REFLEX [✔#2]

0,26

Entre el amor, los secretos y ron.

Humanos y reflejos reunidos estaban, destinados a enfrentar lo que menos esperaban.

Las tenues luces se removían a nuestro alrededor, al igual que los aromas de especias que seguramente había usado el niño reflejo. Desde los cristales pulcros de la ventana principal a la que daba la cocina, se lograba ver el reciente invierno que se había abierto paso entre el bosque de la residencia de los Kuznetzov, apenas eran visibles los árboles secos desde nuestro punto de vista ante el silencio enmarcado en el que permanecíamos.

Derian estaba a mi lado, con aquella alegría y picardía en sus ojos deslumbrando con su usual sonrisa, pese a estar en silencio, seguramente evaluando la situación y mi comportamiento. Lo notaba por la forma en la que sus hombros y músculos, en aquella camisa de algodón, permanecían tensos. Era posible de que pudiera cerciorarme por completo sí palpaba sus brazos o espalda, pero decliné la idea. No busqué darle una sonrisa, porque él no la necesitaba, no cuando ni siquiera podía darla de forma sincera.

Entre nuestras apenas notables miradas, él necesitaba realidad, que cada expresión en mi rostro fuera real, cosa que no me permitía a proporcionarle en ese instante.

Me giré hacia la familia de Derian; cada uno diferente pero con los secretos ocultos en sus miradas, un pasado detrás de ellos y sentimientos quizá congelados. La costosa ropa, apellido y postura arcaica los unía, pero solo superficialmente. Y pese a que el que llamaban Kayne parecía inofensivo, su cadena y forma de observarme, me dieron a entender que no era así. El tío de Derian podía llegar a ser de todo, menos tonto cuando de dinero o reflejos se trataba; su forma de caminar, de hablar y hasta de elegir los vasos para beber un trago, me gritaban un mensaje claro: sabía a qué se enfrentaba. Tenía una lengua larga, pero tenía claro lo que hacía y decía, mucho más sí se había relacionado con Cid.

—Espera, espera, ¿cómo dices que dijiste?—alzó su vaso vacío con borde dorado que brilló ante los rayos de luz, parpadeando repetidas veces. Sopesé las palabras de Aník, con aquella típica oscuridad que proyectaba, el brillo oculto—. ¿Quiere atrapar al miroir? Eso... eso sería... ¿No fue él quien tomó algunas minas familiares?—El reflejo apenas asintió con la cabeza—. Él es como un narco, Aník.

Eila rio por lo bajo.

— ¿Como tú?

—Eso es algo del pasado, Eila. Ahora soy legal en ambos mundos, internacionalmente, claro.

No me fue complejo entender lo que sucedía. La noche anterior permanecí sumida en uno de los tantos libros que tomé de la biblioteca, al poco tiempo cuando el cielo era la representación de lo desconocido, aclamando las tinieblas entre los rayos de luz, los había escuchado y cuando bajé para ver qué sucedía, Aník y Derian hablaban cerca del piano. A la lejanía, se encontraba Diuk. Su prosaica mirada no expresó absolutamente nada, tampoco sus palabras fueron específicas, no cuando vi cómo se deshacía de un cuerpo.

Estaba tan ensangrentado, herido... aun así, las marcas de agresión no eran externas, no cuando el miedo seguía presente en cada músculo de su pálido cuerpo.

—Lo hizo Derian—Mis palabras no parecieron sorprenderlo en lo absoluto, no cuando asintió y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. La paleta de colores pasteles detrás de él solo lo hicieron ver como un punto negro, cuando sus ojos eran la misma profundidad del cielo—. Es más grave de lo que pensaba, entonces.

—Cid está detrás de muchas cosas y usa a Dark—comentó, frunciendo el ceño—. Pero es algo que ya sabes.

Me encogí de hombros ante su comentario. Era de esperarse, sí bien había estado alrededor de ambos semanas antes de escapar, no estaba al tanto de todos sus proyectos, sin embargo, a pesar de que no sabía qué era lo que hacían, escuché lo suficiente como para despejar las dudas de los reflejos.