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Debo admitir que la ensalada griega está deliciosa. Sarah se ha lucido.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —comienzo con mi interrogatorio luego de tragar el segundo bocado.

Ella deja el tenedor a un lado del plato y se limpia suavemente la boca con un paño.

—Adelante.

—¿Cuantos Raezers están con Argus, aproximadamente?

Se piensa la pregunta por un momento y responde al minuto.

—Cientos, tal vez.

¿Solo eso?

—¿Y dónde se encuentran?

Sarah duda si decirme o no la respuesta. Debe estar creyendo que iré a ese lugar a buscar a Dylan.

No es mala idea.

¿Tú crees?

¡No! Claro que es una pésima idea. Ya deja de meterte en problemas.

—La mayor parte de ellos viven en un castillo. Los que no lo hacen deben frecuentarlo seguido para seguir las ordenes de Argus.

—¿Y por qué vivirían allí? Argus tiene poder, mucho más que ellos. Sin embargo, ¿necesita que lo protejan?

—Solo unos pocos guardias están con él, la mayoría se desvive por custodiar lo único que nos mantiene con vida.

—¿Qué cosa? —pregunto confundida.

¿Algo nos mantiene con vida? ¿De qué está hablando?

—¿No te preguntaste por qué tú tienes poderes y no el resto de los que te rodean?

Siempre me lo pregunto, aunque ya aprendí a aceptarlo... creo.

—Cada uno de nosotros ha sido elegido muy cuidadosamente por el Duxilum.

¿Duxi... qué?

—¿Y quién es ese?

—Mejor dicho, ¿qué es eso? Es una pequeña roca de forma romboidal, se encuentra justo por debajo del castillo. Es sumamente frágil y delicada. A simple vista se parece a un precioso diamante, te seduce con su belleza. Rodeado por una poderosa barrera, nadie es capaz de tocarlo ni dañarlo. Solo lo han hecho unos pocos Raezers de mi especie que están en contra del reinado de Argus. Lo único que te diré es que no vivieron para contarlo luego. Si no los matan antes los guardias... lo hace la mágica barrera que posee. No muchos saben de eso, por eso se arriesgan.

Y así terminan...

Tiene que ser una broma. Esta bromeando, ¿verdad?

Las ganas de reírme me invaden de pronto y no puedo contenerme.

Buena jugada, Sarah.

—Eso fue divertido, pero quiero la verdad —le digo entre risas.

Su rostro serio me hace cambiar de parecer en menos de un pestañeo.

Dios mío, ¿todo eso es verdad?

—No es una broma —señala—. Todo eso existe. Me extraña que no creas en ello siendo lo que eres.

No puede ser posible.

¿Fui escogida por esa cosa? Pero, ¿cómo? ¿Yo no estuve en el vientre de mi madre?

¡Santo cielo!

—¡Soy un extraterrestre! —grito espantada.

Sarah se ríe por primera vez desde que la veo. Sus blancos dientes relucen bajo la luminosidad de la cocina. Su forma de reírse me recuerda a la de Dylan, ambos se parecen en muchos aspectos.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora