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—¡Él va a ir!

El pequeño grito agudo de Penny por poco me deja sorda. No sé por qué, pero la cafetería hoy se encuentra más llena de lo normal, por lo tanto el bullicio nos dificulta un poco la comunicación entre nosotras.

Veo a la castaña aplaudir con la misma emoción que una niña en Disney World.

—¿Quién va a ir? —le pregunto, alzando la voz más de lo normal para que me escuche.

—¡El hijo de la hermana de la amiga de mi abuela!

Me tomo unos cinco segundos para encontrarle la vuelta a esa respuesta tan rebuscada. O sea que su abuela tiene una amiga, que tiene una hermana, que tiene un hijo. Entendido.

—¿Y quién es ese? —quiero saber.

—Se llama Thomas —responde con una gran sonrisa que a poco está de ocuparle todo el rostro.

—Es su platónico —me aclara Jill con una sonrisita pícara.

—Ah, ya veo —me rio por la emoción de mi amiga.

—¿Y tú has preparado las maletas? —me señala la rubia con su tenedor.

—Lo haré cuando llegue a casa. El avión sale recién a las cuatro.

En Colorado esperaré encontrarme también con mis tíos y primos, gran parte de mi familia vive allí.

El vuelo durará alrededor de dos horas, volveremos mañana durante la madrugada. Será un viaje rápido, solo vamos por el cumpleaños de Dulcie. Estoy muy emocionada de volver a verla, su presencia es reconfortante para mí. Y tampoco me hará mal permitirme ordenar mis pensamientos mientras estoy a diez mil metros de altura. Lo necesito.

...


—Listo —murmuro, bajando la maleta de mi cama. No pesa tanto, tampoco llevo tanta ropa porque no es necesario, solo estaremos allí un día.

Alguien llama la puerta y dos segundos después veo a Taylor entrar. Se acerca a mi cama y se echa muy cómodamente.

—¡Estaba ordenada! —le grito mientras lo intento levantar. Es imposible.

—Tú lo has dicho: estaba. Ya es tiempo pasado —sonríe burlonamente.

Me aparto de su lado soltando un bufido. Me rindo.

—Eres un niño —murmuro, abriendo nuevamente el cierre de la maleta. He olvidado mi loción.

Me acerco a una pequeña mesa que hay en una esquina de la habitación y me tomo un par de segundos en escoger la fragancia adecuada. ¿Fresco o dulce? Huelo las dos opciones y me decido por llevar los dos frascos. En el momento decidiré.

—¿A qué vienes además de a molestar?—indago.

Coloco las lociones en la maleta y la cierro por segunda vez.

—Mamá me pidió que recoja tu maleta—contesta, examinando una pequeña muñeca de porcelana que ha tomado de mi mesita de noche.

Mi momento de venganza.

—Oh, ¿entonces eres el botones? Está bien, puedes llevarla. Ya era hora de que contrataran uno.

Con una sonrisa triunfante en mi rostro, le entrego la maleta.

Deja a la frágil bailarina sobre la mesita. Debe tener especial cuidado con ella, fue un regalo de mi abuela, la madre de mi padre, para mi cumpleaños número ocho. El último que estuvo a mi lado.

Taylor se levanta de la cama y se acerca a mí con una sonrisita burlona curvando sus labios. No me queda otra que mirar hacia arriba, hace tiempo que me saca unos cuantos centímetros de altura.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora