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Suaimhneas

Las puertas del cielo desoladas estaban, esperando que un alma en pena, llegara.

Derian se acercó a mí esa noche, más de lo que había hecho otra persona, más de lo que le había permitido a alguien hacerlo. Su cercanía, su aroma fresco impregnado de chocolate, el calor de su cuerpo contra el mío... me hizo suspirar, para intentar despegarme de él porque sinceramente, me estaba dejando sin aire.

Aplasté mi cabeza entre las almohadas de plumas y metí una de mis manos bajo ésta, sintiendo la frescura, viendo cómo el niño reflejo respiraba con tranquilidad, con aquella camisa pegada a su cuerpo, saboreando la sombría noche. Las pestañas reposaban sobre sus mejillas y el color de sus labios era tan rosado como las fresas que había desayunado. Cada facción de él podía lucir perfecta, porque su lado sobrenatural le exigía ser de ese modo, sin embargo, detrás de toda aquella luz, también había oscuridad entre recuerdos y sucesos que le impedían llegar a esa perfección. Además, Derian no era un robot, no, no era una máquina, era un ser preciado por la naturaleza, el regalo de la luna.

Bien podía haberme ido a mi habitación apenas subimos las escaleras, después de sentir sus besos en mi hombro tras el icónico momento en el que me hizo saber y comprender varios sentimientos y emociones, pero él me había llevado con gusto hasta su recamara, soltó varias luces anaranjadas a mi alrededor y me hizo tomar asiento a su lado mientras lo escuchaba tocar el piano que tenía a una esquina, oculto.

Fue el canto de las estrellas y el susurro de los soñadores en medio de la noche.

Su voz sumida entre la oscuridad y poca luz de la habitación, cantando en voz baja, fue lo suficientemente relajante para mi cuerpo cuando el sueño se apoderó de mí y se escurrió, dejándome cerrar los ojos aun escuchando la melodía que flotaba en el aire gracias a Derian.

Para cuando estaba vagando entre pensamientos y dormitando en medio de la noche, observando cómo las cortinas se movían al compás del viento, con una insípida luz besando los pies de la enorme cama, cerré los ojos sintiendo que alguien o algo más estaba en la habitación.

La presencia se expandió y tuve la necesidad de levantarme, pero no pude. Alcé mi espalda sintiendo que la corriente se paseaba por mi cuerpo hasta robarse el aire y, abriendo los ojos, tragué. No pude si quiera moverme entre la oscuridad que pronto me rodeó, impidiéndome si quiera hablar o poder indicarle a Derian de que algo estaba mal. Y, aunque incliné un poco mi cabeza hacia él, el reflejo había desaparecido y yo, nuevamente, me hallaba sumida en una especie de oscuridad, espesa, como terciopelo rodeándome. La luz de la luna apenas era una pequeña señal de la noche para cuando sentí que algo me jalaba.

Ya no estaba en una habitación, mucho menos en algún lugar que reconociese, era simplemente materia oscura, rodeándome entre la escasa luz de estrellas que giraba entre mis extremidades.

Golpeé el aire pero éste se resistió y no pude salir de aquel espacio en el que me encontraba; simplemente chocaba contra algo invisible, denso, que impedía que diera unos pasos más hacia las dos siluetas que pronto aparecieron frente a mí, inmóviles, desvaneciéndose como humo que iba y venía entre la oscuridad. Parecía que estaban teniendo una conversación no tan amena; una de las sombras dudaba y se movía, desvaneciéndose entre formas para volver a su silueta inicial.

Cuando todos mis sentidos volvieron a responder y pude parpadear, tambaleando, les escuché:

—El silencio no durará mucho...—La voz era suave, pero al mismo tiempo sonaba como la de una persona vieja, ronca en algunas palabras, sombría pero segura. Con cálidas manos, soltó una chispa dorada, permitiendo que apenas divisara las dos figuras—, así que escucha bien.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora