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No tengo mucho tiempo. Me he quedado dormida esta mañana y Penny llegará en menos de diez minutos.

¡Rápido, rápido!

Me visto apresuradamente unos vaqueros, una remera básica blanca y unas converse. Peino mi pelo en una cola de caballo alta y luego corro al baño a cepillarme los dientes.

No hago tiempo de ponerme aunque sea un corrector de ojeras, tendré que salir así sin más. Salgo del baño y regreso a mi cuarto para tomar alguna chaqueta. Hoy no es un día caluroso. El temporal de ayer trajo un agradable clima fresco a toda la ciudad.

Al pasar junto al escritorio veo mi mochila sobre la silla donde Dylan se había sentado a observarme ayer por la noche. No me percaté en su momento de que me la había devuelto.

No pude volver a dormir luego de su visita. Solo alcancé a dormir una hora antes de que el despertador comenzara a sonar. Lo apagué con la intensión de quedarme "cinco minutos más" en la cama y ya ven como terminó eso...

Dylan, además de haber dejado las mariposas de mi estómago revolucionadas, puso mi cabeza a trabajar toda la noche. Los pensamientos no se detuvieron ni un segundo.

No puedo creer que estuvimos a punto de besarnos. Es decir, no ha pasado mucho tiempo desde que odiaba cada segundo que él pasaba a mi lado. Todo está sucediendo tan rápido que me atemoriza que esto solo sea más que un juego para él.

Hago a un lado esos pensamientos y me dispongo a bajar las escaleras a toda prisa, Penny ya debe estar por llegar.

Una vez en el piso inferior, escucho en la cocina las voces de mi hermano y mi... ¿papá? ¡Genial! ¡Ya ha regresado!

Acelero mis pasos en esa dirección, y cuando me adentro en la cocina, veo a ambos hombres desayunando tranquilamente en la mesa mientras mantienen una charla sobre el tráfico en Nueva York. Al percatarse de mi presencia, los dos giran la cabeza hacia el umbral de la puerta. Una gran sonrisa se extiende en el rostro de mi progenitor.

—¡Ahí está mi pequeña! —exclama con alegría, dejando la taza sobre la mesa y poniéndose de pie.

Le devuelvo la sonrisa mientras veo como se acerca a mí para envolverme en un cálido abrazo paternal.

—¿Cómo estás? ¿Cómo estuvo el viaje? —le pregunto al cabo de unos segundos, cuando me aparto con suavidad para poder verlo a los ojos.

Su sonrisa se amplía aun más al recordarle eso.

—Estupendo. Todo salió como lo planeaba —contesta felizmente.

Sí, estoy muy orgullosa de él.

De reojo veo que Taylor se ha puesto de pie. Se dirige al mueble de la cocina para tomar la caja de mi cereal favorito. ¿Qué planea? Mete un poco de cereal en un cuenco y le añade un poco de leche. Papá ya ha vuelto a su lugar en lo que mi hermano ha terminado de preparar todo.

—Come algo antes de irte, Caithy —me indica Taylor, posando el tazón en la mesa.

Lo observo con cierto recelo. No olvido la discusión que tuvimos ayer. Es un idiota. Me resulta extraño que ahora esté en plan de buen hermano. Y además, me ha llamado "Caithy". Creo que quiere arreglar las cosas entre nosotros.

—¿Dónde está mamá? —pregunto en general, no quiero dirigirme directamente a mi hermano.

—Le dije a tu hermano que le desactive el despertador, quiero darle una sorpresa —por suerte responde papá.

Entonces, ante mis maravillados ojos, levanta de una de las sillas un hermoso ramo de doce rosas rojas que parecen salidas de una película; lucen frescas y de un color muy vivo.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora