ¿Cómo podía superar apenas el control que conocía, gracias al niño reflejo, cuando había dejado tanto caos en mí? Desató una tormenta de emociones y sentimientos, que ahora no sabía cómo contener.

Estaba rota en el suelo, con el corazón latiendo fuertemente, dejándome saber que era real y lo difícil..., que era sentir. Viva, si, estaba viva. Lo supe más que nada en ese instante pero, sí eso era sentirme viva, no quería seguir haciéndolo. Nadie podía haber predicho cómo reaccionaría... Puedo jurar que ni una sola driagna entendería la complejidad de mi situación, de mis sentimientos, de cómo llegaba a manipularlos, pero que del mismo modo, éstos podían manipularme a mí.

Rápidamente Derian Kuznetzov se había incrustado en mi alma, dejó pequeños rastros de luz, estrellas brillantes para que iluminasen mi camino, mi vida, dentro de tanta oscuridad en la que me estaba ahogando. ¿Cómo...? ¿Cómo se había ido, llevándose consigo la paz que abundaba dentro de él? Había sido un jodido idiota, porque me hizo ver mi corazón, me hizo apreciarlo con dulzura, mientras él hacía lo mismo, luego lo tomó y se lo llevó consigo. Y ahora... ahora estaba muy lejos como para reconocer que tenía uno.

Las palabras quedaban atascadas en mi garganta entre la agria sensación, quemándome por dentro al igual que la sombra negruzca que me hizo caer de espaldas. Brasas heladas llenaron la habitación, me tomaron del cuello, impidiendo que respirara, mientras presenciaba un adiós involuntario, hasta que decidieron que era suficiente y me dejaron. Sin embargo, ahí habían estado esas sombras, aquellas monstruosas tinieblas que me observaron a los ojos con maldad, con el deseo de muerte en aquella mirada consumidora, llevándose consigo lo poco que quedaba de mí, lo que me permitía estar en pie.

Ya no funcionaba. Mis propias armas ahora eran mi debilidad.

Me fue imposible darme cuenta de lo que estaba haciendo, de cómo me temblaban las manos, el cuerpo, helado, semidesnudo, de cómo estaba actuando, lo que me sucedía, hasta que oí gritos a mí alrededor, de una persona en específico.

Kayne.

—Vamos, Ayla... —intentó acercarse, pero le fue imposible.

Alcé el rostro, empañado por el rocío de la tristeza, atravesándome el alma, con la compañía de una especie de oscuridad, peculiar, porque todos aquellos colores que antes me habían acompañado, iluminado y embelesado, ahora se habían oscurecido, tornándose casi irreconocibles como mi propio corazón.

Estaba rodeada, completamente rodeada de tinieblas y sombras, gritando, ensordeciéndome mientras me abrazaba a mí misma. Acostada en forma de ovillo, vi desde lo alto la preocupación en el rostro de Kayne, con un celular en mano. Supiese o no lo que había sucedido, mi estado le confirmaba que algo malo había ocurrido.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora