VI

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A la salida de clases, me reúno con mis amigas para poder ir juntas a tomar algo. La pequeña tienda, que tiene el divertido nombre de "Mr. Muffin", vende todo tipo de batidos, pasteles y, por supuesto, muffins. Lo bueno es que no queda tan lejos del instituto, así que en auto llegamos en cuestión de unos pocos minutos.

Hemos elegido una de las mesas del fondo, mientras más apartadas estemos de las demás personas es mejor. A veces nos miran raro cuando comenzamos a reírnos como locas desquiciadas.

Una vez que nos toman las órdenes, esperamos un par de minutos hasta que, finalmente, nos traen nuestros pedidos.

—¡Madita dea! —Jill escupe el café al primer sorbo y saca la lengua afuera.

Me encantaría ver la primera cita con el primer chico con el que salga, eso sí que será divertido.

Es curioso, pero Jill, además de ser muy guapa, es la más carismática y divertida de las tres, muchos chicos durante el año anterior quisieron intentar salir con ella, pero no hubo caso; cada quien que se acercaba era rechazado indiscutiblemente, pobres de ellos.

—No pensabas que el café fuera a estar frío, ¿o sí? —comenta su prima, utilizando un tono irónico.

En teoría se venden los cafés helados... pero bueno, el de la taza de Jill, desde que se lo sirvieron, ha estado largando más humo que una chimenea en navidad.

—¡Edta maditamente cadiente! —se queja, abanicándose la lengua con una mano.

Muevo un poco el sorbete de mi batido de chocolate para mezclar la crema y le doy un sorbo. Mmm... delicioso.

—En unos días es el cumpleaños de la abuela, Jill. ¿Qué te pondrás de vestir? —pregunta Penny mientras le quita el envoltorio a su muffin de frambuesa.

—No lo sé, necesito algo nuevo. Tampoco encontré nada interesante en tu armario —le responde ella con total naturalidad.

—¿Cuándo hurgaste en mi armario?

—Hace dos días, la tía Kate me permitió pasar —la rubia se encoje de hombros y le vuelve a dar otro sorbo a su café, aunque esta vez con más cuidado.

—¿Por qué no vamos a ver algunas tiendas al salir de aquí?—propongo.

—Suena perfecto —contestan ambas al mismo tiempo.

—Es una lástima que no puedas venir tú también al festejo —dice Penny en mi dirección, denotando pesar en su voz.

Todos los años suele decir lo mismo.

—La culpa la tienen nuestras abuelas por haber nacido el mismo día y el mismo año —me río—. A veces me pregunto si no son gemelas separadas al nacer...

Es una casualidad gigante de la vida que nuestras abuelas hayan decidido nacer casi al mismo tiempo, y solo con una hora de diferencia.

Cada vez que mis amigas festejan el cumpleaños de su abuela, yo viajo a Colorado a festejar el de la mía. Mis abuelos no viven aquí, son de otro estado.

—Lo sé —suspira Penny.

—¿Tú viajas? —me pregunta Jill.

—Sí. El próximo año deberían venir conmigo, llevamos a su abuela también —digo en broma.

Ambas se ríen y niegan con la cabeza. Es tradición de su familia reunirse anualmente para el cumpleaños de sus abuelos, es el único momento en que la familia al completo está reunida. No podría robarles a estas chicas ni porque les entregara cinco millones de dólares.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora