XXXIV

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Kyle muestra delante de mis narices la punta de su dedo cubierto con un poco de sangre.

—Te has cortado —dice al cabo de unos segundos, sin dejar de observarme.

Me levanto de encima suyo de un salto.

Gracias a Dios que solo ha sido eso.

Con el dorso de la mano me limpio la mejilla, donde solo veo un pequeño rastro de sangre.

—Ya desapareció —dice Kyle, una vez de pie. Coloca las dos mochilas en el suelo.

Expulso lentamente el aire que no sabía que había estado reteniendo.

Por un momento creí que... No, es absurdo. Kyle no se fijaría en mí. Dylan es su amigo, no podría hacerle una cosa así.

De todos modos, perdería su tiempo. Yo no podría estar con nadie más que no sea Dylan. Ni siquiera el roce de los dedos de Kyle en mi piel causaron algo, no sentí absolutamente nada. Mi cuerpo reacciona únicamente a Dylan. Aún sigo conectada a él.

—¿Qué ocurre? —pregunta Kyle al ver que no me muevo.

—Nada —respondo de inmediato, sonriendo levemente para aflojar la tensión que al parecer solo yo siento.

—Bueno, entonces yo gané —dice con una sonrisa de satisfacción.

¿Qué?

—Ni lo sueñes —replico—. Yo gané. Siempre llevé la delantera. Hiciste trampa al chocarme justo cuando estaba por llegar a la meta.

—Te recuerdo que tú hiciste trampa al comienzo de la carrera —dice indignado.

Abro la boca para contestarle, pero la vuelvo a cerrar al darme cuenta de que tiene razón.

Tonta, Caitlin. Tonta.

En sus labios se forma una ancha sonrisa de triunfo. A continuación, comienza a buscar algo dentro de su mochila. ¿Qué tiene allí? De pronto, me enseña un pequeño frasco de vidrio que en su interior contiene... ¿Lodo?

Contraigo el rostro en una mueca.

—¿De dónde sacaste eso? —pregunto con asco.

—De la mochila —contesta con obviedad.

Claro, ¿cómo no se me había ocurrido antes? Qué idiota.

—¿Y antes de que llegue a tu mochila? —pregunto, soltando un suspiro de exasperación. Detesto que tome todas mis palabras y las tergiverse como a él le dé la gana.

—Lo tenía en mi cuarto, ya era hora de que me deshaga de él. Ah, por cierto, hay un habitante allí dentro, ¿ves cómo se mueve?

Siento como el contenido de mi estómago sube lentamente por mi esófago.

—Ahora cómetelo —sentencia, acercándome el frasco.

Tomo entre mis manos el recipiente de vidrio y rápidamente lo arrojo con fuerza lejos, muy lejos.

—¡Oye! Henry el gusano pudo haberse hecho daño —dice Kyle, horrorizado.

—¿Henry? ¿Le pusiste Henry al gusano? —pregunto, sin dar crédito a lo que estoy oyendo.

—Sí —contesta enfadado.

—¿Por qué te enojas? Si de todas formas ibas a deshacerte de él.

—¿Quién come lodo, Caitlin? Lo traía en la mochila para dejarlo en su hábitat natural.

—¿Y tu también te quedarás aquí? —las palabras salen de mi boca antes de poder procesarlas.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora