Me cuesta abrir los ojos. Aún siento que necesito dormir tres días más.Inhalo profundamente, embriagándome de aquella peculiar fragancia que altera todas las células de mi cuerpo. Puedo oír los latidos de un corazón que se acompasan a la perfección con los míos. Se siente raro. A la vez, algo me dice que puedo llegar a saber a quien le pertenecen.
Tú dime.
Finalmente, levanto los párpados y veo los últimos rayos de luz filtrándose por la ventana, es una hermosa puesta de sol.
Me resulta extraño que aún siga sintiendo esa horrible sensación negativa en el aire, no con la intensidad de hoy en el campo de entrenamiento, sino mucho más leve. Tal vez solo sea cosa mía, de seguro tarde en olvidarla.
Soy consciente, desde el momento en que he sentido su fragancia en la almohada, de que este no es mi cuarto.
Me levanto con dificultad, haciendo una mueca de dolor al sentir cada uno de mis músculos resentirse. Comienzo a recorrer la habitación, observando minuciosamente todo. La última vez que estuve aquí me encontraba demasiado alterada como para apreciar los detalles.
En las dos paredes junto a la cama, hay un par de estantes que contienen una buena cantidad de libros.
Con que Dylan es lector, eh. Ahora me gusta más que antes.
No lo veo por aquí. ¿Donde estará? Tampoco es que iré de chismosa por toda la casa a buscarlo.
En la pared opuesta se encuentra aquel marco que, la última vez que estuve aquí, estaba cubierto por una sábana blanca. Ahora ya no más. En él se hayan una gran cantidad de dibujos hechos por un pequeño niño. Lo deduzco porque los trazos son imprecisos. Logro identificar el garabato de la silueta de un niño, en algunos, y en otros a una niña sujetando su mano. Solo tres de estos dibujos son claramente distinguibles debido a la precisión de su diseño, de seguro Dylan debió haberlos hecho.
¿Y esos otros acaso no son...?
Sí, las dos hojas que se le habían caído la vez que lo encontré en el parque. En ambos dibujos estoy yo. Los rasgos de mi rostro están hechos a la perfección.
El último de los tres es el mejor. Es mi dibujo de la clase de arte. Los rasgos de su cara están... a quién voy a mentir, es horrible.
Creo que el niño lo hace mejor que tú.
—Tú los hiciste a todos.
Doy un respingo al oír la voz de Dylan por detrás de mí. Volteo velozmente con el corazón en la palma de mi mano.
¿Qué yo hice todos? ¿De niña solía dibujarlo? Me cuesta creer que yo ya lo conocía desde antes.
—Finalmente despiertas, llevas durmiendo unas seis horas —dice impresionado.
Los recuerdos de la lucha que vivimos el día de hoy llegan poco a poco a mi mente, embargándome de una profunda desazón.
Sin pensármelo dos veces, lo rodeo con mis brazos y hundo mi rostro en su cuello.
Me tranquiliza saber que está bien, que está vivo. Luego de haberme tirado en la hierba, a su lado, no recuerdo más nada. Es como si mi mente se hubiese desconectado luego de eso.
Dylan me rodea con sus brazos y me atrae contra su cuerpo en un cálido y reconfortante abrazo. Sin embargo, su cercanía no es capaz de borrar la culpa que siento por lo que sucedió hoy. Nada de esto hubiese pasado si él se hubiese mantenido alejado de mí desde un inicio.
Tú tampoco pusiste mucha resistencia.
Me aparto un poco y Dylan me sujeta suavemente el rostro entre sus manos, obligándome a verlo a los ojos.
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CAITLIN | LIBRO I ~ Almas Gemelas
Ficção Adolescente¿Que la vida es justa? ¿Que siempre hay finales felices? No, nadie cree en eso, ¿o sí? Antes pensaba que podía darme un respiro de la monotonía de mi vida si me sumergía dentro de un mundo diferente, llamémoslo... libro. Sí, ellos han sido mi oxíge...