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Sangre por sangre

Libre siempre fue, solo faltaba que sus alas abriera, para acabar con la miseria.

El viernes también hice actualización, así que sí no leíste el capítulo anterior, revisa antes de leer este. No sea que te lleves sorpresas.

El leve sonido de los truenos comenzaba a inundar los pasillos de la mansión donde todos los soldados, preparados, se encontraban haciendo guardia. Los vientos se escurrían entre los ocultos espacios de la estructura, resonando como el silbido de la muerte, pronta a llegar, entre el movimiento de los árboles y la caída de las rosas ante la tempestad que arrasaba con todo, poco a poco.

Entonces, desde la ventana le vi.

Cid caminaba bajo una sombrilla hasta la camioneta que le llevaría al hangar, donde tomaría un avión con dirección a Rusia. Escoltado por reflejos y humanos, alzó el rostro desde la puerta, con la vista fija en mí que, oculta tras las cortinas, levanté la mirada.

—Te quedarás aquí, sin hacer mucho, no hasta que yo lo ordene—dijo antes de salir, colocándose sus negros guantes de cuero—. Dark se quedará a inspeccionar, a cuidarte desde la lejanía—pude escuchar el soplido que hizo al informarme sobre la presencia de Darkness—, pero solo eso. Tiene órdenes de no acercarse más, no queremos que toque lo que no es de él en mi ausencia, ¿entendido?

Sin decir nada, permanecí frente a la ventana de cristal cerrada, con la vista fija en los rosales destruidos por la tormenta. Era el momento perfecto, Cid finalmente se iba, dejándome despreocupadamente en la mansión tras años de permanecer rodeada de guardias, con sus felinos ojos persiguiéndome a donde fuese. Si, estaba el reflejo de ojos negros pero lidiaría con él, no sería un problema.

>>Y ni se te ocurra hacer alguna estupidez—advirtió en el marco de la puerta, ocultando el reloj que reposaba en su muñeca, gigantesco, pesado y costoso. Un símbolo de poder para él y todo el que lo viese—, ya hemos tenido suficiente. Y estoy seguro que ya tú cuerpo ha estado muy adormecido estos días como para que te permitas a jugar con los castigos nuevos que llegaron.

Por eso mismo, debía escapar.

Después de unas horas, en tanto pasé mis últimos momentos en la mansión, unos guardias me sacaron de mi habitación; dos de ellos tomándome de las muñecas y otros tres detrás de mí, apuntándome.

—Vaya... pero qué temerosos son...—comenté, mordiendo mi lengua, esperando que alguno respondiera—. ¿Le tienen miedo a una chica?

—A una como tú, cualquiera—reconoció Dark, sentando en una gigantesca mesa de cristal en uno de los jardines cerrados. Al llegar frente a él, encontré varias armas, algunas ellas, similares a las primeras que tuve que usar cuando llegué a la mansión siendo tan solo una niña—. Preséntate.

Dando un giro, me di cuenta a quién le hablaba el reflejo de ojos oscuros.

—Soy Adi, pero el rubio suele llamarme conejita.

—Vaya imaginación la de Cid, ¿no?

Rodé los ojos, observando con detenimiento el jardín que, prácticamente, era un campo de entrenamiento con nuevos juguetes para esto y, también, otros más retorcidos, entre ellos un inmenso laberinto donde había trampas. Más de veinte guardias rodeaban el perímetro y, seguramente otros veinte permanecían cerca del jardín para evitar cualquier inconveniente.

Pasando una mano por uno de los cuchillos, jugué con él, dándome cuenta de que, el jardín—además de contar con muñecos de práctica y otros elementos—también tenía simuladores.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora