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ADVIERTO: Este capítulo contiene (posiblemente para algunos) escenas fuertes, así que, les agradezco comprensión y que, sí no les gusta, pues que dejen de leer. No deseo problemas, así que por eso mismo les doy la advertencia antes de que lean. 

Sin más que añadir, les agradezco por estar presentes en esta historia, espero que se encuentren bien y, les recuerdo que la playlist está disponible. 

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Perdida

Encadenada ya no se vio, más presa del corazón, estaba, sin razón.

 Exhalé profundamente al ver cómo Derian se alejaba con una de sus tantas sonrisas encantadoras, aquella energía que lograba que su alrededor temblase, y su aptitud sinigual, una que, no muchos poseían y que claramente Dark en la vida lograría obtener.

Le agradecí mentalmente que no expresase nada sobre nosotros.

¿Nosotros? ¿Desde cuándo hay un nosotros, Ayla? ¿Ah?

Me di un par de cachetadas mentalmente.

Podía haber corrido peligro sí él hubiese dicho lo contrario, complaciendo a Dark pero, el niño reflejo era inteligente, no podía negárselo; sus palabras, como susurros en un día lluvioso, habían vencido al torbellino, en el intento de acabarle. Así que, de ese modo, vi cómo el reflejo de ojos oscuros, de cejas pronunciadas, se alejó, al notar que varios humanos se acercaban y bailaban al compás de la música.

Quizá todo era un plan y, quizá... yo debí haber salido de ese lugar antes.

—Mira nada más... lo que tenemos por aquí...—dijo uno de ellos, tambaleándose.

"Vaya mierda" negué internamente. Quería llegar de manera calma a mi habitación, salir del lugar y dormir tranquilamente porque, sí algo había logrado Derian, era infundir paz con su presencia. Sin embargo, aquellos ebrios invitados de Cid, tenían otros planes.

— ¿No quieres divertirte con nosotros? Cid ya nos ha tenido bastante ocupados investigando sobre ese ser que anda suelto, queremos una recompensa—pronunció la mujer que les acompañaba, tocando mi cabello mojado—. Eres bastante atractiva, eso nos servirá.

Evalué mi alrededor, evitando verles a los ojos, imaginando que, ellos no estaban intentando tocarme o que, si quiera, me habían despojado de mi toalla. El pasillo en el que nos encontrábamos era amplio, con un alfombrado vino tinto, donde en las esquinas se veían pronunciados detalles negros. Un candelabro de cristal negro—regalo de un reflejo—iluminaba la sombría noche con sus velas del mismo color, dejando que el aroma a bosque espesara el ambiente. Las paredes, de un color crema, estaban desnudas ante los ojos de los presentes, pese a que yo sabía lo que había detrás de ellas y cuan ventajoso me era saber esa información. Una pequeña mesa de roble estaba en una esquina, con cuatro cajones en total donde, para mi pesar, no había ni una sola arma. Aunque, para mi suerte aquella noche, encima, se encontraban diversos jarrones, con florecillas y calaveras, además, un par de candelabros de plata.

No me detuve demasiado a pensar lo que sabía, debía ocurrir.

Salir viva de ese lugar, de aquellas manos que empezaron a manosear con intensidad mi cuerpo, en busca de sonidos que no saldrían de mi boca o placer que jamás llegaría a mi cuerpo, fue lo primordial para mí en el instante.

—Lleva poca ropa—comentó uno de ellos, era calvo—, nos facilitará mucho trabajo. ¡Vaya suerte la de nosotros esta noche!

Las manos de la mujer, de cabellera corta, se pasearon por mis hombros, hasta llegar al centro de mi pecho, donde con deseo, empezó a deshacerse de los lazos que apretaban mi bustier.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora