Aún los recuerdos están allí. Siguen intactos en mi memoria. ¿Cómo es que no podía recordarlos? Es imposible.
Dylan sigue en la misma posición, no se le ha movido ni un pelo. Su mirada es impaciente, espera alguna reacción de mi parte.
—Siempre estuviste allí —digo en un susurro apenas audible.
Esto es increíble. Aún guardo esos recuerdos en algún rincón de mi mente. No conocí a Dylan hace solo unas semanas. Lo conozco desde hace años...
Él asiente imperceptiblemente, luego desvía la mirada hacia otro lado, seguramente para que no pueda notar la culpa asomándose en sus ojos.
Demasiado tarde.
—Te estaba haciendo daño —dice con apuro, aun con esa expresión culpable en el rostro—. No debía dejar que me vieras. Estamos conectados de una manera especial, y es algo que hasta el día de hoy no comprendo. Yo lograba resistir la debilidad de la atracción. Podía hacerlo porque era mucho más fuerte, yo era un Raezer. Pero tú no, solo eras una humana. Tu cuerpo tenía sus límites. Hasta el día de hoy.
Eso explica muchas cosas. Incluso lo que me sucedió el primer día de clases. Yo era humana. Pero ¿que soy ahora? ¿Qué es un Raezer?
—Tuve que alejarme de ti, no quería poner en riesgo tu vida —continúa—. Aunque eso no significó que no pudiera protegerte. Siempre estuve haciéndolo. Siempre estaba allí para ti.
—¿Por qué me protegías, Dylan?
—Yo solo... —se pasa una mano por el cabello en un gesto nervioso—. Debía hacerlo. Eras tan pequeña y frágil, Caitlin. Me sentía atraído hacia ti, como si fuésemos dos imanes.
A medida que va soltando todas las respuestas que me debe, mis ojos se abren más y más, va a llegar un punto en que saltarán de mis cuencas. Todo mi interior es una revolución de sentimientos encontrados que se mueven como si fuese una gigantesca avalancha.
—A partir de los catorce años tu poder termina la etapa de desarrollo —explica, añadiendo un leve movimiento de manos—, eso quiere decir que está listo para ser liberado. Todos pasamos por ese momento, todos menos la otra especie de Raezers contraria a la nuestra. Ellos son... un poco diferentes a nosotros, sus habilidades no son exactamente iguales y el desarrollo de su poder culmina a los once años.
—¿Que habilidades tienen ellos? —me atrevo a preguntar.
Las manos me sudan un poco. Es inevitable no sentirme nerviosa a su lado.
—Bueno, tienen mas fuerza y rapidez que nosotros, eso les da una ventaja a la hora de esquivar nuestros ataques. Pero no cuentan con un escudo. Y ni siquiera la potencia de su poder es tan fuerte como la nuestra. Son ambiciosos y crueles. No sienten ni una gota de lastima al momento de intentar robar lo que no les pertenece. Son capaces de torturar y matar por un poco de poder —sus muelas rechinan al terminar de decir eso.
Los vellos se me erizan de solo imaginarlo. Las imágenes de aquella persona quitándome el oxígeno, exigiéndome entregarle algo que desconocía en su momento, regresan a mi mente.
—Si dices que mi... poder —aun me cuesta decir esa palabra— se desarrolló a los catorce años, ¿por qué recién hoy se hace ver?
Dylan aparta el rostro, tensando su mandíbula. Cuando regresa a verme, a los pocos segundos, puedo ver reflejado en sus ojos el enfado que siente por dentro.
—Debes estar en peligro de muerte para que se libere.
Entonces... yo pude haber muerto hoy. ¿O lo hice? ¿Estoy muerta? Tengo tantas preguntas en mi cabeza que no sé cual soltar primera.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Teen Fiction¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...