II

1.5K 397 802
                                    


Un intermitente pitido me saca de mis más profundos sueños. Me quedo un par de segundos boca abajo, intentando asimilar de donde viene eso. No sé donde estoy ni cómo me llamo.

¡Despierta!

Levanto la cabeza rápidamente al recordar que activé el despertador la noche anterior. Ya me había acostumbrado a las gloriosas vacaciones. ¿Por qué tuvieron que terminar tan rápido?

Apago el despertador de un manotazo y volteo a ver el techo por un par de minutos mientras voy despertando. Quiero regresar a ese magnífico sueño que estaba teniendo. Todavía puedo sentir la cálida sensación del sol en mi piel. Estaba nadando sobre aguas azules sin nadie a mi alrededor. La soledad se sentía increíblemente bien. Me gustaría volver, pero la realidad me da una fuerte bofetada para que despierte de una buena vez.

¿Y si no voy al instituto? La tentadora idea surge en mi cabeza como todas las mañanas que debo ir a clases. Me pregunto si existirá alguien en el planeta Tierra que le guste madrugar para ir al colegio, porque a mí no. Ahora mismo, me encantaría darme la vuelta y abrazar a mi almohada, que tanto amor le tengo.

Pero dos toques en mi puerta son suficientes para que inicie una pelea con las sabanas. Me levanto de un salto de la cama y corro a buscar la ropa que ya dejé preparada sobre la silla del escritorio.

—¿Cielo, ya estás despierta? —pregunta mamá desde el pasillo.

—¡Sí! —respondo, intentando meter un pie por el pantalón vaquero—. ¡Me estoy cambiando!

Siempre suelo tomar una ducha en las mañanas, pero ayer predije que me quedaría más tiempo en la cama reflexionando sobre mi existencia, así que decidí bañarme antes de ir a dormir. Fue una idea brillante.

Paso los brazos por las mangas de la blusa que me compré la semana pasada. Su simpleza me enamoró. Es de color cielo, y solo dos pequeños botones decoran el cuello. Camino hacia el espejo que está en la esquina del cuarto solo para ver como luzco. ¿Saben? Hice una buena elección de sostén, el poco busto que tengo se ve bastante bien. Antes de dirigirme al baño, completo mi atuendo con mis cómodas zapatillas blancas que uso a diario. No pidan más de mí.

Una vez que termino de secarme el rostro con la toalla, me miro en el espejo para ver qué haré con mi cabello.

Suelto.

Creo que será lo más práctico. Además, las ondas que me acompañan de niña se han formado bastante bien. Ya imaginaba que la almohada me dejaría un bonito nido de pájaros, pero se comportó bastante bien hoy.

Excelente. ¡Ya estoy lista!

Antes de ir a la planta baja, recojo la mochila que dejé sobre el escritorio. No vaya a ser que me la olvide como cuando tenía doce años. Qué hermosas épocas, no sé donde demonios tenía la cabeza.

Al pisar la cocina, enseguida veo a mamá terminando de poner el tocino en el último plato.

—Buen día, dormilona —me saluda.

—Hola —saludo en general.

Papá ya está sentado en la mesa con el periódico entre las manos. Solo lo baja para sonreírme cariñosamente.

Taylor aparece justo por detrás de mí, soltando un gran bostezo.

—Buen día, familia —saluda animadamente.

Envidio su buen humor en las mañanas.

Físicamente la mayoría de las personas dicen que nos parecemos. Yo no digo lo mismo, somos todo lo contrario. Mientras él es rubio y de ojos azules, yo tengo el cabello castaño cobrizo y los ojos verdes. Es como si hubiesen metido a nuestros padres en una licuadora y salieran dos mezclas perfectas de ellos.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora