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Cierro el libro entre mis manos y lo apoyo sobre mis muslos, fijando la mirada en la ventanilla. Los árboles pasan a toda velocidad a cada lado del coche mientras avanzamos rumbo a casa.

Papá está al volante y mamá en el asiento del copiloto. Yo me encuentro en la parte trasera junto a mi hermano, Taylor.

Llevamos viajando por más de una hora, aproximadamente. Ya tendríamos que estar por llegar, o eso creo yo. Detesto viajar sin música, mi teléfono está muerto desde que hemos salido del lago y tampoco he traído conmigo mi reproductor mp4, creía que no lo necesitaría. Que ingenua.

Anotación mental: hacer todo lo contrario a lo que pienso.

A pesar de ese pequeño detalle, hoy he pasado un bonito día de campo junto a mi familia para despedir mis preciadas vacaciones.

El lago donde solemos pasar las tardes de verano se encuentra a casi una hora y media de donde residimos. Es un lugar precioso, vale la pena cada segundo allí. Suelo sentarme en la orilla a ver como las aguas quietas traen paz a mi alma. A veces suelo llevar mi libreta donde escribo ideas para futuros libros. Hice uno, me llevó casi un año entero, sin embargo aun no pude completar su final. Estoy en eso. Es un manuscrito que tengo pensado sacar en físico algún día. No es la gran cosa, son solo locas ideas mías. También me gusta sacar a pasear mis libros, como el que tengo ahora encima, elijo uno entre los tantos que decoran mi pequeña biblioteca y lo leo a orillas del lago. De esa forma no se puede estar más a gusto.

Si cierro los ojos, mi memoria sensorial es capaz de traer el recuerdo del sonido del canto de las aves, que se posan en los picos más altos de los árboles, y el aroma a naturaleza; o la brisa que acaricia suavemente mi cabello y lo despeina ligeramente.

Jugueteo con un hilo suelto del dobladillo de mi vestido blanco mientras pienso en todo aquello, no me queda más que hacer mientras espero que los segundos, minutos, horas, pasen.

—¿Cuánto falta? —le pregunto a mis padres, estirándome lo más que me permite el cinturón de seguridad.

—Menos que antes —me responde mi padre con aire divertido.

¿Y cuánto es eso? Esa no es una respuesta precisa.

Resoplo con cansancio, dejándome caer contra el asiento por cuarta vez.

—¿Estás apurada, hermanita? —Taylor quita la vista de su teléfono y posa sus intensos ojos azules en los míos.

Le quitaría el teléfono. Si yo no lo puedo usar, él tampoco.

Qué ruda.

Taylor es mi único hermano. Nos llevamos tres años de diferencia, él es mayor que yo. Somos muy compañeros el uno con el otro desde que somos pequeños, lo considero un amigo más que un hermano.

—Me aburro —contesto con hastío—. Mi teléfono murió, mis ojos duelen de leer, no sé que hacer con mi vida en estos momentos.

Taylor voltea los ojos al oír mi dramatismo y como buen hermano me tiende uno de sus auriculares, el otro se lo queda él.

Me desabrocho el cinturón y me siento en medio para poder alcanzar el audífono que me pasa.

—El tiempo se mata con buena música —dice sabio.

No pretendo ser desagradecida, pero, ¿creen que el jazz es buena música?

Él comprende inmediatamente la expresión de mi rostro, como si me leyera la mente, y finge sentirse ofendido.

—El jazz es buena música, Caitlin. Y no tengo solo eso aquí, hay más.

Coloco uno de los audífonos en mi oreja y espero a que inicie la canción.

La voz de Ed Sheeran inunda mi oído derecho y mi mente suspira aliviada.

—Le has dado en el clavo —digo con una sonrisa.

Mi hermano me devuelve la sonrisa y luego gira la cabeza al lado opuesto para ver el paisaje y perderse en sus pensamientos.

Estoy lejos de mi ventanilla, así que no me quedará otra que mirar por la de él.

Apoyo la cabeza sobre su hombro y observo como el cielo comienza a teñirse de oscuro, permitiéndole a las estrellas refulgir de una manera extraordinaria. Es un hermoso espectáculo.

Es curioso, el cielo nos deja ver lo que quiere en el momento que él decide. Se toma el tiempo de conocernos durante el día y de noche se abre ante nosotros para dejarnos ver sus maravillas. Sucede lo mismo con las personas, de día dejamos que vean lo que nosotros deseamos, pero de noche es distinto. Durante esas charlas largas a la madrugada nos abrimos sentimentalmente, mostramos lo que realmente somos.

Jamás he tenido ese tipo de conversaciones profundas en horas de la madrugada. No tengo con quien hacerlo salvo con mis amigas. No hay un chico que me mantenga despierta por las noches. Jamás lo hubo.

La canción deja de sonar y aleatoriamente se escoge otra que no reconozco.

Quiero llegar a mi casa y organizarme para mañana, mi último año en la preparatoria. Emocionante, ¿verdad?

No digo que lo sea el hecho de ir al colegio, sino porque será el último año que tendré que soportar tediosas materias de bachiller y profesores que nos relatan su vida entera.

Mi hermano y mis padres dicen que eso es mil veces mejor que una Universidad. No les puedo creer hasta que cambie de ambiente y me enfrente yo misma a otra cosa más difícil. No creemos en lo que nos dicen hasta que no pasamos por eso. Tal vez es porque al humano le gusta equivocarse y cometer errores uno detrás de otro. Pero así se aprende.

¿Cuántas veces nos tendrán que decir que ese amor nos destruirá hasta que no pasemos por ello? Hasta que no sintamos ese dolor e impotencia por no haber oído la advertencia.

Al menos mañana estarán mis amigas allí conmigo. Ellas logran que el día más gris y aburrido se vuelva multicolor. Confío en ellas más que en mí misma.

Debo admitir que una extraña sensación me viene manteniendo ansiosa desde que me he despertado hoy. Es un raro presentimiento que lo asocio al día de mañana. Algo me dice que este año va a ser muy diferente a los anteriores. O tal vez esa es la sensación que los libros me han dejado después de leer tantos clichés.

Aunque, ¿quién no ha soñado con que cupido los fleche el último año de preparatoria para vivir un romance adolescente alocado?

Pues yo no, así que que cupido no me fastidie.

Es un sentimiento diferente a ese, no lo sé. Pronto lo sabré.

Los párpados me empiezan a pesar poco a poco y el suave vaivén del coche me trae al fin el dulce sueño, salvándome de un aburrimiento inminente por unos cuantos minutos más.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora