XXII

506 119 280
                                    


Luego de clases, junto a mis amigas, nos dirigimos de pasada por una malteada a una nueva tienda que ha abierto sus puertas hace no más de dos días.

Como ya se deben de estar imaginando, me es imposible evadir las indagaciones de mis amigas respecto a lo que Jill vio hace un rato.

Muy considerado de su parte regalarme una malteada como disculpa por su interrupción. Más allá de eso, tampoco el instituto es un buen sitio para andar a los besos.
Siendo mi primero, me lo imagino bajo una noche estrellada, sentada sobre una manta frente a un lago.

¿Qué tenía ese batido?

¡Oye! No seas mala, conciencia. Se supone que tienes que estar de mi lado.

Al entrar a casa noto el silencio en cada habitación. Parece que no hay nadie, a excepción de Rey que se acerca con un poco de desconfianza hacia mí.

Aún no entiendo qué es lo que le sucede. Luego de transformarme en una Raezer es como si no me conociera.

Le acaricio la cabeza con suavidad y en menos de tres segundos toma confianza y vuelve a ser el mismo perro de siempre.

—¿Eres tú, hija? —oigo la voz de mi madre desde la sala.

Me dirijo hacia allí y la veo sentada en el sofá leyendo un libro.

—Hola, mamá —saludo y tomo asiento a su lado.

—¿Cómo estás? ¿Qué tal te ha ido en el colegio? —pregunta, haciendo a un lado sus lentes de lectura.

Me siento culpable cada vez que tengo que mentirle. Es mi madre, pero también una gran amiga a la que puedo confiarle casi todo. Este último tiempo se ha vuelto realmente difícil desde que le oculto lo que en verdad soy. Necesito de sus palabras para poder avanzar sin detenerme más tiempo del debido a cuestionarme si de verdad está bien lo que estoy haciendo.

Hoy ha sido la primera vez que usé mi poder para alejar a una persona dañina de mi lado. Dylan y yo lo hemos hecho juntos. Sin embargo, es un hecho importante que no podré compartir con ella. Y eso me duele bastante.

—Estuvo bien —me limito a responder, encogiéndome de hombros para darle naturalidad a mi respuesta.

—Llamó la abuela, estuvimos hablando un buen rato. Preguntó por ti también, deberías llamarla para saludar.

—Claro, en un rato hablaré con ella.

Le doy un beso en la mejilla y subo las escaleras para ir hasta mi cuarto.

En medio del pasillo, escucho a Taylor maldecir desde su habitación.

Dejo la mochila en la puerta de mi cuarto y me acerco en puntas de pie hacia la habitación contigua.

La puerta está entreabierta. Puedo ver, de espaldas a mí, a mi hermano sentado en medio de la cama con un joystick entre sus manos, concentrado en la pantalla de la televisión. Parece estar inmerso en una partida interesante...

—¿Te quieres apuntar, hermanita?

Doy un respingo al oír su voz. ¿Tan ruidosa soy? Y yo que planeaba asustarlo.

Me meto a la habitación arrastrando los pies. Estoy en esa etapa del día en que solo quiero tirarme arriba de una cama y quedarme un buen rato así.

Su cuarto es muy bonito. Está decorado cual "chico americano". Las paredes son de un color azul marino oscuro, que le dan calidez a la habitación, con banderines de su equipo de baseball y una remera autografiada de su jugador favorito. También están a la vista los dos bates de la época en que Taylor practicaba mucho ese deporte.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora