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Amenazas, peligros y secretos.

Poderosos ellos eran, enjaulados buscando romper cadenas, pidiendo y exclamando en pena.

La amenaza era inminente. Desde un inicio, meses antes, sabía que Cid tramaba algo. Sus reuniones, el querer tener más dinero... pero, ¿realmente el deplorable rubio era el causante de ese "ataque"? Aquella seriedad que transformó a Derian en una bestia oscura no me lo dejó claro.

Rodeada por la luz del nuevo día y envuelta en ropa seca, fijé mis ojos en mi plato. Estábamos sentados en el desayunador, meditando cada palabra y esperando que el silencio no fuese tan agobiador como el futuro que estaba por llegar. No podía decir con certeza qué sucedía y tampoco me interesaba del todo, sin embargo y como por costumbre—desde que había llegado a esa casa—, algo dentro de mí me pedía saber. Estaba enlazada a esa familia, quisiese o no, estaba unida a Derian por razones incompresibles y saber lo que estaba sucediendo, pareció importante tanto para mí como para la gota que deslizó un cálido susurro en mi piel.

— ¿Cid sabe que estoy aquí?—No pude evitar preguntar, intentando comprender un poco. Aník fue el único que alzó el rostro, con la oscuridad atrapada en su ser, el poder, oculto frente a los demás—. Sí es así, yo...

—No, no—Se adelantó a decir él, haciendo una señal para que siguiera comiendo. Unos rayos de sol besaron su varonil rostro, haciendo que sus ojos brillasen—. Él no sabe que estás aquí, no sabe que existe este lugar, nadie, en realidad. Según los informantes de Izye, te sigue buscando pero no tiene conocimiento alguno de dónde has estado todo este tiempo—indicó, con aquella oscuridad rondando sobre él, al tiempo tan lúcida y hermosa—. Sin embargo...

Las palabras vagaron en su boca, tan rosada como la de su hijo, con el mismo lunar bajo su labio inferior y la arrasadora frialdad que le caracterizaba.

—Sí él llegase a saber que estás aquí, con nosotros—empezó a decir Derian, dejando el tenedor a un lado. Sobre sus hombros había algo más, no solo tensión, sino un destello misterioso que no había visto antes—, sería bastante estúpido, porque lo único que lograría, sería iniciar una guerra.

Ante las luces cálidas que retocaban el rostro de Eila, una inquieta mirada traspasó, dejándome en claro que algo como eso, no lo deseaba. Un terror desconocido vibró dentro de sí y por alguna razón, lo entendí. Por más que no sintiera, sabía las consecuencias. Cid era lo suficientemente idiota como para iniciar una guerra... sí, quizá. Pero, ¿era capaz de enfrentarse a una familia poderosa? Le había temido a Derian, le respetaba y supuse que era del mismo modo con Aník. No tendría oportunidad alguna contra ellos.

Una guerra... una guerra por una desconocida... Fue inevitable no pensarlo, en que esas palabras se marcaran en mi mente. Cambié de postura y saboreé el dulzor de la fruta en mi boca, con el aroma fresco de una mañana tibia.

—No tendría oportunidad y lo sabes—señaló Aník, metiéndose una uva a la boca—. Y..., hablé con varios periodistas, logramos que las noticias no aparezcan en todas partes. Es una ventaja para nosotros. Pero... ahora con todo este tema de internet, la información vuela y ya no sé sí van a creer el cuento de siempre—Vagaba entre temas, entre comentarios que estaban alejados de mis conocimientos. Inhalé profundamente—. Esto ya no es una broma. El mundo está destruido, sí, pueden estar en la jodida miseria, pero siempre van a estar pendientes de lo que pasa en las redes sociales. Nos ponen en peligro, a cada uno de nosotros, y no dudarán en cazarnos.

— ¿Qué tan oscuro fue esta vez?—cuestionó Eila, apretando los ojos. Su cuerpo tembló ante las palabras dulces que salían con filo de su boca, apretada, dudosa—. ¿Cuántos...?

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora