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¿Sueñas?

¿Con quién? ¿Contigo?

Frente a mí los aromas viajaron de un lado a otro, los manjares relucían bajo la tenue noche, viéndose como platillos de revista, mientras observaba la sonrisa que Izye me daba desde el otro lado de la mesa, con las velas derritiéndose frente a ella.

Cada segundo que pasé con ellos, no pude evitar pensar en que parecía una reunión común de amigos, una que humanos harían esporádicamente; solo para divertirse, pasar el rato. El ambiente estaba lleno de paz, comentarios sobre personas que no conocía y sucesos del pasado. Y entre sus conversaciones noté que dentro de aquel mar de ojos que poseía Diuk, había secretos, los cuales pasaron de Derian a Izye y de Izye a Eila.

Pronto comprendí que algo sucedía, un peligro proveniente del misterio; que podría crear caos y, no eran solo los reflejos o humanos, se trataba de algo poderoso que les impedía hablar con normalidad, de parpadear. Intercambiaban miradas llenas de advertencia cada vez que ese tema volaba en el aire, dejándome claro que lo que sucedía, era una gran amenaza.

Sin embargo, aunque no sabía mucho sobre ello, Eila y los demás— incluyendo a Derian que estaba a mi lado— intentaron mantener conversaciones aleatorias, preguntándome más que nada por gustos o cosas que eludieran mi convivencia con Cid.

—Toma las tostadas de ajo, tranquila—pronunció ella, sosteniendo la bandeja—. No son vampiros, pueden comer lo que quieran—frunciendo el ceño, negué agradeciéndole—, pensé que lo sabía.

Difícilmente tragué el resto de la cena, esperanzada de que dejase de hablar, pero no pasó. Eila es una de las personas más habladoras que conozco y ni siquiera tuve opción de responder algo y comer, cuando ya estaba haciéndome más preguntas.

—Lo sabe—respondió por mí Derian, abriendo otra botella de vino—, es solo que hablas mucho, mamá.

Bueno, no lo dije yo.

—No lo hago—refutó enseguida, metiéndose un pedazo de pan con rapidez, en tanto cada uno de los presentes la miró fijamente—. No me miren así. No lo hago, no...

—Eila, lo haces—dijo Diuk, dándole la mano para evitar que se lo tomara mal, pero de igual modo, se lo tomó mal.

— ¡Que no!

Volví a tragar.

—Vale, vale—levantó entonces las manos Derian—. Pero apuesto a que no podrás permanecer callada más de diez minutos.

—Apuesta lo que sea, hijo—Sin mirarle, movió los hombros y bebió de su vino—. La razón me pertenece. Y sí tú llegas a fallar en mi apuesta—Le señaló, entrecerrando los ojos—, bailarás Beggin, lo grabaré y quedará en mi memoria por siempre.

El fulgor en su mirada estaba lleno de diversión. Hijo y madre se dieron un par de miradas; uno, en el intento de no pensar en lo que podría pasar y otro, luchando consigo mismo. Se notaba que después de unos segundos Eila intentaba mantenerse callada y, por más comida que se metía a la boca, ésta no le servía para retenerse porque, minutos después, preguntó:

— ¿Vas a cantar esta noche, Izye?

— ¡Hablaste!—exclamó juguetón Derian, señalándole con su copa—. Me debes algo, mamá.

—Cállate—rodó los ojos. Y aunque su hijo pareció querer seguir con aquel juego, Diuk solo negó aplastando sus labios antes de recostar su espalda en la silla—. Dime, Izye...

—No sabía que siguieras cantando—comentó Diuk, cruzándose de brazos. Por mi parte, solo presté atención a todo lo que decían. Era posible que estuviera fuera de lugar, pero la tempestad en los ojos de Derian me permitió adentrarme a más de una conversación—. ¿Sigues subiendo tú música anónimamente?

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora