LXV

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—¿Cómo va eso? —quien pregunta, su voz, se ha vuelto extrañamente familiar este último tiempo.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no hay más que oscuridad rodeándome. Me siento desorientada y asustada. ¿Esto es un sueño?

—¿Hola? —pregunto en un murmullo.

Me pongo de pie sobre la nada misma y doy un par de pasos en alguna dirección. Me rodeo el cuerpo con ambos brazos cuando una suave brisa me rosa la piel, provocándome un estremecimiento.

—Ya falta poco para terminar. Cada vez queda menos —responde la otra persona, que también reconozco su voz—. Espero que no me decepcione, porque le he tomado cariño.

Ninguno parece oírme. ¿Qué es lo que está sucediendo?

Camino varios pasos, siguiendo el sonido de sus voces, pero no llego a ningún lado, la negrura me envuelve como un denso manto. No hay salida.

De pronto, una extraña pesadez se apodera de mi cuerpo justo cuando un sonido ensordecedor llega a mis oídos.

—¡Maldición, no! —grita aquel último—. ¡Anda, corre!

Dejo de respirar cuando caigo en la cuenta de que los Raezers me han encontrado. Pero ¡¿cómo?!

Presa del pánico, hago lo que ordena y echo a correr a toda velocidad. Se siente como si todo esfuerzo fuese en vano, no consigo avanzar nada en medio de esta asfixiante oscuridad.

Una masa de aire fresco golpea mi rostro de lleno súbitamente, permitiéndome volver a respirar. Gracias a Dios. Puedo sentir como el aire pasa a través de mis pulmones, llenándome de fuerzas para seguir avanzando.

—¡No! ¡Esto no puede acabar así! —grita uno de ellos, desesperado.

¡¿De qué hablan?! Miro en todas direcciones, esperando poder ver a quienes me quieren llevar, pero no consigo visualizar absolutamente nada. ¡Esto es frustrante!

—¡Dylan! —grito su nombre con todas mis fuerzas para que me escuche.

Nada.

¿Por qué no me responde?

Aminoro la marcha hasta detenerme. Vamos, Caitlin, piensa. ¿Dónde fue la última vez que lo viste?

Entonces, por culpa de mi descuido, soy golpeada con una brutalidad desmedida justo en el pecho. Tal es la fuerza del embiste que soy empujada con vigor hacia atrás.

—Despierta, vamos, ¡despierta!

No hay dolor. Solo siento miedo, tengo muchísimo miedo.

El segundo golpe no se hace esperar y esta vez es mucho más intenso que el primero. Cierro con fuerza mis ojos deseando que todo acabe ahora.

¡Por favor! ¿Cuanto más tendré que soportar?

Cuando levanto los párpados, todo es completamente diferente a como estaba hace unos segundos atrás. Pestañeo varias veces para salir de mi asombro. Ahora ya no me encuentro en medio de esa abrumadora oscuridad, sino que mis pies cuelgan a poco más de metro y medio del suelo. Mis ahora pequeños brazos están rodeando el cuello de quien parece ser... ¿mamá? Levanto la cara del escondite que su cabello y su hombro me proporcionan, y me limpio rápidamente las lágrimas que caen sin sentido por mis mejillas.

—Tranquila, verás que harás amigos, jugarás, aprenderás...

Ya sé que pasará aquí, recuerdo esto. Busco fervientemente con la mirada al niño que ya debería estar aquí. Lo encuentro a un par de metros lejos de nosotras, observándome con una expresión de asombro y fascinación; aunque no paso por alto la confusión contrae ligeramente sus cejas.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora