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Ataraxia

En un suspiro se adentraba, tanto el sentimiento y emoción, que perdido estaba.

No fui consciente del tiempo que pasó, hasta que me levanté y me di cuenta que había dormido por dos días. Mi cuerpo, enseguida, respondió agradecido por el descanso, excepto mi vejiga, que enseguida me exigió ir al baño.

Abrazándome a mí misma, aún desnuda, observé la cama. Estaba vacía, el lado del niño reflejo frío como el invierno que azotó esa mañana a través de la ventana. El recuerdo de sus dedos trazando figuras en mi piel, susurrando palabras dulces, mientras le contaba sobre mi pasado, chocó como un rayo contra mí. Era un momento que siempre recordaría y que pese a todo, tendría un enorme significado para los dos; no me juzgó, escuchó, aceptó el dolor y apretó su mano contra la mía cuando mi cuerpo correspondía al terror pasado. Derian no eliminó lo que me había sucedido, pero sí logró que poco a poco lo superase, evitando llamar a ciertos sentimientos que podían terminar conmigo. Fue luz en la oscuridad y un sueño entre las tinieblas.

Si bien aún no nevaba, el viento susurraba la promesa de que, próximamente, cuando menos lo esperásemos, las montañas arrasarían y dejarían que como un beso dulce, la pulcra y limpia nieve llegaría.

Aún seguía pensando en lo que vi... Las sombras, no solo en la mansión de Cid, me habían visitado. Fue devastador, no solo verlas, sino sentirlas, como sí sus garras poco a poco hubiesen querido arañarme, abrirme con tal de esperar a que las heridas de curasen, para volver a hacerlo. Una, y otra, y otra vez, escuchando el grito que jamás saldría de mi garganta, pero sí regocijándose de cómo mi cuerpo moría debajo de ellas.

El solo pensarlo me hizo devolverme al baño, sin poder evitar vomitar lo que no tenía.

—Podría hasta impresionarme que aún tengas estómago después de eso—comentó a mis espaldas Izye. No me molesté en girarme, ni en apenarme por mi desnudez, cuando limpié mi boca con un pañuelo. Caí de rodillas, respirando profundamente—, pero nada me ha impresionado en mis años aquí en esta tierra.

—Una pena—dije, ronca—, el mundo para tu amigo parece estar lleno de maravillas que impresionan.

Soltó una risa corta, seguramente consumida. ¿De ese esklave que ocultaba de todos? ¿Algún humano que se encontró de camino? ¿Las almas oscuras de los humanos que nos atacaron? No lo descifré y no quise investigar algún indicio que diera sobre ello, no mientras la cabeza aún me daba vueltas, con la boca pastosa y las manos temblorosas.

—Sí hablas de Derian... posiblemente sea cierto—caminó vagamente, hasta lanzarme una bata color blanco. Las velas que antes habían estado encendidas, ahora estaban consumidas, y la ventana solo estaba semi abierta. Agradecí eso, respirando otra vez—, pero sí hablamos de Kayne... a él lo impresionan hasta las bragas de mi bisabuela.

Rápidamente me puse la bata y caí en el suelo. Más frío que el ambiente como tal, pero alentador, al sentir que nuevamente mi cuerpo estaba débil y apenas podía mantener el equilibrio.

—Una belleza, supongo.

Izye bufó.

—Hace doscientos años, sí.

Un acogedor silencio nos abrazó, aun viéndonos fijamente. A diferencia mía, Izye estaba en perfectas condiciones, vestida informalmente, mostrando parte de su abdomen, casi como siempre. La sonrisa en sus labios no llegó hasta sus ojos cuando me escaneó con la mirada, dejando que los leves rayos de luz, brillantes, reflejasen aquel extraño destello en sus orbes.

—Luces peor que Kayne cuando Diuk lo persiguió—Aparentemente, a todos les encantaba mencionar al tío del niño reflejo. Y no lo dudaba, él definitivamente tenía muchas historias que contar. La reflejo alzó las cejas, inclinándose a mi altura, negando—, el muy idiota le robó una bella propiedad en Italia, y no fue hasta el siguiente verano que Diuk se dio cuenta. En fin—resopló—, familia.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora